RECIBISTE BIENES, Y LÁZARO MALES; AHORA ÉL ES AQUÍ CONSOLADO, MIENTRAS QUE TÚ ERES ATORMENTADO
25 de septiembre de 2022
PRIMERA LECTURA:
“Hora se acabará la orgía de los disolutos’” (Amós 6,
1a.4-7)
SALMO:
“Alaba, alma mía, al Señor” (Salmo 145)
SEGUNDA LECTURA:
“Guarda el mandamiento hasta la manifestación del Señor”
(1Timoteo 6, 11-16)
EVANGELIO: (Lucas 16, 19-31)
«Había un hombre rico que se
vestía de púrpura y de lino y banqueteaba a diario espléndidamente. Un pobre, llamado Lázaro, cubierto de
úlceras, estaba sentado a la puerta del rico;
quería quitarse el hambre con lo que caía de la mesa del rico; hasta los
perros se acercaban y le lamían sus úlceras.
Murió el pobre, y los ángeles le llevaron al seno de Abrahán. Murió
también el rico, y lo enterraron. Y
estando en el infierno, entre torturas, levantó los ojos y vio a lo lejos a
Abrahán, y a Lázaro a su lado. Y gritó:
Padre Abrahán, ten compasión de mí y envía a Lázaro para que moje en agua la
yema de su dedo y refresque mi lengua, porque me atormentan estas llamas. Abrahán repuso: Hijo, acuérdate que ya
recibiste tus bienes durante la vida, y Lázaro, por el contrario, males. Ahora
él está aquí consolado, y tú eres atormentado.
Y no es esto todo. Entre vosotros y nosotros hay un gran abismo, de tal
manera que los que quieran ir de acá para allá no puedan, ni los de allí venir
para acá. El rico dijo: Entonces, padre,
te ruego que le envíes a mi casa paterna,
pues tengo cinco hermanos, para que les diga la verdad y no vengan
también ellos a este lugar de tormentos.
Abrahán respondió: Ya tienen a Moisés y a los profetas; ¡que los
escuchen! Pero él dijo: No, padre
Abrahán; que si alguno de entre los muertos va a verlos, se arrepentirán. Abrahán contestó: Si no escuchan a Moisés y a
los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto».
“¿ESCUCHAMOS?”
VER.-
Las olas de calor que hemos
sufrido este verano, junto con los incendios forestales y la enorme sequía que
padecemos, ha hecho que muchas personas hayan caído ahora en la cuenta de que
lo del “cambio climático” es verdad. Desde hace muchos años hemos oído hablar
de este tema, de las consecuencias que acarrearía, de las medidas que había que
adoptar… pero hasta que hemos alcanzado temperaturas récord y se han quemado
cientos de miles de hectáreas, no hemos empezado a convencernos de que el
problema es real. Aun así, muchos siguen sin cambiar hábitos, pensando que ese
problema no va con ellos y que su estilo de vida no tiene consecuencias.
JUZGAR.-
A menudo oímos hablar acerca de graves situaciones y problemas
generales pero que, como no nos afectan directamente, no provocan en nosotros
ninguna reacción. “Oímos”, pero no escuchamos, no prestamos atención, y por eso
no nos convencemos de la gravedad del problema. Y otro de esos graves problemas
generales, del que hace mucho que oímos hablar, es el de la pobreza, el
despilfarro de unos frente a millones de personas que mueren de hambre, de sed
o de enfermedades que podrían curarse. Y así nos lo ha recordado la Palabra de
Dios este domingo.
Ya en el siglo VIII antes de Cristo, Oseas denunciaba: Ay de aquéllos
que se sienten seguros… Se acuestan en lechos de marfil, se arrellanan en sus
divanes… se ungen con el mejor de los aceites, pero no se conmueven para nada
por la ruina de la casa de José. Y en el Evangelio, Jesús nos ha ofrecido la
parábola del pobre Lázaro: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de
lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su
portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa
del rico.
¿Cuántas veces hemos oído estas palabras? ¿Cuántas veces hemos oído lo
que Cáritas y Manos Unidas, por ejemplo, nos dicen acerca de la pobreza y el
hambre en el mundo? ¿Cuántas veces hemos oído las cifras estadísticas? ¿Cuántas
veces hemos oído hablar de las consecuencias de una riqueza mal repartida, del
crecimiento de las “bolsas de pobreza”? Y, más allá de ofrecer nuestro
necesario donativo, ¿cuántas veces hemos “escuchado” de verdad esas palabras y
han provocado en nosotros un cambio en nuestros hábitos de consumo y en nuestro
estilo de vida?
Nadie puede considerarse “a salvo” de los problemas generales, menos
aún “excusado” de hacer lo que pueda. Por eso, desde la llamada que la Palabra
de Dios nos hace este domingo acerca de los pobres y del hambre, uniéndolo a
los graves problemas como la guerra, el cambio climático, la crisis energética…
hoy nos conviene “escuchar” algo que “oímos” al Papa Francisco hace más de dos
años, en pleno confinamiento, en el momento de oración el 27 de marzo de 2020:
“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y
desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados
a remar juntos. No podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo
juntos.
La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto
esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras
agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos
dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra
vida y a nuestra comunidad.
Hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo.
Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar
por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado
ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres
y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables,
pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.
En mi vida cotidiana, ¿voy a la mía o me siento unido a los demás,
compartiendo un destino común? ¿Me he dejado absorber por lo material? ¿Cuido
lo que alimenta, sostiene y da fuerza a mi vida? ¿“Escucho” las llamadas ante
guerras, injusticia, pobreza, problemas medioambientales… o sólo “oigo” los
datos pero no me siento interpelado ni reconozco mi parte de responsabilidad?
Como decía el final de la parábola: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto. Ante los graves problemas que aquejan a la humanidad, no nos quedemos en “oírlos”. “Escuchemos” lo que Jesús Resucitado nos dice en su Palabra y a través del grito de los pobres para convencernos de la necesidad de adoptar un estilo de vida cada vez más evangélico, como decía san Pablo: busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre para que todos puedan tener parte en los bienes que Dios ha puesto en este mundo para todos sus hijos.