viernes, 7 de noviembre de 2025

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA SAN JUAN DE LETRÁN – CICLO C

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA SAN JUAN DE LETRÁN – CICLO C

Domingo 9 de noviembre de 2025

 PRIMERA LECTURA:

"El agua de Dios sana y renueva.” (Ezequiel 47,1-2.8-9.12)

Lectura de la profecía de Ezequiel.

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor. De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar. Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho. Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal. Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente. En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».

Palabra de Dios.

 

SALMO:

"Dios habita en medio de su pueblo.” (Salmo 45)

R.  Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.

V.  Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos, aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar. /R. 

 V.  Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora. /R. 

V.  El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra. /R. 

 

SEGUNDA LECTURA:

"Somos templo santo de Dios" (1 Corintios 3,9-11.16-17)

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos: Sois edificio de Dios. Conforme a la gracia que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, puse el cimiento, mientras que otro levanta el edificio. Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  He elegido y santificado este templo —dice el Señor— para que mi Nombre esté en él eternamente.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya


EVANGELIO:

"Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (Juan 2,13-21)

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

 

VER. -

 

A menudo en nuestras ciudades hay estatuas y monumentos, o nombres de calles, de las que sabemos solamente eso, el nombre, pero no conocemos su historia ni la razón por la cual han merecido ser destacadas de ese modo: oímos, leemos o decimos esos nombres, pero no significan nada para nosotros, ni vemos qué relación pueden tener con nuestra vida.

JUZGAR. -

Hoy celebramos la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán. Una fiesta que, cuando cae entre semana, pasa prácticamente desapercibida; pero este año, al coincidir con el domingo, por su importancia sustituye a la celebración habitual del domingo. Sin embargo, pocos sabrían decir la razón, y tampoco qué relación puede tener con nuestra vida ordinaria, como cristianos.

La Basílica de san Juan de Letrán es una de las cuatro Basílicas mayores de Roma. Fue regalada al Papa por el Emperador Constantino para que levantase en ella la Catedral de Roma. Y se celebra su dedicación o consagración porque, al ser la sede del Papa como Obispo de Roma, es considerada como ‘la cabeza’ de todas las iglesias del mundo católico, que están unidas a ella.

Pero el sentido de esta fiesta va más allá de lo que son y significan los edificios, por muy venerables que sean. La Dedicación de la Basílica de Letrán nos invita a reflexionar sobre el ‘templo’ que somos y formamos todos los cristianos, como hemos escuchado en la 2ª lectura: “Sois edificio de Dios. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Ese templo sois vosotros”.

La Iglesia es más que los templos o edificios de piedra donde se reúnen los cristianos. La Iglesia es la ‘asamblea’ (esto significa la palabra ‘Ecclesia’), la comunidad de creyentes que da testimonio de su fe en el corazón del mundo. Esto nos lleva a pensar si somos conscientes de que cada uno de nosotros somos parte del templo de Dios, y tenemos una corresponsabilidad, con los demás miembros, de cuidar este templo de Dios que somos y formamos entre todos. ¿Me siento ‘Iglesia’?, ¿o sólo que ‘pertenezco a’ la Iglesia? ¿Tengo conciencia de ser Iglesia diocesana, de ser parroquia?

Y esto nos lleva a otro aspecto de la celebración de la Dedicación de la Basílica de Letrán, que cobra mayor relieve ahora que se está empezando a poner en práctica todo lo reflexionado en el Sínodo sobre la Sinodalidad, que finalizó en octubre de 2024. La sinodalidad significa que, como Iglesia, dentro de la diversidad de sus miembros, debemos caminar no sólo ‘juntos’ sino unidos, cada uno según su vocación, con diferentes funciones, pero una única misión: evangelizar para ir construyendo el Reino de Dios. De ahí la llamada que también hacía san Pablo: “Conforme a la gracia que Dios me ha dado, yo, cómo hábil arquitecto, puse el cimiento, mientras que otro levanta el edificio. Mire cada cual cómo construye”. ¿Me siento unido a otros miembros de la Iglesia? ¿Valoro los carismas y funciones de otros grupos, movimientos, asociaciones…? ¿Cómo estoy construyendo yo la Iglesia, cuál es mi compromiso?

Y un tercer aspecto de la celebración de la Dedicación de la Basílica de Letrán es el significado de la palabra ‘dedicación’, que quiere decir que tiene un fin determinado. Todo el ‘templo’ que es la Iglesia, representada hoy en la Basílica de Letrán, está dedicada a la evangelización, es su fin y razón de ser. Y por eso en el Evangelio hemos escuchado el signo que realizó Jesús en el templo de Jerusalén, cuando “encontró en el templo a los vendedores, cambistas… y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, y les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre»”. Los vendedores y cambistas tenían en su origen un sentido: propiciar las ofrendas de los fieles para adorar a Dios; pero eso, con el paso del tiempo, se había ido convirtiendo en ‘un mercadeo’. El signo de Jesús es una llamada para que hoy pensemos qué tenemos que ‘echar fuera’, de cada uno de nosotros y del conjunto de la Iglesia: costumbres, maneras… que quizá hace tiempo sí tuvieron un sentido válido, pero que hoy en día suponen un freno e incluso un obstáculo para la misión evangelizadora.

ACTUAR. -

La celebración de la Dedicación de la Basílica de Letrán tiene mucho que ver con nuestra vida cristiana. Es una ocasión de reavivar nuestra conciencia de ‘ser Iglesia’ y de la misión a la que debemos dedicarnos los ‘templos’ que somos todos y cada uno de los bautizados. Que el Espíritu Santo nos haga crecer en sinodalidad, para que, unidos como Iglesia, construyamos el Reino de Dios.