ESTAD EN VELA PARA ESTAR PREPARADOS
27 de noviembre de 2022
PRIMERA LECTURA:
“El Señor congrega a todas las naciones en la paz eterna del
Reino de Dios” (Isaías 2, 1-5)
SALMO:
“Vamos alegres a la casa del Señor” (Salmo 121)
SEGUNDA LECTURA:
“La salvación está más cerca de nosotros” (Romanos
13,11-14a)
EVANGELIO: Mateo 24, 37-44
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En
los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y
las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando
menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá
cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo
llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la
llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué
día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora
de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un
boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la
hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
LA GRAN ESPERANZA
VER.-
Si preguntáramos a la gente:
“¿Usted qué espera?”, la mayoría de las respuestas serían muy similares: a
nivel general, que termine la guerra de Ucrania, que bajen los precios, que
mejore la situación económica, que termine la sequía… A nivel particular, quizá
recuperarse de una enfermedad, o encontrar un trabajo… Son esperanzas muy
lógicas, porque son las que sentimos que nos afectan más directamente y las que
más nos preocupan y “llenan” nuestra vida. Pero como la mayoría de las veces
esas esperanzas quedan frustradas, acabamos por “des-esperar” y, por eso,
también dejamos de mirar más allá, y renunciamos a tener grandes esperanzas
porque: “¿para qué?”
JUZGAR.-
Hoy comenzamos el tiempo de
Adviento, un camino de preparación que nos debe llevar a vivir la Navidad, y
cuya característica principal es la esperanza. Pero la realidad hace que
resulte muy difícil vivir este tiempo con y desde la esperanza.
Hemos escuchado en la 1ª lectura
esa visión de Isaías: De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra,
pero a la vista de lo que está ocurriendo con la guerra en Ucrania, y con otras
guerras, la verdad es que cuesta esperar que eso se haga realidad. Como dice el
Papa Francisco en “Fratelli tutti”: “El ‘todo está mal’ es respondido con un
‘nadie puede arreglarlo’, ‘¿qué puedo hacer yo?’”. De esta manera, se nutre el
desencanto y la desesperanza” (75).
Pero también dice el Papa que “la
esperanza no es optimismo, no es esa capacidad de mirar las cosas con buen
ánimo e ir adelante, y no es tampoco sencillamente una actitud positiva. Esto
es algo bueno, pero no es la esperanza” (29 octubre 13). La esperanza cristiana
no es un sentimiento o un deseo de que “algo bueno ocurra”; la esperanza
cristiana tiene un nombre: Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que murió
en la Cruz y resucitó para nuestra salvación. La esperanza cristiana es “un encuentro,
es encontrarse con el Señor”; por eso “es una virtud que nunca decepciona: si
esperas, nunca te decepcionará” (23 octubre 18).
La Navidad es el encuentro de
Dios con el ser humano: Dios mismo se hace hombre para llegar hasta nosotros.
Estamos llamados a ese encuentro, ésa es la gran esperanza que debe movernos, y
por eso necesitamos el Adviento, tiempo de espera y tiempo de esperanza.
Es cierto que la realidad,
personal y social, es la que es, pero el Adviento nos prepara para encontrarnos
con el Señor porque nos invita a salir de lo inmediato, de lo que nos afecta
más directamente, de nuestras “des-esperanzas”, abriendo nuestra mirada y
nuestros horizontes porque “la fe en Jesús conduce a una esperanza que va más
allá, a una certeza fundada no sólo en nuestras cualidades y habilidades, sino
en la Palabra de Dios, en la invitación que viene de Él”. (141)
Y la invitación que Él nos hace
en este primer domingo de Adviento es: Estad bien preparados, porque a la hora
que menos penséis viene el Hijo del hombre. El Señor nos asegura que “viene”,
ésa debe ser nuestra gran esperanza, y en su Palabra nos apoyamos para
prepararnos a su venida. Una preparación al alcance de todos, porque “la
esperanza es concreta, es cotidiana. Y cada vez que nos encontramos con Jesús
en la Eucaristía, en la oración, en el Evangelio, en los pobres, en la vida
comunitaria, cada vez damos un paso más hacia este encuentro definitivo”. (23
octubre 18)
ACTUAR.-
¿Qué espero yo, cuáles son mis
esperanzas? ¿Me afecta la “des-esperanza”? ¿Tengo presente la gran esperanza
que es la venida de Cristo? ¿Me preparo para dicho encuentro?
En la oración colecta hemos
pedido: “Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir al
encuentro de Cristo que viene”. Y por eso decía San Pablo en la 2ª lectura:
Comportaos reconociendo el momento en que vivís… porque ahora la salvación está
más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. Cada Adviento nos acerca un
poco más a la salvación que el Hijo de Dios, naciendo como hombre, trajo para
todos, y ésta es la gran esperanza que debemos mantener y alimentar, a pesar de
las otras “des-esperanzas”.
Por eso, como escribió el Papa
Benedicto XVI en “Dios es amor”: “La esperanza se relaciona prácticamente con
la virtud de la paciencia, que no desfallece ni siquiera ante el fracaso
aparente, y con la humildad, que reconoce el misterio de Dios y se fía de Él
incluso en la oscuridad. La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y
así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es
amor. De este modo transforma nuestra impaciencia y nuestras dudas en la
esperanza segura de que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante las
oscuridades, al final vencerá Él”.