miércoles, 30 de octubre de 2024

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Viernes 1 de noviembre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Vi una muchedumbre inmensa de todas las naciones, razas, pueblos” (Apocalipsis 7,2-4.9-14)

Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: «No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios». Oí también el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con voz potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!». Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios, diciendo: «Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén». Y uno de los ancianos me dijo: «Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?». Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás».  Él me respondió: «Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero».

Palabra de Dios.

SALMO:

"Esta es la generación que busca tu rostro, Señor” (Salmo 23)

R.  Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.

V.  Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. /R

V.  ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. /R

V.  Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Esta es la generación que busca al Señor, que busca tu rostro, Dios de Jacob. /R

SEGUNDA LECTURA:

"Veremos a Dios tal cual es” (1 Juan 3,1-3)

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados —dice el Señor—, y yo os aliviaré.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

 

EVANGELIO:

"’Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo” (Mateo 5, 1-12a)

+  Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

PROGRAMA DE VIDA

 VER. -

Aunque la conmemoración de los fieles difuntos se celebra mañana, desde hace días se han incrementado las visitas a los cementerios. Mucha gente acude a limpiar y arreglar lápidas y tumbas, lleva flores, en casa se encienden velas, se recuerda a los seres queridos que han fallecido… En muchas personas todo esto provoca sentimientos de tristeza, porque nos recuerdan lo que habitualmente no queremos pensar: la realidad de la muerte. Y también desesperanza, porque al final parece que todo lo que queda es una lápida y un recuerdo que se va perdiendo con el tiempo.

 JUZGAR. -

Pero la fiesta de hoy, aunque humanamente pueda ser un día triste, desde la fe es también una fiesta de esperanza. No se puede negar la realidad de la muerte y los sentimientos que despierta en nosotros, pero por eso mismo hoy tenemos que dejar resonar en nuestro interior lo que hemos escuchado en la 2ª lectura: “Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es”.

Hace dos domingos, al escuchar en el Evangelio que un hombre se acercó a Jesús y le preguntó que tenía que hacer para heredar la vida eterna, decíamos que Jesús nos dice que estamos llamados a una herencia que supera todo lo imaginable: el Reino de Dios. Una herencia que es cierto que tiene unos ‘costes’, pero Jesús nos propone un estilo de vida que nos hace vivir ya desde ahora como hijos de Dios para ir disfrutando de esa herencia que recibiremos en plenitud: ver a Dios “tal cual es”.

Y ese estilo de vida que nos hace caminar con esperanza es el camino de la santidad, un camino que no está reservado para personas excepcionales, sino que está abierto a todos, “a una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar” (1ª lectura).

Como dijo el Papa Francisco en su exhortación “Gaudete et exsultate”, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, (2): «A cada uno de nosotros el Señor nos eligió ‘para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor’» (Ef 1, 4). Por eso hoy «no pensemos sólo en los ya beatificados o canonizados. El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes» (6). Hoy ponemos nuestra mirada en «la santidad ‘de la puerta de al lado’, de aquéllos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios» (7).

Y la concreción de ese estilo de vida lo vemos reflejado en las Bienaventuranzas: se trata de ser “pobres en el espíritu, mansos”, saber “llorar”, tener “hambre y sed de la justicia”, ser “misericordiosos y limpios de corazón”, trabajar “por la paz”, aceptar ser “perseguidos por ser justos…”. Un programa de vida que es válido para personas “de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas” (1ª lectura)

Pero hay una Bienaventuranza, la novena, que va dirigida expresamente a quienes seguimos a Cristo: “Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. El programa de vida común a toda persona debe tener en nosotros un carácter especial: se nos tiene que notar que vivimos así por Jesús. Como dijo el Papa, «el desafío es vivir la propia entrega de tal manera que los esfuerzos tengan un sentido evangélico y nos identifiquen más y más con Jesucristo» (28), identificándonos con Él también en su Pasión.

ACTUAR. -

La celebración de Todos los Santos ha de ser un impulso para nuestra vida como seguidores de Cristo que nos sentimos llamados a compartir esa meta de gloria. «Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión» (4) y nos ayudan con su intercesión.

Junto con el recuerdo de los seres queridos que ya no están entre nosotros, hoy celebramos con esperanza que «todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra» (14). «Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos» (16) haciendo vida las Bienaventuranzas. Como escribió santa Teresa de Calcuta: «Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida. Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua. Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor. Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo. Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro. Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado. Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos. Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien. Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos. Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión. Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender. Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona».