viernes, 4 de noviembre de 2022

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 NO ES DIOS DE MUERTOS, SINO DE VIVOS

6 de noviembre de 2022

PRIMERA LECTURA:

“El Rey del universo nos resucitará para una vida eterna” (2 Macabeos 7,1-2.9-14)

SALMO:

“Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor” (Salmo 16)

SEGUNDA LECTURA:

“Que el Señor os dé fuerza para toda clase de palabra y obras buenas” (2 Tesalonicenses 2,16-3,5)

EVANGELIO:  (Lucas 20, 27-38)

Se le acercaron unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos prescribió: Si el hermano de uno muere, dejando mujer, sin hijos, su hermano debe casarse con la viuda y dar descendencia al hermano. Eran siete hermanos. El primero se casó, y murió sin dejar hijos. El segundo y el tercero, y así hasta el séptimo, se casaron con la viuda, y murieron sin dejar hijos. Finalmente murió también la mujer. En la resurrección, ¿de quién de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer». Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo se casan unos con otros; pero los que han sido dignos de tener parte en el otro mundo y en la resurrección de los muertos, hombres y mujeres, no se casarán. Ya no pueden morir, pues son como los ángeles, hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo da a entender en lo de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abrahán, Dios de Jacob, Dios de Isaac. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven».

LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE

VER.-

El martes pasado estuvimos celebrando la solemnidad de Todos los Santos y el miércoles la conmemoración de todos los Fieles Difuntos. Son días en los que se tiene especialmente presentes a los seres queridos que han muerto, pero muchos viven estos días como un simple recuerdo: se les echa en falta, pero resulta difícil creer en algo “más allá” de las fronteras de esta vida. Con la muerte termina todo e incluso el recuerdo, por muy querido que sea, se irá borrando con el tiempo.

JUZGAR.-

La Palabra de Dios de este domingo, en la 1ª lectura y en el Evangelio, nos ayuda a profundizar en lo que es un elemento esencial de la fe cristiana: creer en la resurrección de los muertos. Así, en la 1ª lectura hemos escuchado parte del martirio de unos hermanos macabeos, que hacen repetidamente una clara afirmación de su fe en la resurrección. Y en el Evangelio algunos saduceos intentan ridiculizar lo que Jesús dice respecto a la resurrección, proponiéndole el ejemplo absurdo de la mujer que estuvo casada con siete hermanos. Con esta Palabra, el Señor nos invita hoy a que revisemos nuestra fe en la resurrección, y en el Catecismo de la Iglesia Católica (988ss) encontramos las indicaciones al respecto.

Como rezamos todos los domingos, el Credo cristiano culmina con la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna. Nosotros creemos que, del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos, unidos a Él por el Bautismo, después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día.

En el Credo afirmamos “creo en la resurrección de la carne”. El término “carne” designa al ser humano en su condición de debilidad y de mortalidad. La “resurrección de la carne” significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros “cuerpos mortales” volverán a tener vida. En la 1ª lectura, los mártires macabeos confiesan: Cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del universo nos resucitará para una vida eterna… Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos resucitará. La fe en el Dios creador del ser humano todo entero, alma y cuerpo, fundamenta la esperanza en la resurrección corporal.

Pero desde el principio, la fe en la resurrección ha encontrado incomprensiones y oposiciones, como hemos escuchado en el Evangelio. Se acepta que, después de la muerte, la vida de la persona humana continúa de una forma espiritual. Pero ¿cómo creer que este cuerpo mortal pueda resucitar a la vida eterna? Quizá es que no nos hacemos una idea clara de qué es resucitar.

Cristo resucitó con su propio cuerpo, pero Él no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en Cristo todos resucitarán y su cuerpo será transfigurado en cuerpo de gloria, en “cuerpo espiritual”. En la muerte, el cuerpo cae en la corrupción, mientras que el alma va al encuentro con Dios y Él, en su omnipotencia, dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.

Y no debemos olvidar que la resurrección sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento, y que no es accesible más que desde la fe en Cristo Resucitado. El cristiano fundamenta su esperanza en la resurrección de Jesucristo: por la fe y el Bautismo queda unido a Jesucristo, muerto y resucitado, y espera seguir unido a Él después de la muerte, compartiendo la resurrección.

ACTUAR.-

Todos nos preguntamos qué ocurre después de la muerte. La vida del ser humano discurre entre alegrías y penas; trabajos, proyectos y fatigas. ¿Vale la pena amar, trabajar y luchar? ¿Podemos esperar algo después de la muerte? Es el gran interrogante de la vida humana.

Creer en la resurrección de la carne no es demostrable, pero es razonable. Jesús fundamenta la resurrección de los muertos afirmando que Dios no es Dios de muertos sino de vivos, porque para Él todos están vivos. Es verdad que Cristo nos resucitará en “el último día” pero gracias al Espíritu Santo que hemos recibido, la vida cristiana en la tierra es una participación en la muerte y en la Resurrección de Cristo, y podemos empezar a vivir, ya desde ahora, como hijos de la resurrección.