jueves, 4 de enero de 2024

FESTIVIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR / FESTIVIDAD DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

FESTIVIDAD DELA EPIFANÍA DEL SEÑOR

Sábado 6 de enero de 2024

PRIMERA LECTURA:

“La gloria del Señor amanece sobre ti” (Isaías 60, 1-6)

SALMO:

“Se postrarán ante Ti, Señor, todos los pueblos de la tierra” (Salmo 71)

SEGUNDA LECTURA:

"Ahora ha sido revelado que los gentiles son coherederos de la promesa” (Efesios 3, 2-3a.5--6)

EVANGELIO:

“Venimos a adorar al Rey” (Mateo 2, 1-12)

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel"». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

EPIFANÍA DESAPERCIBIDA

VER. –

Normalmente, cuando un rey se desplaza oficialmente a algún sitio, se nota: se anuncia previamente, quizá se engalanen las calles o se ponga alguna pancarta alusiva al motivo de su visita, se corta el tráfico, hay controles y medidas de seguridad… Pero otras veces, cuando no es por un motivo oficial, sus desplazamientos pasan desapercibidos para la gente y sólo los conocemos si algún medio de comunicación lo dice posteriormente, quizá publicando alguna fotografía.

JUZGAR. –

Dentro del tiempo de Navidad, estamos celebrando la fiesta de la Epifanía o, como se llama popularmente, ‘de los Reyes Magos’. Con motivo de esta fiesta, en la mayoría de pueblos y ciudades se organizan cabalgatas, algunas muy esplendorosas, en las que participa mucha gente, con carrozas, vestimentas lujosas, reparto de caramelos, fuegos artificiales… Todo el mundo se entera.

Pero, como estamos viendo estos días, la verdadera Navidad nos puede pasar desapercibida porque la ‘tapamos’ con todos los elementos externos con que la hemos adornado, hasta el punto de ocultar su dimensión religiosa. Y eso nos puede pasar con el significado de la fiesta de hoy.

Porque la fiesta de hoy es la Epifanía, una palabra que significa ‘manifestación’ o ‘revelación’. Hoy celebramos que Dios manifiesta a su Hijo a toda la humanidad, sin excepción. Jesús, el Mesías, nace para traer la salvación a todos; no sólo para el pueblo de Israel, como se esperaba; la Epifanía amplía la salvación de Dios para todos, de cualquier raza y cultura, representados en esos Magos de Oriente, como expresaba san Pablo en la 2ª lectura: “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio”.

Y, sin embargo, algo tan grande y revolucionario que rompe barreras y fronteras pasó bastante desapercibido, y así lo vemos en el Evangelio que acabamos de escuchar:

La estrella que señalaba el nacimiento del Mesías estaba visible para todos, pero para todos pasó desapercibida; sólo unos Magos de Oriente se dan cuenta de su presencia y de lo que significa: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”.

A Herodes y a los ciudadanos de Israel también les había pasado totalmente desapercibido el nacimiento del Mesías, por eso, “al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él”. Tuvieron que ser unos gentiles quienes les indicaran el cumplimiento de la profecía que los israelitas conocían desde antiguo: “así lo ha escrito el profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel’”.

Y a continuación se confirma lo que hemos estado diciendo estos días: que el nacimiento de Jesús pasó totalmente desapercibido para la mayoría de la gente, salvo para los pastores que recibieron el anuncio del ángel. Y así, cuando los Magos entraron en una casa cualquiera de la pequeña población de Belén, lo que encontraron algo muy común y normal: un niño con su madre.

Pero el hecho de que la situación fuera algo tan ‘normal’, tan cotidiana, no le quita nada de la grandeza extraordinaria que encierra. Los Magos saben que han encontrado al que buscaban, y por eso, “cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”. Éstos no son unos regalos elegidos al azar; tienen un significado profundo, porque suponen un reconocimiento de Quién es ese Niño, aparentemente tan normal: oro por ser Rey; incienso por ser Dios, y mirra por la pasión y muerte que sufrirá para salvar a todos, judíos y gentiles.

ACTUAR. –

¿Entiendo el sentido y el alcance de la fiesta de hoy, o me pasa desapercibido? ¿Cómo acojo a quienes, se van incorporando a mi comunidad parroquial, asociación, movimiento…? ¿Vivo con normalidad que haya personas de diferentes razas y culturas?

La dimensión cristiana de esta fiesta pasa desapercibida para la gran mayoría, sólo centrados en los regalos. Que no nos ocurra eso a nosotros, sintámonos como los Magos, y adoremos al Hijo de Dios, manifestado en un Niño. Y después, también como los Magos, volvamos a nuestros quehaceres, pero “por otro camino”, desapercibidos para la mayoría del mundo, pero mostrando con obras y palabras que hemos encontrado al Dios que nace para la salvación de todos.

 


 FESTIVIDAD DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Domingo 7 de enero de 2024

PRIMERA LECTURA:

“Acudid por agua; escuchadme y viviréis” (Isaías 55,1-11)

SALMO:

“Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación” (Salmo Is 12)

SEGUNDA LECTURA:

"El Espíritu, el agua y la sangre” (1 Juan 5, 1-9)

EVANGELIO:

“Tú eres mi Hijo amado, en Ti me complazco” (Marcos 1, 7-11)

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacía él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».

NO PASEMOS DESAPERCIBIDOS

VER. -

En una comunidad parroquial, un Equipo de Vida de Acción Católica General llevaba varios años reuniéndose, una tarde a la semana, para recibir formación. El resto de la comunidad parroquial sabía que había ‘un grupo’, pero no sabían quiénes eran sus miembros, y pasaban bastante desapercibidos, hasta que un día, con motivo de una iniciativa diocesana, el acompañante del Equipo les indicó que, tras ese tiempo de formación, ya debían acompañar grupos nuevos. Y así empezaron a ser conocidos por el resto de miembros de la comunidad parroquial.

JUZGAR. –

Ayer estuvimos celebrando la fiesta de la Epifanía: Dios manifiesta a su Hijo a toda la humanidad, sin excepción, de cualquier raza y cultura, representados en esos Magos de Oriente. Pero, como dijimos, esa manifestación pasó bastante desapercibida.

Hoy estamos celebrando la Fiesta del Bautismo del Señor, con la que finaliza el tiempo litúrgico de Navidad. En el Evangelio hemos contemplado a Jesús, ya adulto, que “llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán”.

Tras los acontecimientos que siguieron a su nacimiento, Jesús ha estado viviendo en Nazaret una vida semejante a la de tantos otros, que pasaba desapercibida y de la que nada sabemos, excepto el episodio en el Templo de Jerusalén cuando tenía 12 años. Son unos treinta años de vida ‘oculta’, en los que trabajó, se relacionó con la gente, participaba en las celebraciones religiosas…

Pero para Jesús ha llegado el momento de dejar de pasar desapercibido, iniciar su vida pública y comenzar a ser conocido por la gente. Y para ello, el bautismo que recibe, como uno más de los que acudían a Juan el Bautista, supone para Jesús una toma de conciencia de sí mismo.

“Vio rasgarse los cielos…”. Esta expresión, en la Biblia, indica la presencia de Dios (“¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!”, nos decía el profeta Isaías el primer domingo de Adviento). La manifestación de Dios que se va a producir va dirigida a Él, personalmente, para confirmarle en su identidad y misión.

“Se oyó una voz desde los cielos: ‘Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco’”. El Padre le reafirma su identidad: Jesús es verdadero hombre y, a la vez, es verdadero Hijo de Dios. Y esta conciencia de su identidad, de ser el Hijo amado del Padre, marcará toda su predicación: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo” (Jn 15, 9).

“…y al Espíritu que bajaba hacia él”. La presencia del Espíritu confirma a Jesús en su misión, como decía la 2ª lectura: “el Espíritu es quien da testimonio… Éste es el testimonio de Dios, que ha dado testimonio acerca de su Hijo”. Esta conciencia de su misión también marcará la predicación de Jesús, aplicándose a sí mismo la profecía de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres… a proclamar el año de gracia del Señor. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír»”. (Lc 4, 18-21)

A partir de esta toma de conciencia de sí mismo, de su identidad y misión, Jesús dejará de pasar desapercibido y predicará la Buena Noticia, incluso ante multitudes, por Galilea, Judea y Jerusalén.

ACTUAR. –

Desde el cuarto domingo de Adviento y durante toda la Navidad hemos estado reflexionando acerca de que las cosas de Dios, a menudo, nos pasan desapercibidas. Y que también nosotros, a menudo, somos ‘cristianos desapercibidos’, que vivimos nuestra fe de un modo oculto, por vergüenza, porque no sabemos dar razón de nuestra esperanza, por miedo al qué dirán...

La fiesta del Bautismo del Señor es una llamada a que dejemos de pasar desapercibidos y tomemos conciencia de nuestra identidad y misión como cristianos.

Como Jesús, también necesitaremos un tiempo de ‘vida oculta’ para estar con Él, para formarnos, para conocerle… Pero no olvidemos que, también como Jesús, nosotros hemos recibido en el Bautismo y la Confirmación el mismo Espíritu de Dios, y el Padre nos ha acogido como hijos suyos, amados, para que no pasemos desapercibidos y, en nuestros ambientes, desarrollemos una ‘vida pública’ anunciando, de palabra y de obra, con humildad y valentía, el amor de Dios que se ha manifestado en su Hijo amado y que se derrama sobre nosotros con el Espíritu Santo.


DOMINGO V DE PASCUA