“DESCANSARÁ SOBRE ELLOS VUESTRA PAZ”
PRIMERA LECTURA:
“Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz” (Isaías
66, 10-14c)
SALMO:
”Aclamad al Señor, tierra entera” (Salmo 65)
SEGUNDA LECTURA:
“Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús” (Gálatas 6, 14-18)
EVANGELIO:
(Lucas 10,1-12.17-20)
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: - «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.”Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios”.Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.» Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: - «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» Él les contestó: - «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.».
FESTEJAR
VER.-
Llegados a estas fechas, se nota en el ambiente un aire diferente, sobre todo para quienes pueden tener vacaciones: muchos las han comenzado ya, otros las comenzarán en pocos días o semanas. Ha terminado el curso escolar, muchos centros de trabajo cierran unos días o hacen horarios especiales… También en las comunidades parroquiales ha finalizado el curso pastoral y cesan la mayoría de actividades habituales, se hace una evaluación de lo que han sido estos meses pasados, se realizan otras diferentes como campamentos, se celebran las fiestas patronales… Todo lo cual da un tono diferente a este tiempo y, aunque sigamos trabajando, nos damos cuenta de que agradecemos y necesitábamos este cambio.
JUZGAR.-
En este ambiente, la Palabra de
Dios de este domingo nos hace una llamada a algo especialmente apropiado para
estas fechas como es “festejar”, hacer fiesta, celebrar con alegría y agrado.
Así lo hemos escuchado en la 1ª lectura: Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis… Este pasaje corresponde al último capítulo del libro de
Isaías: el pueblo ha regresado a Jerusalén, tras la dura prueba del destierro
y, aunque los ánimos están decaídos y queda mucho trabajo por hacer, restaurar
la ciudad, reconstruir el templo… el sentimiento predominante ha de ser la
alegría.
Y en el Evangelio hemos escuchado
que designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de Él, de dos en
dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y los setenta y dos
volvieron con alegría.
Al realizar la evaluación del
curso pastoral, podemos identificarnos con el pueblo de Israel: estos meses
pasados seguramente habrán tenido momento de prueba, de cansancio, de no tener
claro el rumbo… Y somos conscientes de que queda mucho por hacer, mucho que
“construir y restaurar”… y se nos presenta una tarea abrumadora… Pero
precisamente por eso, ahora necesitamos “festejar” para recuperar el ánimo y
las fuerzas.
Pero también podemos
identificarnos con los setenta y dos del Evangelio. Quizá, junto con problemas,
desencuentros, dificultades… hemos encontrado avances, cosas que han salido
bien y que nos hacen sentir alegres al terminar el curso, y necesitamos
celebrarlo, como indica el Papa Francisco en “Evangelii gaudium” 24: “la
comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada
pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización”.
Y Jesús se encarga de recordarnos
cuál debe ser el verdadero fundamento de nuestro festejar: no estéis alegres
porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están
inscritos en el cielo. No sólo debemos festejar cuando las cosas nos salen
bien, cuando obtenemos “éxitos” pastorales, porque éstos pueden darse o no. El
fundamento de nuestra fiesta es, precisamente, saber que el Señor cuenta con
nosotros para la misión evangelizadora, y que nos asegura que, más allá de
obstáculos, problemas, fracasos… nuestros nombres ya están inscritos en el
cielo.
Desde esta certeza cobran sentido las palabras de san Pablo en la 2ª lectura: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. San Pablo no es masoquista, no valora el sufrimiento por el sufrimiento. San Pablo sabe que el plan de salvación de Dios pasa por la Cruz, pero como Jesús la ha vencido, podemos festejar en medio de los problemas, porque sabemos de la cruz brota la vida.
¿Cómo afronto estas próximas
semanas, noto un ambiente diferente? ¿Voy a poder tener vacaciones? ¿En la
parroquia hemos hecho evaluación del curso pastoral? ¿Hemos encontrado motivos
para sentirnos alegres, para festejar? ¿Sentimos que nuestros nombres están
inscritos en el cielo? ¿Esto nos da fuerzas para continuar, a pesar de pruebas,
cansancios y contratiempos?
El Señor nos pide que festejemos,
que celebremos con alegría el trabajo realizado en los meses pasados. Y hay
muchas formas de festejar, pero el Papa Francisco nos recuerda la principal:
“la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad
evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”. (EG 24) Si la
Eucaristía siempre debería ser una fiesta, hoy especialmente lo destacamos:
celebramos el domingo para dar gracias a Dios, individual y comunitariamente, porque
ha puesto en nuestras manos la misión evangelizadora, porque Él nos acompaña,
recordándonos que ha vencido la Cruz y porque, unidos a los demás obreros de la
mies, nuestros nombres están inscritos en el cielo.