“EL QUE VIENE A MÍ NO PASARÁ HAMBRE, EL QUE CREE EN MÍ NO PASARÁ NUNCA SED”
XVIII DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO
Éxodo 16, 2-4.12-15 ● “Yo haré
llover pan del cielo”
Salmo 77 ● ”El Señor les dio pan
del cielo”
Efesios 4, 17.20-24 ● “Vestíos de
la nueva condición humana, creada a imagen de Dios”
Juan 6, 24-35 ● “El que viene a
Mí no pasará hambre, el que cree en Mí no pasará nunca sed”
Cuando la gente vio que no
estaban allí ni Jesús ni sus discí-pulos, subieron a las barcas y fueron a
Cafarnaún en busca de Jesús. Lo encontraron al otro lado del lago, y le
dijeron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «Os aseguro
que no me buscáis porque habéis visto milagros, sino porque habéis comido pan
hasta hartaros. Procuraos no el alimento que pasa, sino el que dura para la
vida eterna; el que os da el hijo del hombre, a quien Dios Padre acreditó con
su sello». Le preguntaron:
«¿Qué tenemos que hacer para
trabajar como Dios quiere?». Jesús les respondió: «Lo que Dios quiere que
hagáis es que creáis en el que él ha enviado». Le replicaron: «¿Qué milagros
haces tú para que los veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del
cielo». Jesús les dijo: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del
cielo; mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de
Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo». Ellos le dijeron: «Señor,
danos siempre de ese pan». Jesús les dijo: «Yo soy el pan de la vida. El que
viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.
PEREGRINACIÓN INTERIOR
VER.-
Comentando la situación de una persona en una situación económica
precaria, alguien dijo: “Es que tampoco se mueve a buscar salida. Se pasa los
días esperando el maná”. El maná, como hemos escuchado en la 1ª lectura, era un
polvo parecido a la escarcha que Dios envió para alimentar a su pueblo en el
desierto. Y la expresión “esperar el maná” se utiliza para significar algo que
se recibe sin realizar ningún esfuerzo. De ahí que se suela usar para hablar de
las personas, y también entidades, que, en vez de esforzarse en buscar recursos
para lograr sus objetivos, se pasan el tiempo esperando prestaciones,
subsidios, ayudas, subvenciones… que les solucionen la vida.
Ese “esperar el maná” se va extendiendo a otros ámbitos. Como indica
el documento de ACG “Llamados y enviados a evangelizar”: “Vivimos a diario en
una sociedad en la que predomina la resignación y el conformismo. Esta vida
apática nos hace cómodos, nos conformamos con ir tirando, con salir del
atolladero de cada día, sin un horizonte por el que luchar”. De ahí que,
también en nuestra vida de fe, a veces parece que estamos “esperando el maná”.
La mayoría de personas que han recibido el Bautismo no participan habitualmente
en la Eucaristía y piensan que “con ser buenas personas” ya es suficiente y que
no hace falta hacer más para “ir al cielo”.
A su vez, la mayoría de quienes sí participan habitualmente en la
Eucaristía se limitan a “cumplir el precepto”, pero sin asumir ningún
compromiso, ya sea en la comunidad parroquial o fuera de ella, o en un
Movimiento o Asociación laical: “Se constata un menor pulso vital de nuestras
parroquias, comunidades y diócesis y sobre todo un menor celo apostólico. En
general no tenemos las ganas suficientes para transmitir la fe cristiana. Esta
falta de intensidad hace que se impregne en nosotros un estilo vago y de escaso
compromiso. Nos conformamos con mantener lo que tenemos, quedando adormecida
nuestra dimensión misionera”. Y se quedan “esperando el maná” cada semana,
pensando que ya habrá otros que realicen las tareas que conlleva la misión
evangelizadora. Como dice el Papa Francisco: “Hoy se ha vuelto muy difícil, por
ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren
en la tarea durante varios años”. (EG 81)
Sin embargo, Jesús, en el Evangelio de hoy, ha hecho una clara llamada
a que no nos quedemos “esperando el maná”: Trabajad por el alimento que
perdura, dando vida eterna (…) Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis
en el que Él ha enviado. Ser cristiano no es algo estático, no consiste en
“esperar el maná” que Dios nos envía; ser cristiano es seguir a Jesucristo como
discípulos y apóstoles, en un camino de santidad, y esto es algo dinámico, es
un verdadero “trabajo”. Primero hacia el interior de uno mismo, como decía San
Pablo en la 2ª lectura: Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo de
vivir… a renovaros en la mente y en el espíritu; la vida cristiana es un
proceso de conversión, constante y creciente, haciendo nuestros los criterios,
actitudes y valores de Jesucristo.
Y también es un trabajo hacia el exterior, concretando la fe en
compromisos evangelizadores y misioneros para que quienes nos rodean no pasen
su vida “esperando el maná”, con un estilo de vida consumista, instalado, sin
aspiraciones, sino que Jesucristo, el pan de vida, sea conocido. Como dijo el
Papa Francisco: “hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la
sed de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en propuestas
alienantes o en un Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro”. (EG 89)
¿Conozco a alguien que vive como “esperando el maná”? ¿Tengo yo esa
actitud en mi vida de fe? ¿Qué hago para “trabajar en lo que Dios quiere”, para
creer cada vez más y mejor en Jesucristo? ¿Y qué hago para que Jesucristo sea
conocido y reconocido como el verdadero pan de vida?
Son muchos los que viven “esperando el maná”, unas veces a conciencia
y otras veces porque nadie les ha enseñado otro modo de proceder. Nosotros, si
queremos ser de verdad cristianos, no esperemos el maná, porque el verdadero
pan del cielo que da la vida al mundo ya ha venido. Realicemos el trabajo que
Dios quiere para creer en Jesucristo y, así, poder anunciarlo de forma creíble.
La fe cristiana propone un camino de futuro y esperanza, que está en clara contradicción con la vida cotidiana de la mayoría de las personas. Y este camino requiere un compromiso serio, sostenido y continuado, pero contamos con el Pan de vida para realizar ese trabajo, con la certeza de que el que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.