¡SI TUVIERAIS FE!
2 de octubre de 2022
PRIMERA LECTURA:
“El justo por su fe vivirá’” (Habacuc 1,2-3;2,2-4)
SALMO:
“Ojalá escuchéis la voz del Señor: no endurezcáis vuestro
corazón” (Salmo 94)
SEGUNDA LECTURA:
“No te avergüences del testimonio de nuestro Señor” (2
Timoteo 1,6-8.13-14)
EVANGELIO: Lucas 17, 5-10
Los apóstoles le dijeron: «Acrecienta nuestra fe». Y el Señor dijo:
«Si tuvierais una fe tan grande como un grano de mostaza y dijerais a este
sicómoro: Arráncate y trasplántate al mar, él os obedecería».
« ¿Quién de vosotros, que tenga
un criado arando o pastoreando, le dice cuando llega del campo: Pronto, ven y
siéntate a la mesa? Más bien le dirá: Prepárame de cenar, y ponte a servirme
hasta que yo coma y beba. Después comerás y beberás tú. ¿Tendría que estar
agradecido al criado porque hizo lo que se le había ordenado? Así también vosotros,
cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles;
hemos hecho lo que debíamos hacer».
“HASTA CUÁNDO? ¿POR
QUÉ?”
VER.-
A nadie nos gusta esperar. Cuando
estamos esperando el autobús o el tren, o en la consulta del médico, o para que
nos atiendan en cualquier sitio, y vemos que van con retraso, empezamos a
ponernos nerviosos y a protestar, aunque nuestras protestas no suelen servir
para solucionar el problema. Muchas veces el retraso no se debe a mala
voluntad, sino a circunstancias de fuerza mayor que impiden que se cumplan los
horarios y planes previstos, y no nos queda otra que aguantarnos y esperar que
pronto podamos dejar de esperar.
JUZGAR.-
Tampoco nos gusta esperar a que
Dios actúe, ya sea en temas personales como en temas sociales, eclesiales, en
los grandes problemas y retos de la humanidad… Vemos necesaria una actuación
urgente de Dios, y se lo pedimos insistentemente, hacemos oraciones, ayunos,
penitencias… pero esa actuación no se produce, y decimos como el profeta
Habacuc: ¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me oigas, te gritaré:
¡Violencia!, sin que me salves? ¿Por qué pones ante mí destrucción y
violencia…?
Todos hemos hecho a Dios estas
dos preguntas, “¿Hasta cuándo?” y “¿Por qué?”, ante situaciones difíciles a las
que no se ve final ni solución, unas veces con dolor, otras veces con enfado y
rabia, y no hay que asustarse de ello: con Dios no tenemos que ser “piadosos”,
con Dios tenemos que ser sinceros, y tanto valor tiene la oración que se hace
en estado de paz interior como la que hacemos con rabia. A lo largo de toda la
Biblia encontramos personajes que han suplicado, llorado y gritado a Dios en su
oración. El mismo Jesús, como nos recuerda la Carta a los Hebreos, en los días
de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al
que podía salvarlo de la muerte (Hb 5, 7).
Y Dios no se hace el sordo ante
esas preguntas nuestras, como también decía la 1ª lectura: la visión tiene un
plazo, pero llegará a su término sin defraudar. No es que Dios se haga de
rogar, sino que, como dice el autor de la segunda carta de san Pedro: no
olvidéis una cosa, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un
día. El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene
paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos
accedan a la conversión (2Pe 3, 8-9).
Se nos olvida que los tiempos de
Dios no tienen por qué coincidir con los que nosotros creemos más adecuados.
Dios reconoce que, desde nuestro punto de vista, nos puede parecer que su actuación
lleva retraso, por eso también ha dicho: si se atrasa, espera en ella, pues
llegará… Y nos hace una llamada: el justo por su fe vivirá. La fe es la que nos
hace entrar en la dinámica de Dios y, aunque no entendamos su proceder,
aprender a esperar en “sus tiempos”, no en “nuestros tiempos”. Por eso también
es totalmente legítima la petición que los Apóstoles hicieron al Señor:
Auméntanos la fe, porque ante las angustias, tristezas y problemas que nos
amenazan necesitamos entrar en la dinámica que Dios. Y Jesús nos responde lo
mismo: Si tuvierais fe como un granito de mostaza… No es cuestión de cantidad,
sino de calidad. Y ya tenemos lo necesario para tener una fe de “calidad”.
Como nos decía la 2ª lectura, te
recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti… y ese don de Dios es el
Espíritu santo que habita en nosotros. Cuando nos parezca que la acción de Dios
lleva retraso, cuando algo nos haga preguntarnos “¿Hasta cuándo?” y “¿Por
qué?”, invoquemos al Espíritu Santo para recordar que Dios no nos ha dado un
espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza.
ACTUAR.-
¿Cómo reacciono cuando algo se
atrasa y debo esperar? ¿Pienso que Dios “se atrasa” a la hora de atender
nuestras peticiones? ¿Soy de verdad sincero con Dios en la oración? ¿Qué me
hace gritarle “¿Hasta cuándo?” y “¿Por qué?”? ¿Le pido que aumente mi fe? ¿Me
acuerdo de que ya tengo lo necesario para tener una fe de “calidad”? ¿Invoco al
Espíritu Santo con frecuencia?
Como hemos repetido en el Salmo:
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor. Es verdad que hay muchas situaciones,
cada vez más, que necesitamos que sean atendidas por Dios, y nos parece que se
atrasa, No dudemos en preguntarle “¿Hasta cuándo?” y “¿Por qué?” pero al mismo
tiempo “vivamos por la fe”. Aunque somos esos siervos inútiles, pidamos al
Espíritu Santo que cada día nos dé espíritu de fortaleza, de amor y de
templanza, para tomar parte en los padecimientos por el Evangelio, según la
fuerza de Dios, mientras esperamos con fe esa acción de Dios que tanto
necesitamos.