Domingo 3 de noviembre de
2024
PRIMERA LECTURA:
"Escucha Israel: Amará al Señor con todo tu corazón”
(Deuteronomio 6,2-6)
Lectura del libro del Deuteronomio.
Moisés habló al pueblo diciendo: «Teme
al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y nietos, y observa todos sus mandatos y
preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se
prolonguen tus días. Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin
de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus
padres, en la tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: El Señor es
nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando
hoy estarán en tu corazón».
Palabra de Dios
SALMO:
"Yo te amos, Señor; Tú eres mi fortaleza” (Salmo 17)
R. Yo te
amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
V.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi
libertador. /R
V.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi
baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. /R
V.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador:
Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu
ungido. /R
SEGUNDA LECTURA:
"Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no
pasa” (Hebreos 7, 23-28)
Lectura de la carta a los
Hebreos.
Hermanos: Ha habido multitud de
sacerdotes de la anterior Alianza, porque la muerte les impedía permanecer; en
cambio, Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De
ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de
él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos. Y tal convenía que
fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los
pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada
día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados,
después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre,
ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres
llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley,
consagra al Hijo, perfecto para siempre.
Palabra de Dios.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V.
El que me ama guardará mi palabra —dice el Señor—, y mi Padre lo amará,
y vendremos a él.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
EVANGELIO:
"’Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu prójimo” (Marcos
12, 28b-34)
En aquel tiempo, un escriba se
acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero
de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor,
nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". El segundo es este:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay mandamiento mayor que
estos». El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando
dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo
el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como
a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo
que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
LA
UBICACIÓN DEL REINO DE DIOS
VER. -
Hace unos días contacté con unos
profesionales para realizar unas reparaciones en la parroquia. Tras concretar
el día y hora en que vendrían a hacer los trabajos, me pidieron: ‘Mándenos su
ubicación’. Antes, cuando teníamos que encontrarnos con alguien, le pedíamos la
dirección, pero hoy en día, con las nuevas tecnologías, se pide la ubicación,
que señala el emplazamiento físico de algo o alguien, y podemos ver en el móvil
por dónde ir y si estamos cerca o lejos del destino.
JUZGAR. -
El viernes pasado, con la
celebración de Todos los Santos, recordábamos que estamos llamados a una
herencia que supera todo lo imaginable: el Reino de Dios. Y que Jesús nos
propone un programa de vida, expresado en las Bienaventuranzas, que nos hace
caminar con esperanza. Pero el camino hacia el Reino no es una línea recta ni
está claramente definido de antemano: tiene altibajos, etapas de claridad y
etapas de oscuridad, requiere tomar decisiones y hacer opciones, a veces nos
desviamos y a veces también nos sentimos perdidos…
Para que sepamos por dónde ir,
hoy Jesús también nos envía ‘la ubicación’ del Reino. Un escriba se acercó a
Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Ciertamente,
este escriba ya conocía el mandamiento que hemos escuchado en la 1ª lectura:
“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas
tus fuerzas”. Pero, según la tradición judía, la Torá (el conjunto de los cinco
primeros libros de la Biblia) contiene 613 mandamientos, y por eso quiere
conocer el itinerario correcto para llegar al encuentro con Dios.
Jesús le responde que,
efectivamente, “el primero es: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Pero, para darle la
ubicación precisa y que no se pierda en la maraña de mandamientos y preceptos,
añade un segundo mandamiento tomado de Levítico 19, 18: “Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos”.
Jesús no cambia la ley, sino que
la amplía desde su esencia fundamental. El amor a Dios y el amor al prójimo
están en un mismo nivel de importancia. El camino hacia el encuentro con Dios
no consiste en el mero cumplimiento de los mandamientos, sino en una vida
caracterizada por el amor a Dios, un amor que se vive y se concreta en el amor
al prójimo.
Hoy Jesús nos recuerda cuál es la
ubicación del Reino de Dios. Nos corresponde comprobar si estamos yendo por
buen camino, y si estamos cerca o lejos del Reino, evaluando nuestro amor tanto
a Dios como al prójimo, sin separarlos. A veces nos centramos mucho en las
devociones en la piedad, en el culto a Dios, en una fe intimista, en una
‘espiritualidad desencarnada’; y lo del compromiso cristiano lo dejamos en un
lugar secundario. Y viceversa: a veces, en nombre de Dios, caemos en el
activismo, en múltiples compromisos, y descuidamos nuestra relación con Dios,
no descubrimos la necesidad de la oración, de la formación, de la participación
en la Eucaristía.
La ubicación del Reino de Dios
que nos ha dado Jesús, con esas coordenadas del amor a Dios y al prójimo como a
un mismo nos recuerda que el camino hacia el encuentro con Dios se recorre
amando a Dios sobre todas las cosas; pero ese amor no queda encerrado en
nosotros mismos, sino que, teniéndolo como fuente, nos entregamos al prójimo,
amándolo como a nosotros mismos para que también pueda conocer y vivir lo que
nosotros hemos conocido y disfrutamos.
ACTUAR. -
Teniendo en cuenta la ubicación
que hoy Jesús nos ofrece, ¿estoy cerca o lejos del Reino de Dios? ¿Mi vida como
cristiano se rige principalmente por mandamientos, o ante todo por amor? ¿Qué
criterio utilizo para discernir si una persona es buena cristiana, o si una
comunidad parroquial ‘tiene vida’? ¿Que cumple los preceptos, que tiene muchas
actividades? ¿Qué compromisos hemos de asumir para hacer visible el amor a Dios
y el amor al prójimo como una unidad inseparable, tanto en uno mismo como en la
comunidad parroquial, asociación o movimiento?
Terminaba el Evangelio con esta frase: “Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. No nos despistemos ni nos dejemos despistar; tenemos la ubicación precisa para llegar al encuentro con Dios en su Reino, no hace falta buscar ni preguntar más. Sólo tenemos que ponernos en marcha.