PRIMERA LECTURA:
“Eliseo se levantó y siguió a Elías” (1 Reyes 19, 16b.19-21)
SALMO:
”Tú eres, Señor, el lote de mi heredad” (Salmo 15)
SEGUNDA LECTURA:
“Habéis sido llamados a la libertad” (Gálatas 5, 1.13-18)
EVANGELIO: (Lucas 9, 51-62 )
Al llegar el tiempo de su partida
de este mundo, resolvió ir a Jerusalén, y envió mensajeros por delante. Éstos
entraron en una aldea de samaritanos para prepararle alojamiento. Pero los
samaritanos no lo recibieron porque iba camino de Jerusalén. Al ver esto, los
discípulos Santiago y Juan dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego
del cielo y los consuma?». Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Y se
fueron a otra aldea.
Mientras iban de camino, uno le
dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las raposas tienen
madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre no tiene donde
reclinar la cabeza».
Dijo a otro: «Sígueme». Y él
respondió: «Señor, déjame antes ir a enterrar a mi padre». Y le contestó: «Deja
que los muertos entierren a sus muertos; tú ven a anunciar el reino de Dios».
Un tercero dijo a Jesús: «Yo te
seguiré, Señor, pero permíteme que me despida antes de mi familia». Y Jesús le
dijo: «El que pone la mano en el arado y mira atrás no es apto para el reino de
Dios».
LIBERTAD SIN IRA
VER.-
Aparte de las guerras que sufren
algunos países, hace ya tiempo que en los ambientes más cercanos (familiar,
escolar, social, político, deportivo…) notamos una excesiva crispación que,
demasiado a menudo, desemboca en actuaciones violentas que tienen consecuencias
nefastas. Quienes tenemos más de 50 años recordaremos una canción del grupo
Jarcha, “Libertad sin ira”, que fue casi un himno durante la época de la
Transición. La letra hacía referencia a lo vivido en décadas anteriores:
guerra, rencores… que todavía perduraban, y se aludía a la necesidad de superar
todo esto porque “la gente tan solo pide vivir su vida en paz”. Y el estribillo
decía así: “Libertad, libertad, sin ira, libertad. Guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad, y si no la hay, sin duda la habrá”.
JUZGAR.-
Ira y libertad son dos conceptos
que aparecen hoy en la Palabra de Dios, y muy ligados entre sí. La libertad la
encontramos en la 1ª lectura: Elías, siguiendo lo que el Señor le había dicho,
llama a Eliseo para ser su sucesor, pero no lo obliga, le deja libertad para
decidir. Cuando Eliseo le pide: Déjame ir a despedir a mi padre y a mi madre y
te seguiré, Elías le responde: Anda y vuélvete.
En la 2ª lectura, san Pablo
comenzaba diciendo: Para la libertad nos ha liberado Cristo.
Y en el Evangelio, Jesús se
encuentra con tres personajes que, en principio, están dispuestos a seguirle.
Pero, con las respuestas que Jesús les da, mostrándoles las exigencias de ese
seguimiento, les hace una llamada a que den ese paso, pero con toda libertad,
sin dejarse llevar ni por entusiasmos momentáneos ni por otros
condicionamientos, por muy justificados que parezcan.
La libertad es uno de los dones
de Dios al ser humano, signo de su imagen y semejanza con Dios. Como nos
recuerda el Catecismo (1731-1733), “la libertad es el poder, radicado en la
razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello,
implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer
en perfección o de flaquear y pecar. La libertad caracteriza los actos propiamente
humanos”.
Pero muchas veces se hace un mal
uso de esa libertad, como recordaba san Pablo: no utilicéis la libertad como
estímulo para la carne. E, incluso, esa libertad se tiñe de ira, como hemos
escuchado que hicieron Santiago y Juan cuando, ante el rechazo de los
samaritanos, dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que
acabe con ellos? Pero utilizar la libertad para dar cauce a la ira conduce a
que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud, como decía san Pablo, y tiene
consecuencias nefastas: mordiéndoos y devorándoos unos a otros acabaréis por
destruiros mutuamente.
Ante la excesiva crispación y
violencia en tantos ambientes, y sus lamentables consecuencias, el Señor nos
pide a que le sigamos. Y seguro que, como ocurrió a Santiago y Juan, en nuestro
camino vamos a encontrarnos con situaciones ante las cuales nos parecería
justificadísimo reaccionar con ira. Pero el Señor nos pide una “libertad sin
ira”: Manteneos firmes… caminad según el Espíritu, porque toda la ley se cumple
en una sola frase, que es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Incluso nos
llama a ir más allá: sed esclavos unos de otros por amor. Y esto no se pone a
nuestra libertad, todo lo contrario, porque “la libertad alcanza su perfección
cuando está ordenada a Dios, el supremo Bien”. (1744) Cuando vivimos con
libertad y sin ira es cuando podemos seguir de verdad al Señor, asumiendo las
exigencias de ese seguimiento y “quemando”, como Eliseo, lo que caracterizaba
nuestro estilo de vida anteriormente.
ACTUAR.-
¿Noto ambiente de crispación y
violencia a mi alrededor? ¿Lo he sufrido, o lo favorezco con mi comportamiento
y actitudes? ¿En alguna ocasión he deseado que baje fuego sobre algo o alguien?
¿Me siento libre, o hay alguna esclavitud en mi vida? ¿Hago un buen uso de mi libertad,
con los demás y con Dios? ¿Asumo libremente las exigencias que conlleva seguir
a Jesús, ser un cristiano coherente, o las vivo como una imposición que coarta
algún aspecto de mi libertad? ¿Estoy dispuesto, libremente, a hacerme “esclavo
de otros” por amor?
La libertad ha sido una de las grandes aspiraciones del ser humano, pero “el ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier cosa” (1740), y menos aún el derecho a recurrir a la ira en nombre de la propia libertad. Y por eso, muchas personas siguen sin ser ni sentirse verdaderamente libres. Que nuestro seguimiento de Jesús muestre que para la libertad nos ha liberado Cristo y nos lleve a que se cumpla el estribillo de la canción: “Hay libertad sin ira y si no la hay, sin duda la habrá”.