sábado, 26 de noviembre de 2022

I DOMINGO DE ADVIENTO

ESTAD EN VELA PARA ESTAR PREPARADOS

27 de noviembre de 2022

PRIMERA LECTURA:

“El Señor congrega a todas las naciones en la paz eterna del Reino de Dios” (Isaías 2, 1-5)

SALMO:

“Vamos alegres a la casa del Señor” (Salmo 121)

SEGUNDA LECTURA:

“La salvación está más cerca de nosotros” (Romanos 13,11-14a)

EVANGELIO: Mateo 24, 37-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

LA GRAN ESPERANZA

VER.-

Si preguntáramos a la gente: “¿Usted qué espera?”, la mayoría de las respuestas serían muy similares: a nivel general, que termine la guerra de Ucrania, que bajen los precios, que mejore la situación económica, que termine la sequía… A nivel particular, quizá recuperarse de una enfermedad, o encontrar un trabajo… Son esperanzas muy lógicas, porque son las que sentimos que nos afectan más directamente y las que más nos preocupan y “llenan” nuestra vida. Pero como la mayoría de las veces esas esperanzas quedan frustradas, acabamos por “des-esperar” y, por eso, también dejamos de mirar más allá, y renunciamos a tener grandes esperanzas porque: “¿para qué?”

JUZGAR.-

Hoy comenzamos el tiempo de Adviento, un camino de preparación que nos debe llevar a vivir la Navidad, y cuya característica principal es la esperanza. Pero la realidad hace que resulte muy difícil vivir este tiempo con y desde la esperanza.

Hemos escuchado en la 1ª lectura esa visión de Isaías: De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra, pero a la vista de lo que está ocurriendo con la guerra en Ucrania, y con otras guerras, la verdad es que cuesta esperar que eso se haga realidad. Como dice el Papa Francisco en “Fratelli tutti”: “El ‘todo está mal’ es respondido con un ‘nadie puede arreglarlo’, ‘¿qué puedo hacer yo?’”. De esta manera, se nutre el desencanto y la desesperanza” (75).

Pero también dice el Papa que “la esperanza no es optimismo, no es esa capacidad de mirar las cosas con buen ánimo e ir adelante, y no es tampoco sencillamente una actitud positiva. Esto es algo bueno, pero no es la esperanza” (29 octubre 13). La esperanza cristiana no es un sentimiento o un deseo de que “algo bueno ocurra”; la esperanza cristiana tiene un nombre: Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que murió en la Cruz y resucitó para nuestra salvación. La esperanza cristiana es “un encuentro, es encontrarse con el Señor”; por eso “es una virtud que nunca decepciona: si esperas, nunca te decepcionará” (23 octubre 18).

La Navidad es el encuentro de Dios con el ser humano: Dios mismo se hace hombre para llegar hasta nosotros. Estamos llamados a ese encuentro, ésa es la gran esperanza que debe movernos, y por eso necesitamos el Adviento, tiempo de espera y tiempo de esperanza.

Es cierto que la realidad, personal y social, es la que es, pero el Adviento nos prepara para encontrarnos con el Señor porque nos invita a salir de lo inmediato, de lo que nos afecta más directamente, de nuestras “des-esperanzas”, abriendo nuestra mirada y nuestros horizontes porque “la fe en Jesús conduce a una esperanza que va más allá, a una certeza fundada no sólo en nuestras cualidades y habilidades, sino en la Palabra de Dios, en la invitación que viene de Él”. (141)

Y la invitación que Él nos hace en este primer domingo de Adviento es: Estad bien preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. El Señor nos asegura que “viene”, ésa debe ser nuestra gran esperanza, y en su Palabra nos apoyamos para prepararnos a su venida. Una preparación al alcance de todos, porque “la esperanza es concreta, es cotidiana. Y cada vez que nos encontramos con Jesús en la Eucaristía, en la oración, en el Evangelio, en los pobres, en la vida comunitaria, cada vez damos un paso más hacia este encuentro definitivo”. (23 octubre 18)

ACTUAR.-

¿Qué espero yo, cuáles son mis esperanzas? ¿Me afecta la “des-esperanza”? ¿Tengo presente la gran esperanza que es la venida de Cristo? ¿Me preparo para dicho encuentro?

En la oración colecta hemos pedido: “Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene”. Y por eso decía San Pablo en la 2ª lectura: Comportaos reconociendo el momento en que vivís… porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. Cada Adviento nos acerca un poco más a la salvación que el Hijo de Dios, naciendo como hombre, trajo para todos, y ésta es la gran esperanza que debemos mantener y alimentar, a pesar de las otras “des-esperanzas”.

Por eso, como escribió el Papa Benedicto XVI en “Dios es amor”: “La esperanza se relaciona prácticamente con la virtud de la paciencia, que no desfallece ni siquiera ante el fracaso aparente, y con la humildad, que reconoce el misterio de Dios y se fía de Él incluso en la oscuridad. La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor. De este modo transforma nuestra impaciencia y nuestras dudas en la esperanza segura de que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante las oscuridades, al final vencerá Él”.