Domingo 12 de noviembre de 2023
PRIMERA LECTURA:
“Quienes buscan la sabiduría la encuentran” (Sabiduría 6,
12-16)
SALMO:
“Mi alma está sedienta de Ti, Señor, Dios mío” (Salmo 62)
SEGUNDA LECTURA:
"Dios, llevará con Él, por medio de Jesús, a los que
han muerto” (1 Tesalonicenses 4, 13-18)
EVANGELIO:
“Que llega el esposo, salid a recibirlo” (Mateo 25, 1-13)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos esta parábola: Se parecerá el
reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al
encuentro del esposo. Cinco de ellas eran
necias y cinco eran prudentes. Las
necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas
de aceite con las lámparas. El esposo
tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega
el esposo, salid a su encuentro!".
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar
sus lámparas. Y las necias dijeron a las
prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las
lámparas". Pero las prudentes
contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor
es que vayáis a la tienda y os lo compréis". Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y
las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la
puerta. Más tarde llegaron también las
otras vírgenes, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió: "En verdad os digo
que no os conozco". Por tanto,
velad, porque no sabéis el día ni la hora».
SABIDURÍA Y PRUDENCIA
VER.-
El idioma de una nación es algo
vivo. Hay palabras y reglas sintácticas, ortográficas, etc. que se mantienen a
lo largo del tiempo, pero los cambios sociales conllevan también cambios en el
idioma. Y así, van introduciéndose palabras nuevas, mientras que otras, que
eran comunes y conocidas, van cayendo en desuso y pueden llegar a desaparecer,
ya que se refieren a actividades, utensilios o circunstancias propias de una
época determinada. Sin embargo, hay palabras que, teóricamente, deberían seguir
siendo actuales, pero que cada vez son menos conocidas y utilizadas.
JUZGAR.-
Hoy la Palabra de Dios nos
presenta dos de estas palabras que, lamentablemente, van cayendo en desuso:
sabiduría y prudencia. Según el diccionario, la sabiduría es el conocimiento
profundo que se adquiere por el estudio o la experiencia, y la prudencia es
sensatez y buen juicio. Si unimos las dos palabras, entendemos que los
conocimientos que vamos adquiriendo debemos aplicarlos a nuestra vida con buen
juicio. Por tanto, sabiduría y prudencia no son sólo palabras: definen dos
actitudes necesarias para desenvolvernos del mejor modo en el día a día, y que
están al alcance de todos.
De ahí la llamada que hemos
escuchado en la 1ª lectura respecto a la sabiduría: “la ven con facilidad los
que la aman, quienes la buscan la encuentran, se adelanta en manifestarse a los
que la desean”. Esta sabiduría a la que se refiere no se refiere a
conocimientos intelectuales, ni se adquiere sólo estudiando; es, principalmente,
experiencial, se va adquiriendo a lo largo de la vida, a través de los
encuentros y circunstancias (positivas y negativas) con que nos vamos
encontrando, si tenemos actitud de búsqueda y voluntad de crecimiento. Y esta
sabiduría nos va a llevar a Dios, porque Él es la fuente de la sabiduría. Vivir
con sabiduría nos hace ir conociendo más y mejor a Dios.
Por eso, la sabiduría se
complementa con la prudencia: lo que vamos conociendo de Dios nos ha de motivar
a ser sensatos y a tener buen juicio. Por eso Jesús nos ha ofrecido la parábola
de las diez vírgenes: “cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes”. Las
circunstancias son las mismas para todas: “tomaron sus lámparas y salieron al
encuentro del esposo”. Incluso, como “el esposo tardaba, les entró sueño a
todas y se durmieron”. La diferencia es que las prudentes “se llevaron alcuzas
de aceite con las lámparas”.
Como en toda parábola, los
personajes y detalles están en función del mensaje que Jesús nos quiere
transmitir. Y hoy nos recuerda que Dios, el Esposo, viene a nuestro encuentro,
al de todos y cada uno. Y, en principio, todos estamos en las mismas
circunstancias, todos somos capaces de encontrarnos con Dios, pero para ello
debemos ser sabios y prudentes, debemos querer conocer a Dios y actuar en
consecuencia de ese conocimiento. Como las vírgenes prudentes, nosotros sabemos
(porque Jesús nos lo ha dicho) que Dios puede venir a nosotros en cualquier
momento, incluso “a medianoche”, y que, aunque nos parezca que tarda e incluso
nos durmamos, debemos ser prudentes y estar preparados para responderle. Si no
lo hacemos, estaremos siendo unos necios.
Jesús nos enseña con esta parábola que nadie puede prepararse por mí, en mi lugar, para el encuentro con Dios. No es que las vírgenes prudentes sean unas egoístas insolidarias que no quieren compartir su aceite: es que sabiduría y prudencia son dos cualidades que cada uno debemos adquirir: nadie puede ser sabio y prudente por mí, en mi lugar, aunque yo se lo pida.
ACTUAR.-
¿Me considero una persona sabia y
prudente en mi vida cotidiana? ¿Lo que voy conociendo de Dios me lleva a ser
sabio y prudente? ¿Qué hago para estar preparado y encontrarme con el Señor?
Como hemos dicho, hay palabras
que van cayendo en desuso. Los numerosos ejemplos de necedad e irreflexión con
que nos encontramos habitualmente nos muestran que, lamentablemente, también la
sabiduría y la prudencia son cada vez menos utilizadas, con el agravante de que
no son sólo palabras: son actitudes vitales necesarias para nuestra vida porque
nos llevan al encuentro con Dios. Procuremos ser sabios y prudentes en nuestro
día a día, llenemos nuestra “alcuza” aprovechando los medios que tenemos
(oración, Eucaristía, formación...) para conocer mejor a Dios y que este
conocimiento nos mueva a tener buen juicio, a estar preparados para que, cuando
el Esposo venga a nuestro encuentro, podamos entrar con Él al banquete del
Reino.