“SI NO OS CONVERTÍS, TODOS PERECERÉIS DE LA MISMA MANERA”
20 de marzo de 2022 (Domingo III de Cuaresma)
PRIMERA LECTURA:
“«Yo soy» me envía a vosotros” (Éxodo 3, 1-8a.13-15)
SALMO:
”El Señor es compasivo y misericordioso” (Salmo 102)
SEGUNDA LECTURA:
“La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita
para escarmiento nuestro” (1 Corintios 10,1-6.10-12)
EVANGELIO:
En aquel momento se
presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había
mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: « ¿Pensáis
que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido
todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O
aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis
que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no;
y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera». Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no
lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a
buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a
perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este
año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da
fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».
(Lc 13, 1-9)
ASUMIR
RESPONSABILIDADES
VER.-
Tanto en el ámbito más cercano como en temas sociales,
políticos, etc., cuando surge un problema o se comete un error, especialmente
si las consecuencias son graves, solemos pedir responsabilidades, averiguar
quién tiene la culpa de eso que ha pasado, buscar una explicación para eso que
ha ocurrido. Y somos muy rápidos para echar la culpa a otros, pero no tanto
para asumir las propias responsabilidades que podamos tener, al menos en la
parte que nos corresponde.
JUZGAR.-
Estamos ya en el
tercer domingo de Cuaresma, que marca la mitad de este tiempo. Y, en el
Evangelio, hemos escuchado el relato de dos hechos ante los que buscan
culpables. El primero es lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato
con la de los sacrificios que ofrecían. Se refiere a una matanza que llevó a
cabo Pilato en el templo durante una fiesta de Pascua. La gente quedó
horrorizada y buscaba quién tenía la culpa de ello, y algunos llegaban a la conclusión
de que esos galileos eran pecadores y por eso habían recibido el castigo que
merecían sus pecados. Pero la respuesta de Jesús cambia este enfoque: ¿Pensáis
que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido
todo esto? Os digo que no.
El segundo hecho es
sobre aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató. Esta
vez es Jesús quien saca a la luz lo que también piensan quienes le están
cuestionando: ¿Pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de
Jerusalén? Os digo que no.
Y, en ambos casos,
Jesús hace una llamada a asumir la propia responsabilidad: Si no os convertís,
todos pereceréis de la misma manera. Y, para ilustrar su respuesta, cuenta la
parábola de la higuera que no da fruto, a la que se le concede un plazo: déjala
todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a
ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar.
El tiempo de Cuaresma,
como llevamos diciendo desde el Miércoles de Ceniza, es un tiempo favorable
para revisar la unidad de nuestra fe, vida y celebración, y, como consecuencia,
nuestra situación actual, para avanzar en nuestro proceso de conversión, en
este “volvernos hacia el Señor” al que estamos llamados para hacer nuestros sus
sentimientos, valores, actitudes, comportamientos.
Y, a estas alturas de
la Cuaresma, quizá detectemos que no hemos avanzado mucho, que los buenos
propósitos del Miércoles de Ceniza han quedado relegados casi al olvido. Y
quizá también echemos la culpa a otros: las obligaciones familiares o
laborales, los problemas y agobios que nos afectan, los múltiples compromisos
que ya tenemos en la comunidad parroquial… Y luego nos quejamos de lo mal que
está todo, de que no progresamos, que estamos siempre igual…
Pero la respuesta de Jesús va también para nosotros: Si no os
convertís… Es una llamada a asumir nuestra propia responsabilidad en este
proceso de conversión cuaresmal. La mayoría de nosotros, como la higuera de la
parábola, hace años que estamos “plantados” en la Iglesia, en la comunidad
parroquial. Pero quizá nos hemos quedado así, “plantados”, sin más, sin dar el
fruto que el Señor espera. Y recibimos muchos cuidados y “abono”: la Eucaristía
y otros sacramentos, tiempos de oración, retiros, Equipos de Vida para crecer y
madurar en la fe, charlas… pero no lo aprovechamos. Y no sólo no damos fruto
nosotros, sino que perjudicamos el terreno, como ha dicho Jesús. .
ACTUAR.-
En mi vida ordinaria,
¿sé asumir mis responsabilidades, o echo la culpa a otros o a las
circunstancias? ¿Pienso, como los que preguntaron a Jesús, que hay cosas que
ocurren como “castigo de Dios”? A estas alturas de la Cuaresma, ¿cómo evalúo mi
proceso de conversión? ¿He tenido presentes los compromisos que me marqué el
Miércoles de Ceniza? Como la higuera de la parábola, ¿estoy simplemente
“plantado” en la comunidad parroquial, de un modo pasivo, o participo en la
misma? ¿Aprovecho los medios que me ofrece para ayudarme en mi conversión?
Las circunstancias personales, familiares, laborales,
sociales, políticas… indudablemente nos afectan y dificultan nuestro proceso de
conversión, pero esto no nos exime de asumir nuestra responsabilidad si vemos
que no avanzamos como deberíamos. Hagámoslo y busquemos caminos para aprovechar
lo que queda de Cuaresma y ofrecer al Señor los frutos que Él espera de nosotros.