AQUEL QUE NO RENUNCIA A TODOS SUS BIENES NO PUEDE SER DISCÍPULO MÍO
4 de septiembre de 2022
PRIMERA LECTURA:
“¿Quién se imaginará lo que el Señor quiere?” (Sabiduría 9,
13-18)
SALMO:
”Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en
generación” (Salmo 89)
SEGUNDA LECTURA:
“Recóbralo, no como esclavo, sino como un hermano querido”
(Filemón 9b-10.12-17)
EVANGELIO: (Lucas 14, 25-33)
Le seguía mucha gente. Él se
volvió y les dijo: «Si uno viene a mí y no deja a su padre y a su madre, a su
mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, y aun su propia vida, no puede ser
discípulo mío. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi
discípulo. Porque, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se
sienta primero para calcular los gastos y ver si tendrá para terminarla? No sea
que, si pone los cimientos y no puede acabar la obra, todos los que se enteren
comiencen a burlarse de él, diciendo: Éste comenzó a construir y no ha podido
terminar. O ¿qué rey, si va a ir a la guerra contra otro, no se sienta antes a
considerar si puede enfrentarse con diez mil al que viene contra él con veinte
mil? Y si ve que no, cuando todavía está lejos, envía una embajada pidiendo la
paz. Así pues, el que de vosotros no renuncie a todos sus bienes, no puede ser
mi discípulo.
“NO PUEDO CON MI
VIDA”
VER.-
Son muchas las personas adultas
que, en un momento dado, piensan: “No puedo con mi vida”. No se trata de una
frase hecha que decimos tras unos días de más o menos trabajo y agobio. Es un
sentimiento más profundo y más serio, por la certeza de haber llegado a un
punto en el que no se ve futuro. Unas veces se debe a circunstancias externas
más o menos repentinas (crisis económica, ruptura de relaciones, enfermedades
graves…) que rompen todos los proyectos. Pero otras veces ese sentimiento surge
al constatar que, durante muchos años, ha habido una serie de decisiones y
actitudes tomadas de forma irreflexiva, que nos han ido metiendo en ese
callejón sin salida.
JUZGAR.-
Las personas no tenemos nuestra vida planificada de antemano; debemos
ir escogiendo, con libertad, el camino que queremos seguir, y somos
responsables de las decisiones que tomemos. Por eso la Palabra de Dios de este
domingo nos invita a la reflexión, a pensar las cosas antes de hacerlas, para
poder tomar una decisión lo más adecuada posible: ¿Quién de vosotros, si quiere
construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene
para terminarla? ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero
a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con
veinte mil? Porque la falta de reflexión a la hora de tomar decisiones tiene
consecuencias negativas: no terminar el proyecto de vida, la derrota y el
fracaso… y sentir que ya “no puedo con mi vida”.
Y es cierto que no podemos tener nuestra vida totalmente planificada y
controlada, menos aún en esta época de cambio y de transformaciones aceleradas
en todos los ámbitos. Pero el Señor nos acompaña en nuestro proceso de
reflexión y discernimiento para que “podamos con nuestra vida”. Él se nos
ofrece como el Camino, la Verdad y la Vida (cfr. Jn 14, 6) y nos invita a que
tomemos libremente y responsablemente la decisión de seguirle, recordándonos
las exigencias de su seguimiento, para que no tomemos la decisión a la ligera y
luego sintamos que ya no podemos con nuestra vida: Si alguno viene a mí y no
pospone a su padre… e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Posponer
no es rechazar ni abandonar, es dejar de hacer algo momentáneamente, con la
intención de retomarlo más adelante. ¿Estoy dispuesto a posponer asuntos
familiares, laborales, intereses personales… por seguir a Jesús como discípulo
suyo? ¿Qué me cuesta más?
Seguramente seremos capaces de posponer muchas cosas para seguir a
Jesús, pero no es suficiente:
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser
discípulo mío. ¿Estoy dispuesto a cargar con mi cruz cada día? ¿Qué o quién
conforma esa cruz? ¿Acepto la “cruz” que supone seguir a Jesús?
Cargar con la propia cruz y con la cruz que conlleva ser discípulos de
Jesús ya cuesta mucho más, sería muy humano echarnos atrás, pero nos
quedaríamos como la torre del Evangelio: sin terminar.
Pero Jesús lo que quiere es que
“podamos con nuestra vida” y podamos “terminarla”. Por eso nos dice: Todo aquel
que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío. No se trata de
vivir en la pobreza, pero quizá parte de ese sentimiento de que “no puedo con
mi vida” viene porque he dado a mis “bienes” (en su sentido más amplio) un
espacio demasiado amplio, ocupando incluso el lugar de Dios; les he dado
excesiva importancia y llega un momento en que “me pesan”. ¿Estoy dispuesto a
“renunciar” a todo lo que me estorba e impide seguir a Jesús como discípulo
suyo?
ACTUAR.-
¿He experimentado que ya “no puedo con mi vida”? ¿A qué creo que se
debe? ¿Hubo decisiones que tomé de forma irreflexiva y tuvieron consecuencias
negativas? ¿Quiero “poder con mi vida”? ¿De verdad, en la práctica, muestro con
obras y palabras que Jesús es mi Camino, Verdad y Vida? ¿Estoy dispuesto a ser
discípulo y apóstol de Jesús y seguirle con libertad? ¿Estoy dispuesto a
posponer, cargar o renunciar a todo lo que dificulta ese seguimiento?
Son muchas las personas, cada vez
más, cuyos proyectos se han visto truncados, fracasados y sienten que ya “no
pueden con su vida”, y debemos acompañarlas y ayudarlas. Para eso, nosotros
debemos tomar libre y responsablemente la mejor decisión de nuestra vida:
posponer, cargar y renunciar a lo que sea necesario para ser discípulos y
apóstoles del Señor, el único Camino, Verdad y Vida, que se hace compañero de
camino para que todos “podamos con nuestra vida”.