sábado, 19 de abril de 2025

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR - CICLO C

Domingo, 20 de abril de 2025

 PRIMERA LECTURA:

"Hemos comido y bebido con Él después de su resurrección de entre los muertos” (Hechos 10, 34a.37-43)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Palabra de Dios.

 

SALMO:

"Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Salmo 117)

R.  Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

V.  Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. /R.

V.  «La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa».

No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. /R.

V.  La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.

 

SEGUNDA LECTURA:

"Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo” (1 Colosenses 3, 1-4)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

Palabra de Dios.

 

SECUENCIA

Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima

propicia de la Pascua.

 

Cordero sin pecado

que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables

unió con nueva alianza.

 

Lucharon vida y muerte

en singular batalla,

y, muerto el que es la Vida,

triunfante se levanta.

 

«¿Qué has visto de camino,

María, en la mañana?»

«A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada,

 

los ángeles testigos,

sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras

mi amor y mi esperanza!

 

Venid a Galilea,

allí el Señor aguarda;

allí veréis los suyos

la gloria de la Pascua».

 

Primicia de los muertos,

sabemos por tu gracia

que estás resucitado;

la muerte en ti no manda.

 

Rey vencedor, apiádate

de la miseria humana

y da a tus fieles parte

en tu victoria santa.


R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.


EVANGELIO:

"Él había de resucitar de entre los muertos” (Juan 20, 1-9)

+  Lectura del santo Evangelio según san Juan.

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

“LA ESPERANZA NO DEFRAUDA”.

VER. -

El Viernes Santo decíamos que Jesús en la Cruz nos invita a permanecer ante las cruces y los crucificados, no sintiéndonos defraudados en nuestras esperanzas sino con paciencia, confiando en que Dios cumple en Jesucristo su promesa: la salvación para cada uno, para la Iglesia, para toda la humanidad. Ésa es la esperanza cristiana que brota de Jesús en la Cruz. Y hoy estamos celebrando que, como indica el título de la Bula de convocatoria del Jubileo 2025, esa esperanza no defrauda.

JUZGAR. –

Siguiendo el material de reflexión que la Diócesis de Valencia ha publicado sobre la Bula, y que hemos utilizado durante toda la Semana Santa, vemos en Jesús que la esperanza cristiana es inseparable de la Cruz, pero la Cruz tampoco se puede separar de la Resurrección del Señor. Así lo hemos visto en el Evangelio: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”.

La esperanza en una vida que vence a la muerte es consecuencia de la fe en Dios. El ser humano tiene en sí mismo un deseo de inmortalidad y vida eterna que por sí mismo no puede satisfacer. El cumplimiento de ese anhelo sólo puede venir de Quien es la fuente de la vida, que nos hace capaces de vivir en Cristo superando el pecado, el miedo y la muerte. Su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, todos esperamos en lo más íntimo de nuestro ser, de un modo u otro: la vida que es «realmente» Vida.

La Resurrección de Jesús es la esperanza que no defrauda porque es el cumplimiento de la promesa de salvación de Dios. Y la liturgia de la Vigilia Pascual desarrolla el mensaje de la Resurrección de Jesús como el cumplimiento de la esperanza de Israel, recogida en el Antiguo Testamento, y que en definitiva es la esperanza de toda la humanidad y de la creación entera.

En la primera lectura se recuerda la creación primera: así como entonces Dios llamó a la existencia a lo que no era, del mismo modo al resucitar a Jesús llama a los muertos a la nueva vida.

En la segunda lectura, se anuncia la resurrección como el cumplimiento de la historia de la salvación, que comenzó con la vocación de Abrahán.

En la tercera lectura, la resurrección se presenta con la liberación de Israel, esclavizado en Egipto: el paso del Mar Rojo es prefiguración del paso de Jesús de la muerte a la vida.

Las otras lecturas del Antiguo Testamento interpretan la Pascua como cumplimiento de la promesa profética que asegura la renovación del pueblo elegido de Israel mediante un nuevo corazón y un nuevo espíritu.

Y las lecturas del Nuevo Testamento no sólo vuelven la mirada hacia atrás, sino que se proyectan sobre todo hacia adelante. En la Resurrección de Jesucristo se abre el futuro y se instaura definitivamente, para todos, la esperanza que no defrauda. Su Resurrección es la garantía de que al final la vida vencerá a la muerte, la verdad a la mentira, la justicia a la injusticia y el amor al odio e incluso a la muerte. Por eso, la Resurrección de Jesucristo es el punto de partida y el fundamento de nuestra esperanza. La esperanza cristiana no es una ilusión o una proyección de nuestros deseos, ni es una confianza simplista en un final feliz. El fundamento de nuestra esperanza es la Resurrección de Jesucristo, y nosotros esperamos participar de esa misma Resurrección. Esta esperanza no sólo afecta a nuestra alma; es también esperanza en una transformación de nuestro cuerpo y del cosmos entero. Por eso no defrauda porque nada, excepto el mal, queda excluido de esta esperanza.

ACTUAR. -

Hoy, al celebrar y actualizar la Resurrección del Señor, acogemos la llamada de la Epístola de la Vigilia: “Andemos en una vida nueva”, y de la 2ª lectura del día: “Aspirad a los bienes de arriba”. Tanto en los momentos alegres como en los de cruz, seamos “Peregrinos de esperanza” porque, como dice el Papa en la Bula citando la Carta a los Romanos: «La esperanza cristiana no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino: “¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? En todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”».