Domingo 3 de marzo de 2024
PRIMERA LECTURA:
“La ley se dio por medio de Moisés” (Éxodo 20, 1-17)
SALMO:
“Señor, Tú tienes palabras de vida eterna” (Salmo 18)
SEGUNDA LECTURA:
“Predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los
hombres; pero para los llamados es sabiduría de Dios” (1 Corintios 1, 22-25)
EVANGELIO:
“Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2,
13-25)
Se acercaba la Pascua de los
judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de
bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de
cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les
esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les
dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me
devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos
muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres
días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado
construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba
del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos
se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra
que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua,
muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se
confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no Necesitaba el testimonio de
nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
PREDICAMOS A
CRISTO CRUCIFICADO
VER. -
Dos personas de la parroquia
mantenían dos posturas contrapuestas: una se quejaba de que en la Iglesia damos
mucha importancia a la cruz, al dolor, al sufrimiento… dando la impresión de
ser unos masoquistas y que cuanto más sufras, mejor cristiano eres. La otra
persona respondía que tampoco le parecía bien el polo opuesto al que hoy se da
tanta relevancia, que consiste en destacar mucho la parte ‘bonita’ de ser
cristiano, la emotividad, el sentimentalismo, el intimismo… porque cuando te
llega la cruz, a ti o a otros, esta forma de vivir la fe no sirve para
afrontarla.
JUZGAR. -
La primera postura tiene su parte
de razón: un cristiano no es un masoquista, y el sufrimiento y el dolor, por sí
solos, no añaden más valor a la fe. Pero la segunda postura defiende algo que no
podemos olvidar: que la cruz, el dolor, el sufrimiento, en múltiples formas,
están presentes en nuestra vida, lo queramos pensar o no, y van a cuestionar
nuestros valores y principios.
De ahí que en este tercer domingo
de Cuaresma suenen con especial fuerza las palabras de san Pablo en la 2ª
lectura: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado”. Y esto no lo podemos ni
ocultar ni dulcificar; pero “nosotros predicamos a Cristo crucificado”
contemplándolo desde su Resurrección, por eso también afirmamos que “es fuerza
de Dios y sabiduría de Dios”.
Esta predicación, hoy como
entonces, genera rechazo: “escándalo para los judíos, necedad para los
gentiles”. Los judíos se escandalizaban porque ellos querían “signos”
milagrosos de fuerza y de poder; por lo tanto, un Mesías crucificado
significaba debilidad y derrota y les provocaba indignación. Hoy muchos buscan
en Dios sólo ‘signos’: que haga lo que yo le pido, sentirme bien y tranquilo, o
una especie de ‘seguro a todo riesgo’ que me proteja y que no me pase nada
malo… Y, cuando llega la cruz a mi vida y estos signos que yo espero no se
producen, me escandalizo y rechazo a Dios.
Los griegos consideraban una
necedad la predicación de Pablo porque ellos querían “sabiduría”, una
explicación racional para entender lo concerniente a la vida humana; por lo
tanto, un Mesías crucificado sólo puede considerarse un necio, un ignorante, y
su mensaje es irracional y debe ser rechazado. Hoy también se desea
‘sabiduría’; muchos sólo aceptan una explicación ‘racional’, en sentido
cientificista, del ser humano y del mundo, por lo que la predicación cristiana
se considera algo contrario a la razón, propio de personas ignorantes y
crédulas, y sólo provoca burla y rechazo.
Pero nosotros afirmamos que
Cristo crucificado, “para los llamados, judíos o griegos, es fuerza de Dios y
sabiduría de Dios, pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo
débil de Dios es más fuerte que los hombres”. La Cuaresma, la predicación de
Cristo crucificado desde su Resurrección, es una llamada a todos a adentrarnos
en el Misterio de Dios, que está más allá de nuestros esquemas.
Predicar a Cristo crucificado es
predicar el Amor más grande, un Amor que nos puede resultar ‘escandaloso’ y
‘necio’ porque supera infinitamente nuestra experiencia del amor humano: porque
es un Amor que no espera reciprocidad, que se entrega hasta el extremo
perdonando incluso a quienes lo rechazan, un Amor que no elimina el dolor y el
sufrimiento sino que los vive en la Cruz, y con su resurrección los vence, para
que sepamos que la Cruz no tiene la última palabra, que la última palabra la
tiene Dios, y así abrirnos las puertas de la esperanza.
ACTUAR. –
¿Soy de los cristianos que se
centran principalmente en la Cruz, o soy de los que buscan los aspectos
agradables de la fe? Cuando ha llegado la cruz a mí o a mi entorno, ¿me parece
escándalo o necedad? ¿La Cuaresma me está ayudando a adentrarme en el Misterio
del Amor de Dios?
Para que predicar a Cristo
crucificado no nos suene a nosotros ni suene a otros a escándalo y necedad,
necesitamos creer en la Resurrección de Cristo. Creer de verdad, una fe que no
es irracional ni sólo ‘sabiduría’ intelectual, sino una experiencia personal de
encuentro con Él, como la tuvo san Pablo, porque «no se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida».
(Benedicto XVI, Dios es amor, 1)
Sólo desde esta experiencia
podremos predicar a Cristo crucificado. Muchos lo seguirán tomando como escándalo
y necedad, pero para nosotros será “fuerza de Dios y sabiduría de Dios”, porque
la Cruz, sin negar su dureza, es la puerta que nos introduce en el Misterio del
Amor infinito de Dios. .