Domingo 25 de junio de 2023
PRIMERA LECTURA:
“Libera la vida del pobre de las manos de gente perversa”
(Jeremías 20, 10-13)
SALMO:
“Señor, que me escuche tu gran bondad” (Salmo 68)
SEGUNDA LECTURA:
“No hay proporción entre el delito y el don” (Romanos 5,
12-15)
EVANGELIO: (Mateo 10, 26-33)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no
llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os
digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo
desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la
gehenna. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni
uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta
los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis
más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres,
yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno
me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los
cielos.
HABLEMOS DEL SUICIDIO
VER.-
Según algunos estudios, el
suicidio ha aumentado de forma notable y se ha convertido en la principal causa
de muerte no natural en nuestro país. A veces el acto suicida ha sido provocado
por alguna situación concreta (acoso, abusos, problemas económicos o sentimentales,
depresión, enfermedades muy graves…), pero otras veces no se encuentra una
razón de este tipo. La persona que da este paso se encuentra en una situación
de sufrimiento interno extremo por desesperanza, no encuentra sentido a la vida
y siente un vacío total. No hay nada ni nadie que le dé motivos para seguir
adelante, y decide acabar con su vida para dejar de sufrir, porque no ve otra
salida.
JUZGAR.-
El suicidio es casi un tema
“tabú”, se ha visto como algo vergonzoso, lamentablemente incluso como pecado
mortal, algo que había que ocultar, también por miedo a un “efecto llamada”,
pensando que, si se habla de él, más personas se sentirán inclinadas a cometerlo.
Pero, ante el aumento de casos, se ha visto la necesidad de hablar de este tema
porque el suicidio no es algo vergonzoso, ni hay que verlo como pecado mortal,
ni provoca efecto llamada, sino que es necesario conocerlo en sus factores de
riesgo para poder afrontarlo y prevenirlo con las medidas necesarias.
Y hoy podemos decir que Jesús
“habla del suicidio”. Porque, ya que el vacío existencial es uno de los
factores de riesgo, Jesús nos indica para prevenirlo: No tengáis miedo a los
que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede
llevar a la perdición alma y cuerpo.
Jesús nos dice esto porque
normalmente tememos la muerte de nuestro cuerpo, y procuramos evitar lo que
pueda poner en riesgo nuestra salud, pero no tememos tanto la muerte de nuestra
alma, y no prestamos atención a los factores de riesgo que pueden llevar a la
perdición a nuestra alma.
De un modo inconsciente,
empezando por pequeños detalles, nos dejamos llevar por el ambiente secularista
y materialista, vivimos un estilo de vida vago, descomprometido, y los
múltiples reclamos y entretenimientos que nos rodean van apartándonos de Dios,
que ya no tiene en nuestra vida el lugar que le corresponde. Abandonamos la
oración y la confesión, dejamos de participar en la Eucaristía dominical, y
acabamos viviendo en la práctica como si Dios no existiese.
Esta “muerte del alma” tiene
también efectos negativos en nuestro cuerpo. Porque al eliminar a Dios de
nuestra vida, eliminamos también la única esperanza firme que puede sostenernos,
no sólo en los momentos de dificultad, sino también en esos momentos en los que
nos damos cuenta de que, aunque personalmente no tengamos necesidades
materiales, de salud o afectivas, no encontramos un verdadero sentido a la
vida. Como ya se decía en “Gaudium et spes” 10: “ante la actual evolución del
mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con
nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es
el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos
hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro
precio?”.
En definitiva, nos preguntamos
para qué todo, para qué nuestra vida. Pero, si hemos “matado” nuestra alma,
estas preguntas quedan sin una respuesta que realmente satisfaga nuestra sed de
plenitud, de sentido. Y esta experiencia de vacío es la que puede llevar,
muchas veces, al suicidio.
Por eso el Concilio afirmaba:
“Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz
y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima
vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el
que sea necesario salvarse” (10). Jesucristo es la salvación de alma y cuerpo
porque Él es el único que puede llenar el vacío que sentimos ante los
interrogantes de la existencia y dar un verdadero sentido a nuestra vida, a
todo nuestro ser, cuerpo y alma.
ACTUAR.-
¿Entiendo que haya personas que
cometen suicidio? ¿Me he sentido “vacío”? ¿Evito lo que puede llevar a la
perdición mi alma? ¿Cómo voy a cuidar más el lugar que Dios ocupa en mi vida?
Ante el aumento de suicidios,
hablemos de ello y, para ayudar a prevenirlos, ofrezcamos nuestro testimonio de
fe para que la experiencia de vacío y sinsentido no lleve a dar este paso,
porque “el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz, que sobrepasa
las fronteras de la mísera vida terrestre. Dios llamó y llama al hombre para
que se adhiera a Él con la totalidad de su naturaleza. La fe, apoyada en sólidas
razones, está en condiciones de dar a todo hombre reflexivo la respuesta al
angustioso interrogante sobre su porvenir”. (GS 18)