DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO - CICLO C
Domingo 16 de noviembre de 2025
PRIMERA LECTURA:
"A vosotros os iluminará un
sol de justicia” (Malaquías 3, 19-20a)
Lectura de la profecía de
Malaquías.
He aquí que llega el día,
ardiente como un horno, en el que todos los orgullosos y malhechores serán como
paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no
les dejará ni copa ni raíz. Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os
iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra.
Palabra de Dios
SALMO:
R. El Señor llega para regir los pueblos con
rectitud.
V. Tañed la cítara para el Señor, suenen los
instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor.
/R.
V. Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y
cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes. /R.
V. Al Señor, que llega para regir la tierra. /R.
V. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con
rectitud. /R.
SEGUNDA LECTURA:
"Si alguno no quiere
trabajar, que no coma” (2 Tesalonicenses 3, 7-12)
Lectura de la segunda carta del
apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.
Hermanos: Ya sabéis vosotros cómo
tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no
comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche,
trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros. No porque no
tuviéramos derecho, sino para daros en nosotros un modelo que imitar. Además,
cuando estábamos entre vosotros, os mandábamos que si alguno no quiere
trabajar, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven
desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo. A esos les
mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para
comer su propio pan.
Palabra de Dios.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra
liberación.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
EVANGELIO:
"Con vuestra perseverancia
salvaréis vuestras almas” (Lucas 21, 5-19)
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Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, como algunos
hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad
y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no
quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: «Maestro,
¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para
suceder?». Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi
nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras
ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque
es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida». Entonces
les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes
terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos
espantosos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán
mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y
haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto
os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza
que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y
sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario
vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os
entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi
nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas».
Palabra del Señor.
“TÚ,
SEÑOR, ERES MI ESPERANZA”
VER. -
Algo que estamos experimentando
con fuerza en este siglo XXI es nuestra fragilidad y vulnerabilidad: crisis
económica, catástrofes naturales cada vez más violentas, la pandemia del
coronavirus, guerras, consecuencias del cambio climático… En cualquier momento
y por muchas circunstancias nuestra vida puede dar un vuelco y, como dijo el
Papa Francisco en su oración extraordinaria durante la pandemia, esto «deja al
descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos
construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades». Pero,
a la vez, esta conciencia de fragilidad y vulnerabilidad puede tener un aspecto
positivo: «Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles
y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos
llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente».
JUZGAR. -
En esta línea, la Palabra de Dios
que hemos escuchado nos recuerda que nadie, por sus éxitos o capacidades
personales, o por su situación social o económica, puede creer que está ‘a
salvo’: “Llega el día en el que todos los orgullosos y malhechores serán como
paja” (1ª lectura); y, en el Evangelio, “como algunos hablaban del templo, de
lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les
dijo: «esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre
piedra que no sea destruida»”.
Esto ha de llevarnos a tener
presente lo que también dijo el Papa Francisco: «En esta barca, estamos todos.
Descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo
juntos». Hoy, como Iglesia, celebramos la Jornada Mundial de los Pobres, este
año con el lema: ‘Tú, Señor, eres mi esperanza’, unas palabras que, como dice
el Papa León XIV en su Mensaje, «brotan de un corazón oprimido por grandes
dificultades» (1). A todos nos pueden afectar grandes dificultades, por lo que
todos, en un momento dado, podemos ser y sentirnos ‘pobres’. De ahí la llamada
a vivir la esperanza cristiana: «Reconociendo que Dios es nuestra primera y
única esperanza, nosotros también realizamos el paso de las esperanzas efímeras
a la esperanza duradera» (5).
Como «en esta barca estamos
todos», en ese ‘nosotros’ están también incluidos quienes sufren en propia
carne la pobreza en su aspecto más dramático, y el Señor nos llama a ayudarles
a que descubran ‘la esperanza que no defrauda’, como indica la Bula de convocación
del Jubileo. «La invitación bíblica a la esperanza conlleva el deber de asumir
responsabilidades coherentes en la historia, sin dilaciones. La pobreza tiene
causas estructurales que deben ser afrontadas y eliminadas. Mientras esto
sucede, todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que
testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas de
todas las épocas» (5).
En la 2ª lectura, san Pablo
decía: “Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo”. En este
sentido, el Papa León ha publicado recientemente su exhortación apostólica
‘Dilexi te’ (‘Te he amado’), sobre el amor a los pobres, y nos recuerda que «la
vida de las primeras comunidades eclesiales se nos ofrece como ejemplo a imitar
y como testimonio de la fe que obra por medio de la caridad, y que continúa
como exhortación permanente para las generaciones venideras» (34). Y que «el
cuidado de los pobres forma parte de la gran Tradición de la Iglesia, como un
faro de luz que, desde el Evangelio, ha iluminado los corazones y los pasos de
los cristianos de todos los tiempos. Por tanto, debemos sentir la urgencia de
invitar a todos a sumergirse en este río de luz y de vida que proviene del
reconocimiento de Cristo en el rostro de los necesitados y de los que sufren.
El amor a los pobres es un elemento esencial de la historia de Dios con
nosotros. El amor a los que son pobres —en cualquier modo en que se manifieste
dicha pobreza— es la garantía evangélica de una Iglesia fiel al corazón de
Dios» (103).
ACTUAR. –
¿Cómo es mi relación con ‘los
pobres’? ¿Me siento ‘pobre’, frágil, vulnerable? ¿Creo que en esta barca
estamos todos? ¿Cómo participo en la atención y cuidado de los pobres que
realiza la Iglesia?
‘Tú,
Señor, eres mi esperanza’. «No es casualidad que la Jornada Mundial de los
Pobres se celebre hacia el final de este año de Jubileo. Cuando se cierre la
Puerta Santa, tendremos que transmitir los dones divinos que han sido
derramados a lo largo de todo un año de oración, conversión y testimonio. Los
pobres no son objetos de nuestra pastoral, sino sujetos creativos que nos
estimulan a encontrar siempre formas nuevas de vivir el Evangelio hoy (6). Los
pobres son para la Iglesia los hermanos y hermanas más amados, porque cada uno
de ellos nos provoca a tocar con las manos la verdad del Evangelio. Por eso, la
Jornada Mundial de los Pobres quiere recordar a nuestras comunidades que los
pobres están en el centro de toda la acción pastoral. No sólo de su dimensión
caritativa, sino también de lo que la Iglesia celebra y anuncia. Dios ha
asumido su pobreza para enriquecernos a través de sus voces, sus historias, sus
rostros. Toda orma de pobreza, sin excluir ninguna, es un llamado a vivir
concretamente el Evangelio y a ofrecer signos eficaces de esperanza»