viernes, 19 de mayo de 2023

FESTIVIDAD DE LA ASCENSIÓN, SOLEMNIDAD

Domingo 21 de mayo de 2023

PRIMERA LECTURA:

“A la vista de ellos, fue elevado al cielo” (Hechos 1,1-11)

SALMO: (Salmo 46)

“Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas”

SEGUNDA LECTURA:

“Lo sentó a su derecha en el cielo” (Efesios 1, 17-23)

EVANGELIO: (Mateo 28, 16-20)

“Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra”

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

DISTANCIAMIENTO

VER.-

Unos amigos recordaban a otras personas que habían formado parte de su grupo pero con las que habían perdido el contacto. Repasando nombres, en la mayoría de los casos el distanciamiento se debió a cambios de domicilio por motivos familiares, de trabajo o de estudios. A pesar de que hoy en día es más fácil que antes mantener el contacto por medios electrónicos, lo cierto es que la distancia física acaba provocando un enfriamiento en las relaciones. El hecho de no poder quedar, no poder encontrarnos… favorece el distanciamiento y que se pierda definitivamente el contacto.

JUZGAR.-

Hoy estamos celebrando la Ascensión del Señor. El tiempo de Pascua está llegando a su final. Llevamos varias semanas profundizando en la Resurrección del Señor, desde la experiencia de los primeros discípulos, como hemos escuchado en la 1ª lectura, a los que se les presentó Él mismo después de su Pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y hablándoles del Reino de Dios.

Hemos podido hacer nuestra la alegría de los discípulos al comprobar que Jesús ha vencido a la muerte y que está vivo, a nuestro lado. El Cirio Pascual que hemos tenido encendido durante todo este tiempo es signo de esa presencia de Jesús Resucitado.

La fiesta de hoy supone el “cambio de domicilio” de Jesús: Fue elevado al cielo, por motivos familiares. Dios “envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por Él” (cfr. Jn 3, 17), y Él se ha hecho hombre, ha recorrido nuestros caminos, ha pasado por las mismas experiencias que nosotros, se ha hecho uno más; pero su destino final no es quedarse en este mundo para siempre; debe volver junto al Padre, como hemos escuchado en la 2ª lectura: El Padre de la gloria desplegó su fuerza poderosa, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo.

Pero Jesús no quiere que su Ascensión provoque un distanciamiento con sus discípulos, y por eso les deja un encargo: Id, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Ésta es la tarea que el Señor nos encomienda también a nosotros: continuar el anuncio del Evangelio, de la Buena Noticia, que Él inició. Y para que llevemos adelante este encargo, nos dice también: recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos… hasta el confín de la tierra. Sabernos corresponsables en la misma misión evangelizadora de Jesús es un modo de evitar el distanciamiento con Él.

Pero, sobre todo, nos ha dejado una promesa: Sabed que yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos. La Ascensión de Jesús, su “cambio de domicilio”, no conlleva un distanciamiento, porque como también ha prometido, seréis bautizados con Espíritu Santo. Es cierto que, tras su Ascensión, no podemos verle, oírle, tocarle… como hacemos entre nosotros; pero, por su Espíritu, está presente de un modo más profundo, una presencia que llega adonde ninguna otra persona puede llegar, una presencia que experimentamos de un modo  que con nuestros sentidos físicos nunca podríamos lograr, una presencia que nunca nos abandonará y que nadie nos podrá arrebatar.

ACTUAR.-

¿He experimentado el distanciamiento con personas con las que tuve amistad? ¿A qué se debió? ¿Me influye que Jesús Resucitado no esté físicamente entre nosotros, me veo “distanciado” de Él? ¿Me siento corresponsable en la misión evangelizadora, me hace sentirme unido al Señor? ¿Me abro en la oración al Espíritu Santo para que me haga experimentar el nuevo modo de presencia de Jesús, que está con nosotros todos los días?

Es fácil distanciarnos del Resucitado cuando tantas cosas nos apartan de Él, nos atraen y absorben. Por eso, el encargo y la promesa que Jesús hizo a sus discípulos antes de su Ascensión siguen vigentes para nosotros. Tenemos el encargo de Jesús de hacer discípulos, enseñándoles a guardar lo que Él nos ha mandado. Por eso, si Él nos promete y envía su Espíritu no es para quedarnos plantados mirando al cielo, viviendo un espiritualismo desencarnado, evadiéndonos de la realidad.

Pidamos al Señor que, con la fuerza de su Espíritu, seamos testigos suyos en esta parcela del mundo en que vivimos, un mundo del que aparentemente Jesús Resucitado está distanciado, pero en realidad, por ese mismo Espíritu, está con nosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.