Domingo 12 de marzo de 2023
PRIMERA LECTURA:
“Danos agua de beber” (Éxodo 17, 3-7)
SALMO:
“Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis
vuestro corazón»” (Salmo 94)
SEGUNDA LECTURA:
“El amor ha sido derramado en nosotros por el Espíritu que
se nos ha dado” (Romanos 5, 1-2.5-8)
EVANGELIO:
En aquel tiempo, llegó Jesús a
una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo
José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí
sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a
sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». Sus discípulos se habían ido al
pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: « ¿Cómo tú, siendo judío, me
pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con
los samaritanos). Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es
el que te dice "dame de beber", le pedirías tú, y él te daría agua
viva». La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de
dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio
este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». Jesús le contestó:
«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo
le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él
en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna». La mujer le dice:
«Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a
sacarla». «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en
este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en
Jerusalén». Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este
monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no
conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de
los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo
adoren así. Dios es espíritu, y los que adoran deben hacerlo en espíritu y
verdad». La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando
venga, él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo». En
aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado
la mujer» Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se
quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su
predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros
mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.
SURTIDORES
VER.-
Un surtidor es un chorro de agua
que brota o sale. Uno de los espectáculos de la ciudad de Las Vegas es
contemplar el espectáculo de las fuentes de un conocido hotel, cuyos surtidores
funcionan al compás de la música, cambiando de forma e intensidad. Las fuentes
con surtidores se instalan en parques y jardines, porque su vista y su sonido
son un signo de vida, y resultan agradables y relajantes. Pero los surtidores
no tienen sólo una función decorativa, también se instalan surtidores para
poder beber, para el riego, o para repostar combustible en los vehículos
automóviles.
JUZGAR.-
En el Evangelio hemos escuchado
el encuentro de Jesús con una mujer de Samaría, junto al pozo de Jacob. Aunque
ambos ofrecen agua, un pozo es lo contrario de un surtidor: el pozo contiene el
agua y requiere esfuerzo: hay que ir a sacarla, como hacía la samaritana; y,
además, hace falta un cubo, porque los pozos suelen ser hondos y el agua no
está al alcance de la mano. Los surtidores, por el contrario, no requieren que
se haga ningún esfuerzo: el agua brota sola.
Y Jesús aprovecha este ejemplo y
la realidad de la necesidad de beber para darse a conocer a la samaritana y,
por medio de ella, a la gente de su pueblo y también a nosotros.
Ambos comienzan hablando del agua
y de la sed común; Jesús le dice: “Dame de beber”. Y ella continúa en la misma
línea: ¿Cómo tú, siendo judío me pides de beber a mí, que soy samaritana? Pero,
a partir de ahí, Jesús cambia el sentido tanto del agua como de la sed: Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le
pedirías tú, y él te daría agua viva”. El que bebe de esta agua vuelve a tener
sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed. Jesús le y
nos está diciendo que el ser humano no puede contentarse con el “agua común”,
con cubrir sus necesidades básicas, porque el ser humano es un ser “sediento”
de algo que trasciende lo material: está sediento de amor, de felicidad… y esta
“sed” sólo puede saciarse con el agua viva que Dios nos ofrece como don suyo.
Más aún, Jesús continúa
diciéndole: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de
agua que salta hasta la vida eterna. El agua viva que el Señor nos ofrece no es
algo difícil de alcanzar, para lo que se requieren conocimientos o herramientas
especiales. Ni siquiera hay que buscarla, porque es un surtidor que brota
dentro de nosotros mismos para poder saciar nuestra “sed” en todo momento. Por
eso, no es de extrañar la respuesta de la samaritana: Señor, dame esa agua: así
no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.
Pero ese surtidor que el Señor
hace brotar en nosotros tiene un efecto secundario: el agua viva no es para
almacenarla dentro de nosotros, como si fuéramos pozos, sino que nos convierte
también en surtidores. La mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la
gente… Ella no hace grandes esfuerzos por convencer a la gente, simplemente les
cuenta su experiencia de encuentro personal con el Señor (me ha dicho todo lo
que he hecho) y les invita (Venid a ver…). Y, como se nota que en ella ya está
brotando el surtidor de agua viva, en aquel pueblo muchos samaritanos creyeron
en Él por el testimonio que había dado la mujer, y despertó en ellos el deseo
de encontrarse también con el Señor (le rogaban que se quedara con ellos). Y
todavía creyeron muchos más por su predicación, convirtiéndose a su vez en
nuevos surtidores de agua viva: Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros
mismos lo hemos oído y sabemos que Él es de verdad el Salvador del mundo.
ACTUAR.-
¿Me conformo sobre todo con
cubrir mis necesidades materiales? ¿De qué más tengo “sed”? ¿Dónde y cómo busco
el agua viva que el Señor nos ofrece? Y, si he encontrado esta agua, ¿soy
“pozo”, me la guardo para mí, o soy “surtidor” y la ofrezco a otros con mi
testimonio?
Como hemos dicho, los surtidores
no son sólo decorativos, tienen diferentes usos que afectan a nuestras
necesidades básicas. El surtidor de agua viva que el Señor hace brotar dentro
de nosotros no es algo “decorativo”, accesorio en nuestra vida: sacia nuestra
“sed” de amor, de felicidad, de sentido, es el “combustible” que nos mueve cada
día. No seamos “pozos”, no nos guardemos esta agua para nosotros viviendo la fe
de modo individualista; seamos surtidores, como la samaritana, para que otros
“sedientos”, por nuestro testimonio, puedan encontrar el agua viva del Señor.