PRIMERA LECTURA:
“Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar”
(Hechos 2,1-11)
SALMO:
“Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”
(Salmo 103)
SEGUNDA LECTURA:
“Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un
solo cuerpo” (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)
EVANGELIO:
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid
el Espíritu Santo” (J 20, 19-23)
Al anochecer de aquel día, el
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas
cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les
dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y
los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a
vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto,
sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos».
JUNTOS
VER.-
En una comunidad parroquial se
iba a celebrar el Sacramento de la Confirmación, y se invitó a toda la
comunidad a participar en la celebración. Pero el día de la celebración se
ausentaron más de la mitad de las personas que habitualmente participan en esa Eucaristía:
no vieron esa celebración como algo “propio”, no se veían ni veían a los demás
como miembros de una misma comunidad. Esta situación se repite cada vez que hay
una celebración o actividad referente a uno de los grupos parroquiales: el
resto no se siente implicado, ni siquiera para acompañarlos y rezar por ellos
ese día. Muchas personas viven la fe de un modo individualista, sin querer
saber nada de la vida parroquial y comunitaria.
JUZGAR.-
Hoy celebramos la Solemnidad de
Pentecostés, en la que actualizamos la venida del Espíritu Santo sobre los
primeros discípulos, como hemos escuchado en la 1ª lectura: Se llenaron todos
de Espíritu Santo. Pero hay que tener presente que esa venida del Espíritu
Santo se produce cuando estaban todos juntos en el mismo lugar. Este “juntos”
es para ellos más que estar simplemente unos al lado de los otros: es estar
cercanos, unidos. Y aquí tenemos ya una primera llamada para nosotros como
Iglesia, concretada en nuestra comunidad parroquial: ¿Nos limitamos a estar
“unos al lado de los otros”, o nos sentimos “cercanos, unidos” a los que
también participan de la Eucaristía?
Se nos olvida lo que decía san
Pablo en la 2ª lectura: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros,
y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo…
todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo
cuerpo. ¿Tengo presente que, por el Bautismo, soy un miembro de un cuerpo, o
pretendo ir por libre, sin querer saber nada de los demás?
Esta fiesta la estamos celebrando
en el marco del Sínodo Universal “Por una Iglesia sinodal:
comunión-participación-misión”, que se celebrará el próximo mes de octubre y
que llevamos más de un año preparando. Y “Sínodo” significa «caminar juntos».
De nuevo “juntos”, conscientes de compartir una misma identidad, ser Pueblo de
Dios, y una misma misión: evangelizar. Y la sinodalidad no es algo nuevo: como
recuerda el documento preparatorio, “en el primer milenio «caminar juntos», es
decir, practicar la sinodalidad, fue el modo de proceder habitual de la
Iglesia”. Por eso, teniendo presentes los signos de los tiempos, “precisamente
el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer
milenio, caminando juntos, y juntos reflexionando sobre el camino recorrido”.
Por eso hoy también se celebra el
Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, cuyo lema de este año es
“Juntos anunciamos lo que vivimos”. Una vez más, se destaca la importancia y la
necesidad de estar “juntos”, porque “nuestro «caminar juntos» es lo que mejor
realiza y manifiesta la naturaleza de la Iglesia como Pueblo de Dios”. Y
“«Caminar juntos» es un signo profético para una familia humana que tiene
necesidad de un proyecto compartido, capaz de conseguir el bien de todos”,
porque compartimos “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias”
(GS, n. 1) de todo el género humano.
Pero, como hemos dicho y sabemos,
nos cuesta mucho estar y sentirnos “juntos”. Por eso, al convocar el Sínodo se
lanzó una pregunta: “¿Cómo se realiza hoy ese «caminar juntos» que permite a la
Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada?”. La
respuesta es hoy, solemnidad de Pentecostés, especialmente clara: “Enfrentar
juntos esta cuestión exige disponerse a la escucha del Espíritu Santo”.
ACTUAR.-
Como hemos escuchado en la
Secuencia: “Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro; mira el poder
del pecado, cuando no envías tu aliento”. Para que el vacío y el pecado no
ganen cada vez más terreno, necesitamos estar y caminar “juntos”, como Iglesia,
como comunidad parroquial.
En la 2ª lectura hemos escuchado:
hay diversidad de carismas… de ministerios… de actuaciones… a cada cual se le
otorga la manifestación del Espíritu para el bien común. Pentecostés nos invita
a reflexionar qué me ha otorgado a mí, como miembro del cuerpo que es la
Iglesia, lo que debo poner al servicio del bien común, porque sólo “Juntos
anunciamos lo que vivimos”. Y puedo empezar con un compromiso concreto, posible
y revisable: la próxima vez que se anuncie una celebración o actividad de algún
grupo parroquial… participar “junto” a los demás miembros de este cuerpo que es
la comunidad parroquial, la Iglesia.