XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
¿NO HA HABIDO QUIEN VOLVIERA A DAR GLORIA A DIOS MÁS QUE
ESTE EXTRANJERO?
9 de octubre de 2022
PRIMERA LECTURA:
“Volvió Naamán al hombre de Dios y alabó al Señor’” (2 Reyes
5, 14-17)
SALMO:
“El Señor revela a las naciones su salvación” (Salmo 97)
SEGUNDA LECTURA:
“Si perseveramos, también reinaremos con Cristo” (2 Timoteo
2, 8-13)
EVANGELIO: (Lucas 17, 11-19)
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasó por
entre Samaría y Galilea. Al entrar en una aldea, salieron diez leprosos a su
encuentro, que se detuvieron a distancia y se pusieron a gritar: «Jesús,
maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a
los sacerdotes». Y mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, al verse
curado, volvió alabando a Dios en voz alta y se echó a los pies de Jesús,
dándole gracias. Éste era samaritano. Jesús dijo: «¿No han quedado limpios los
diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No hubo quien volviera a dar gracias a
Dios, sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, anda; tu fe te ha
salvado».
ENTRE CURACIÓN Y SALVACIÓN
VER.-
Al desencadenarse la pandemia por
la covid-19, o la “viruela del mono”, caímos en la cuenta de la necesidad de
tener los medios sanitarios suficientes para luchar contra esas y otras
enfermedades; y quienes vivimos en países desarrollados deberíamos dar gracias
todos los días por contar con esos medios para curarnos. Pero sabemos que, por
muchos medios de que dispongamos, nunca podremos estar completamente libres de
las enfermedades: aunque nos curemos de una, después vendrá otra, y otra… y así
hasta el final de nuestra vida, porque esto forma parte de la condición humana.
Por eso, más que “curación”, lo que de verdad deberíamos desear es “salvación”,
estar libres de peligros, sabernos seguros para siempre.
JUZGAR.-
Hoy la Palabra de Dios nos
plantea la diferencia entre “curación” y “salvación”, una “salvación” que
afecta no sólo a la salud corporal, sino todo nuestro ser: cuerpo, mente y
alma. En la 1ª lectura, el sirio Naamán, que padecía lepra, quería curarse y
bajó y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra de Eliseo, el
hombre de Dios, y quedó limpio de su lepra. Y, en el Evangelio, diez hombres
leprosos vinieron al encuentro de Jesús porque también querían curarse y a
gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Les dijo: “Id a
presentaros a los sacerdotes”. Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron
limpios. Y hemos escuchado sus diferentes reacciones: Naamán quiere hacer un
regalo a Eliseo: Recibe un presente de tu siervo, como a veces hacemos nosotros
con un médico que nos ha curado, para mostrarle nuestro agradecimiento. En el
caso de los diez leprosos, nueve de ellos, una vez limpios, continúan su camino
sin más, como también hacemos nosotros a veces, cuando nos hemos restablecido
de una enfermedad y no nos acordamos del médico. Pero, como hemos dicho, aunque
ahora han obtenido la curación física, en el futuro sufrirían otras
enfermedades.
Por eso, la Palabra de Dios nos
invita hoy a mirar más allá de la curación, hacia la salvación, que sólo Dios
puede darnos y lo ha hecho en Jesús, su Hijo hecho hombre, crucificado y
resucitado. Así, ante el hecho de su curación física, Naamán afirma: no hay en
toda la tierra otro Dios que el de Israel… tu servidor no ofrecerá ya
holocausto ni sacrificio a otros dioses más que al Señor. Y el leproso
samaritano, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes
gritos y se postró a los pies de Jesús, dándole gracias. Por ese reconocimiento
de la acción de Dios, Jesús le dice: tu fe te ha salvado.
Ambos no sólo han obtenido una curación
física y temporal, sino algo mucho más profundo: han encontrado a Dios, el Dios
de la Vida, y con Él pueden sentirse “salvados”, libres y seguros porque Dios,
en Jesús, ha vencido las fronteras del dolor, del sufrimiento y de la muerte.
La curación está limitada a este
mundo; la salvación se arraiga ya en este mundo, en sus circunstancias a menudo
muy difíciles y dolorosas, pero nos hace vivirlas con un nuevo sentido porque
se proyecta hacia Dios y su promesa de plenitud, que es lo que anhelamos.
De ahí la llamada de san Pablo en
la 2ª lectura: Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. La
dureza de la enfermedad, de cualquier sufrimiento, lógicamente hace que
busquemos ante todo la curación física. Pero esa situación puede convertirse
además en una ocasión de encontrar la salvación en Jesucristo Resucitado si,
como Naamán y el leproso samaritano, reconocemos la presencia y acción de Dios
en ese proceso. Incluso aunque no alcancemos la curación física, podemos
sentirnos “salvados”, porque descubrimos que no estamos solos, que Jesús nos
acompaña en nuestra cruz y, como decía san Pablo, si morimos con Él, también
viviremos con Él
ACTUAR.-
¿Soy agradecido con Dios cuando
he salido de alguna enfermedad o algún trance apurado? ¿Entiendo la diferencia
entre “curación” y “salvación”? ¿Deseo y busco la salvación en Jesucristo?