viernes, 15 de noviembre de 2024

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 17 de noviembre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Entonces se salvará tu pueblo” (Daniel 12, 1-3)

Lectura de la profecía de Daniel.

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que se ocupa de los hijos de tu pueblo; serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

Palabra de Dios.

SALMO:

"Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti” (Salmo 15)

R.  Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

V.  El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. /R.

V.  Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. /R.

V.  Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. /R.

SEGUNDA LECTURA:

"Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados” (Hebreos 10, 11-14.18)

Lectura de la carta a los Hebreos.

Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados. Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Estad despiertos en todo tiempo, pidiendo manteneros en pie ante el Hijo del hombre.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"’Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos” (Marcos 13, 24-32)

+  Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».

Palabra del Señor.

¿FUTURO DISTÓPICO?

VER. -

En el argumento de muchas películas, novelas y videojuegos se nos habla de un ‘futuro distópico’. Una distopía es la representación de una sociedad futura de características muy negativas, en la que el panorama que presentan es desolador: una guerra, o una epidemia o catástrofe natural, o la contaminación, ha aniquilado a la mayor parte de la humanidad, que malvive en condiciones precarias y en medio de peligros que amenazan su supervivencia. En bastantes ocasiones, el argumento parte de nuestra sociedad actual para mostrar las consecuencias destructivas que puede tener nuestro estilo de vida si no podemos remedio cuando todavía estamos a tiempo. 

JUZGAR. -

Hoy la Palabra de Dios parece que también nos está hablando de un ‘futuro distópico’. En la 1ª lectura hemos escuchado: “Serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora”. Y en el Evangelio, Jesús ha dicho: “En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán…”.

Pero la Palabra de Dios nos habla de lo contrario a un futuro distópico. Lo primero que debemos tener presente es que nos encontramos ante un género literario llamado ‘apocalíptico’, que es usado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Está formado por relatos de visiones o revelaciones, expresadas de forma enigmática y simbólica. Aunque su temática suele ser en torno al fin del mundo (señales precursoras, acontecimientos últimos, resurrección de los muertos, aparición de una tierra renovada, tormentos del infierno, etc.), no hay que buscar en estos relatos una predicción de cómo y cuándo acontecerá el fin del mundo: “En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre”.

En realidad, el género apocalíptico quiere transmitir un mensaje de esperanza: el bien triunfará sobre el mal, como también lo hemos escuchado: “Entonces se salvará tu pueblo…”. (1ª lectura)

Una esperanza que no es algo difuso, sino que tiene un nombre y un rostro: “Entonces verán venir al Hijo del hombre con gran poder y gloria… Cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que Él está cerca”. (Evangelio). Jesús es el Hijo del hombre, la figura de la visión del profeta Daniel (7, 13) que Jesús refiere a sí mismo y que, como hemos escuchado en la 2ª lectura, “después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios”. Y vendrá “sobre las nubes con gran poder y gloria”, con el poder y la gloria del mismo Dios

ACTUAR. –

¿Veo el futuro como una distopía? ¿Temo que llegue ‘el fin del mundo’ en un sentido catastrofista? ¿Descubro signos de esperanza en la realidad presente? ¿Qué hago para favorecerlos?

Como creyentes en Cristo, debemos interpretar los signos de los tiempos no como la predicción de un futuro distópico, sino desde una mirada de fe.

Esta mirada de fe tiene como horizonte último la segunda venida de Jesús, el Hijo del hombre, pero como “el día y la hora nadie lo conoce”, ese horizonte también nos hace una exhortación a la conversión y a la vigilancia en nuestro presente, en nuestra vida cotidiana.

Decía Jesús que “no pasará esta generación sin que todo esto suceda”. No debemos esperar más: en nosotros y, en la medida de lo posible, en nuestros ambientes, debemos ir llevando a cabo esa transformación radical que supone ‘destruir’ todo lo que nos lleva hacia un futuro distópico para que vaya surgiendo cada vez con mayor fuerza ese otro futuro que Jesús quiere: el Reino de Dios.

 

 






 

 


 

viernes, 8 de noviembre de 2024

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 10 de noviembre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"La viuda preparó con su harina una pequeña torta y se lo llevó a Elías” (1 Reyes 17, 10-16)

Lectura del primer libro de los Reyes.

En aquellos días, se alzó el profeta Elías y fue a Sarepta. Traspasaba la puerta de la ciudad en el momento en el que una mujer viuda recogía por allí leña. Elías la llamó y le dijo: «Tráeme un poco de agua en el jarro, por favor, y beberé». Cuando ella fue a traérsela, él volvió a gritarle: «Tráeme, por favor, en tu mano un trozo de pan». Ella respondió: «Vive el Señor, tu Dios, que no me queda pan cocido; solo un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza. Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos». Pero Elías le dijo: «No temas. Entra y haz como has dicho, pero antes prepárame con la harina una pequeña torta y tráemela. Para ti y tu hijo la harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciará la alcuza de aceite no se agotará hasta el día en que el Señor conceda lluvias sobre la tierra”».

Ella se fue y obró según la palabra de Elías, y comieron él, ella y su familia. Por mucho tiempo la orza de harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó, según la palabra que había pronunciado el Señor por boca de Elías.

Palabra de Dios.

SALMO:

"Alaba, alma mía, al Señor” (Salmo 145)

R.  Alaba, alma mía, al Señor.

 

V.  El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. /R.

V.  El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos. /R.

V.  Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sion, de edad en edad. /R.

SEGUNDA LECTURA:

"Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos” (Hebreos 9, 24-28)

Lectura de la carta a los Hebreos.

Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena. Si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"’Esta viuda pobre ha echado más que nadie” (Marcos 12, 38-44)

+  Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía:

 

«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa». Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor.

DESEAR SER “VIUDAS”

VER. -

Una persona viuda es aquélla que ha perdido a su cónyuge y no se ha vuelto a casar, y la mayoría son mujeres. Las viudas siempre han sido un grupo social especialmente vulnerable. Hasta no hace muchos años, ser viuda era sinónimo de pobreza ya que, además de la pérdida personal y afectiva que sufría, si la viuda no había ejercido un trabajo remunerado y dependía económicamente del cónyuge fallecido, quedaba en una situación bastante precaria, más aún si tenía hijos pequeños. 

 

JUZGAR. -

En la Biblia, encontramos numerosas referencias a las viudas. Al morir el esposo, sino tenían hijos adultos que las mantuvieran, muchas caían en la pobreza extrema. Por eso, son objeto de una especial predilección por parte de Dios, como se ve reflejado en los muchos mandatos bíblicos relacionados con el cuidado de las viudas. Y también se resalta la fe de estas mujeres, presentándolas como ejemplos de confianza total en Dios.

En la 1ª lectura hemos escuchado el pasaje de la viuda de Sarepta que, además, tiene un hijo. Su situación es muy angustiosa: “me queda sólo un puñado de harina y un poco de aceite… prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y moriremos”. Pero confía en la palabra de Dios expresada por boca del profeta “y comieron él, ella y su familia. Por mucho tiempo la orza de harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó”.

Y en el Evangelio Jesús destaca que “esa viuda pobre, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”. La viuda, en su pobreza material, demuestra una riqueza espiritual inmensa. Su acto de dar todo lo que tiene es un testimonio de total confianza en Dios.

La viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas ‘todo lo que tenía para vivir’. Jesús enfatiza que la viuda no dio de su abundancia, sino de su pobreza, Jesús elogia a la viuda por la fe y la entrega total que su acto representa.

Estas dos viudas nos cuestionan para examinar nuestra confianza en Dios. La confianza es la base sobre la cual construimos nuestra relación con el Señor y determina en gran medida nuestra experiencia personal de fe, en lo cotidiano y en lo extraordinario.

Creer en Dios no es simplemente aceptar su existencia; tampoco es vivir una despreocupación que es casi irresponsabilidad, creyendo que Dios hará lo que nosotros le pedimos. Creer en Dios es confiar en Él, es una entrega completa de nuestro ser, de nuestras esperanzas y preocupaciones. Es creer que Él sabe lo que es mejor para nosotros, aunque las circunstancias parezcan indicar lo contrario y aunque no lo comprendamos ni veamos sus signos.

La confianza en Dios nos ayuda a afrontar las dudas y los temores que inevitablemente surgen en el camino de nuestra vida, con la certeza de que no estamos solos, recordando que Dios no nos promete una vida sin dificultades, pero sí nos asegura su presencia y su amor en medio de ellas.

La historia de la viuda de Sarepta y la del Evangelio nos enseña a confiar en Dios incluso en las situaciones más extremas, ya que la verdadera confianza se manifiesta precisamente en los momentos más difíciles. Por eso, hoy se nos invita a ‘desear ser viudas’, desear vivir nuestras pobrezas materiales, humanas y espirituales desde la confianza en Dios, como ellas.

ACTUAR. -

¿Soy una persona confiada o desconfiada? ¿Cómo evalúo mi confianza en Dios?

Humanamente, confiamos en quien conocemos. Para cultivar la confianza en Dios es indispensable conocerle a través de la oración y la meditación de la Palabra de Dios. También es necesario reconocer y recordar la fidelidad de Dios en nuestras vidas, cómo Dios ha actuado en el pasado, cómo nos ha guiado, reforzando así nuestra confianza en que seguirá haciéndolo en el futuro.

Pero llega un momento en que, como estas dos viudas, hemos de realizar un acto de abandono total casi ‘a ciegas’, ‘echando en sus manos todo lo que tenemos para vivir’.

El ejemplo de las dos viudas que hoy nos ha mostrado la Palabra de Dios nos recuerda que la fidelidad de Dios supera nuestra comprensión y nuestras expectativas. ‘Deseemos ser viudas’, como ellas, para que también en nuestra vida podamos experimentar la fidelidad de Dios cuando le confiamos de verdad todo lo que somos y tenemos.




sábado, 2 de noviembre de 2024

XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 3 de noviembre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Escucha Israel: Amará al Señor con todo tu corazón” (Deuteronomio 6,2-6)

Lectura del libro del Deuteronomio.

Moisés habló al pueblo diciendo: «Teme al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y nietos, y observa todos sus mandatos y preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se prolonguen tus días. Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón».

Palabra de Dios

SALMO:

"Yo te amos, Señor; Tú eres mi fortaleza” (Salmo 17)

R.  Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

V.  Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. /R

V.  Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. /R

V.  Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador:

Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu ungido. /R

SEGUNDA LECTURA:

"Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa” (Hebreos 7, 23-28)

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos: Ha habido multitud de sacerdotes de la anterior Alianza, porque la muerte les impedía permanecer; en cambio, Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  El que me ama guardará mi palabra —dice el Señor—, y mi Padre lo amará, y vendremos a él.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"’Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu prójimo” (Marcos 12, 28b-34)

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

«¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". El segundo es este: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay mandamiento mayor que estos». El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

LA UBICACIÓN DEL REINO DE DIOS

VER. -

Hace unos días contacté con unos profesionales para realizar unas reparaciones en la parroquia. Tras concretar el día y hora en que vendrían a hacer los trabajos, me pidieron: ‘Mándenos su ubicación’. Antes, cuando teníamos que encontrarnos con alguien, le pedíamos la dirección, pero hoy en día, con las nuevas tecnologías, se pide la ubicación, que señala el emplazamiento físico de algo o alguien, y podemos ver en el móvil por dónde ir y si estamos cerca o lejos del destino. 

JUZGAR. -

El viernes pasado, con la celebración de Todos los Santos, recordábamos que estamos llamados a una herencia que supera todo lo imaginable: el Reino de Dios. Y que Jesús nos propone un programa de vida, expresado en las Bienaventuranzas, que nos hace caminar con esperanza. Pero el camino hacia el Reino no es una línea recta ni está claramente definido de antemano: tiene altibajos, etapas de claridad y etapas de oscuridad, requiere tomar decisiones y hacer opciones, a veces nos desviamos y a veces también nos sentimos perdidos…

Para que sepamos por dónde ir, hoy Jesús también nos envía ‘la ubicación’ del Reino. Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Ciertamente, este escriba ya conocía el mandamiento que hemos escuchado en la 1ª lectura: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Pero, según la tradición judía, la Torá (el conjunto de los cinco primeros libros de la Biblia) contiene 613 mandamientos, y por eso quiere conocer el itinerario correcto para llegar al encuentro con Dios.

Jesús le responde que, efectivamente, “el primero es: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Pero, para darle la ubicación precisa y que no se pierda en la maraña de mandamientos y preceptos, añade un segundo mandamiento tomado de Levítico 19, 18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos”.

Jesús no cambia la ley, sino que la amplía desde su esencia fundamental. El amor a Dios y el amor al prójimo están en un mismo nivel de importancia. El camino hacia el encuentro con Dios no consiste en el mero cumplimiento de los mandamientos, sino en una vida caracterizada por el amor a Dios, un amor que se vive y se concreta en el amor al prójimo.

Hoy Jesús nos recuerda cuál es la ubicación del Reino de Dios. Nos corresponde comprobar si estamos yendo por buen camino, y si estamos cerca o lejos del Reino, evaluando nuestro amor tanto a Dios como al prójimo, sin separarlos. A veces nos centramos mucho en las devociones en la piedad, en el culto a Dios, en una fe intimista, en una ‘espiritualidad desencarnada’; y lo del compromiso cristiano lo dejamos en un lugar secundario. Y viceversa: a veces, en nombre de Dios, caemos en el activismo, en múltiples compromisos, y descuidamos nuestra relación con Dios, no descubrimos la necesidad de la oración, de la formación, de la participación en la Eucaristía.

La ubicación del Reino de Dios que nos ha dado Jesús, con esas coordenadas del amor a Dios y al prójimo como a un mismo nos recuerda que el camino hacia el encuentro con Dios se recorre amando a Dios sobre todas las cosas; pero ese amor no queda encerrado en nosotros mismos, sino que, teniéndolo como fuente, nos entregamos al prójimo, amándolo como a nosotros mismos para que también pueda conocer y vivir lo que nosotros hemos conocido y disfrutamos.

ACTUAR. -

Teniendo en cuenta la ubicación que hoy Jesús nos ofrece, ¿estoy cerca o lejos del Reino de Dios? ¿Mi vida como cristiano se rige principalmente por mandamientos, o ante todo por amor? ¿Qué criterio utilizo para discernir si una persona es buena cristiana, o si una comunidad parroquial ‘tiene vida’? ¿Que cumple los preceptos, que tiene muchas actividades? ¿Qué compromisos hemos de asumir para hacer visible el amor a Dios y el amor al prójimo como una unidad inseparable, tanto en uno mismo como en la comunidad parroquial, asociación o movimiento?

Terminaba el Evangelio con esta frase: “Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. No nos despistemos ni nos dejemos despistar; tenemos la ubicación precisa para llegar al encuentro con Dios en su Reino, no hace falta buscar ni preguntar más. Sólo tenemos que ponernos en marcha.     

              


miércoles, 30 de octubre de 2024

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Viernes 1 de noviembre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Vi una muchedumbre inmensa de todas las naciones, razas, pueblos” (Apocalipsis 7,2-4.9-14)

Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: «No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios». Oí también el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con voz potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!». Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios, diciendo: «Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén». Y uno de los ancianos me dijo: «Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?». Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás».  Él me respondió: «Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero».

Palabra de Dios.

SALMO:

"Esta es la generación que busca tu rostro, Señor” (Salmo 23)

R.  Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.

V.  Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. /R

V.  ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. /R

V.  Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Esta es la generación que busca al Señor, que busca tu rostro, Dios de Jacob. /R

SEGUNDA LECTURA:

"Veremos a Dios tal cual es” (1 Juan 3,1-3)

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados —dice el Señor—, y yo os aliviaré.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

 

EVANGELIO:

"’Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo” (Mateo 5, 1-12a)

+  Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

PROGRAMA DE VIDA

 VER. -

Aunque la conmemoración de los fieles difuntos se celebra mañana, desde hace días se han incrementado las visitas a los cementerios. Mucha gente acude a limpiar y arreglar lápidas y tumbas, lleva flores, en casa se encienden velas, se recuerda a los seres queridos que han fallecido… En muchas personas todo esto provoca sentimientos de tristeza, porque nos recuerdan lo que habitualmente no queremos pensar: la realidad de la muerte. Y también desesperanza, porque al final parece que todo lo que queda es una lápida y un recuerdo que se va perdiendo con el tiempo.

 JUZGAR. -

Pero la fiesta de hoy, aunque humanamente pueda ser un día triste, desde la fe es también una fiesta de esperanza. No se puede negar la realidad de la muerte y los sentimientos que despierta en nosotros, pero por eso mismo hoy tenemos que dejar resonar en nuestro interior lo que hemos escuchado en la 2ª lectura: “Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es”.

Hace dos domingos, al escuchar en el Evangelio que un hombre se acercó a Jesús y le preguntó que tenía que hacer para heredar la vida eterna, decíamos que Jesús nos dice que estamos llamados a una herencia que supera todo lo imaginable: el Reino de Dios. Una herencia que es cierto que tiene unos ‘costes’, pero Jesús nos propone un estilo de vida que nos hace vivir ya desde ahora como hijos de Dios para ir disfrutando de esa herencia que recibiremos en plenitud: ver a Dios “tal cual es”.

Y ese estilo de vida que nos hace caminar con esperanza es el camino de la santidad, un camino que no está reservado para personas excepcionales, sino que está abierto a todos, “a una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar” (1ª lectura).

Como dijo el Papa Francisco en su exhortación “Gaudete et exsultate”, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, (2): «A cada uno de nosotros el Señor nos eligió ‘para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor’» (Ef 1, 4). Por eso hoy «no pensemos sólo en los ya beatificados o canonizados. El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes» (6). Hoy ponemos nuestra mirada en «la santidad ‘de la puerta de al lado’, de aquéllos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios» (7).

Y la concreción de ese estilo de vida lo vemos reflejado en las Bienaventuranzas: se trata de ser “pobres en el espíritu, mansos”, saber “llorar”, tener “hambre y sed de la justicia”, ser “misericordiosos y limpios de corazón”, trabajar “por la paz”, aceptar ser “perseguidos por ser justos…”. Un programa de vida que es válido para personas “de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas” (1ª lectura)

Pero hay una Bienaventuranza, la novena, que va dirigida expresamente a quienes seguimos a Cristo: “Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. El programa de vida común a toda persona debe tener en nosotros un carácter especial: se nos tiene que notar que vivimos así por Jesús. Como dijo el Papa, «el desafío es vivir la propia entrega de tal manera que los esfuerzos tengan un sentido evangélico y nos identifiquen más y más con Jesucristo» (28), identificándonos con Él también en su Pasión.

ACTUAR. -

La celebración de Todos los Santos ha de ser un impulso para nuestra vida como seguidores de Cristo que nos sentimos llamados a compartir esa meta de gloria. «Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión» (4) y nos ayudan con su intercesión.

Junto con el recuerdo de los seres queridos que ya no están entre nosotros, hoy celebramos con esperanza que «todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra» (14). «Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos» (16) haciendo vida las Bienaventuranzas. Como escribió santa Teresa de Calcuta: «Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida. Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua. Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor. Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo. Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro. Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado. Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos. Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien. Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos. Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión. Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender. Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona».




 

viernes, 25 de octubre de 2024

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 27 de octubre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Guiaré entre consuelos a los ciegos y los cojos” Jeremías 31, 7-9)

Lectura del libro de Jeremías.

Esto dice el Señor: «Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por la flor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: “¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel!”.

Los traeré del país del norte, los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos habrá ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas: volverá una enorme multitud.

Vendrán todos llorando y yo los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por camino llano, sin tropiezos.

Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito».

Palabra de Dios.

SALMO:

"El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres” (Salmo 125)

R.  El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

V.  Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. /R

V.  Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. /R

V.  Recoge, Señor, a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. /R

V.  Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. /R

SEGUNDA LECTURA:

"Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec” (Hebreos 5, 1-6)

Lectura de la carta a los Hebreos.

Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad. A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»; o, como dice en otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec».

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte, e hizo brillar la vida por medio del Evangelio.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"’Rabbuni’, haz que recobre la vista” (Marcos 10, 46-52)

 Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó: «“Rabbuní”, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Animo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó: «Rabbuni, que vea». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino».».

RECOBRAR LA VISTA

VER. -

El sentido de la vista es el más desarrollado de los cinco sentidos, y el que más valoramos. Gracias a la vista podemos percibir el mundo: personas, cosas, colores, movimientos, distancias… También nos permite disfrutar de eso que vemos: los seres queridos, la naturaleza, las obras de arte… Pero el sentido de la vista necesita un estímulo para actuar: la luz. Sin luz, podemos tener unos ojos muy bonitos, perfectamente sanos y totalmente abiertos, pero no veremos nada. 

JUZGAR. -

 

Hoy en el Evangelio hemos escuchado la curación del ciego Bartimeo. Son muchos los detalles que encontramos en este hecho, pero hay uno que llama la atención. Cuando Jesús pregunta a Bartimeo: “¿Qué quieres que te haga?”, él responde: “Que recobre la vista”. ‘Recobrar’ es volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía; por lo tanto, con su petición, Bartimeo manifiesta que no ha sido siempre ciego: hubo un tiempo en el que veía, y quiere recobrar la vista.

 

La interpretación espiritual de este pasaje nos recuerda que todos, en algún momento de nuestra vida, podemos identificarnos con Bartimeo: sentimos que hemos ‘perdido la vista’. La fe que hasta ese momento nos ha guiado puede dejar de iluminarnos y ‘no vemos’ un camino claro ni para nosotros, ni para nuestra vida, ni para los demás. Nos encontramos en una oscuridad total.

Bartimeo podía oír, hablar, moverse… pero se sentía triste, desamparado. Cuando ‘perdemos la vista’ de la fe, aparentemente, nos movemos, hablamos, oímos… pero en realidad ‘no vemos’ y nos sentimos “al borde del camino”: nuestra vida carece de horizonte, no comprendemos muchas de las cosas que ocurren, sentimos miedo e inseguridad, quizá incluso la oscuridad en que vivimos nos hace gritar de desesperación: “Jesús, ten compasión de mí”, pero no percibimos respuesta alguna.

Como Bartimeo, quizá también nos sentimos incomprendidos e incluso rechazados por los que nos rodean; resulta difícil explicarles que hemos perdido la vista de la fe, incluso pueden sentirse molestos si lo decimos. Y nos parece que sólo podemos esperar “limosna”, pequeños momentos de alivio, porque nos sentimos incapaces de llevar adelante nuestra vida por nosotros mismos.

Pero Bartimeo no se rindió y, aunque “muchos lo increpaban para que se callara, él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí”. Si nos identificamos con Bartimeo por su pérdida de la vista, también debemos parecernos a él en su actitud para recobrarla. Y esto sólo lo puede hacer Jesús.

Como hemos dicho, el sentido de la vista necesita la luz para activarse. Para ‘activar la vista’ de nuestra fe, hemos de recordar lo que Él había dicho: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. (Jn 8, 12)

El Evangelio de hoy es una llamada a acercarnos a Jesús. Él no pasa de largo ante nuestra pérdida de la vista de la fe, no nos deja sentados “al borde del camino”. Como hizo con Bartimeo, se detiene y nos pregunta: “¿Qué quieres que te haga?”. Él no se impone, nosotros somos los que hemos de ‘dar un salto y acercarnos a Jesús’, y hacerle nuestra petición: “Que recobre la vista”.

Quizá, para recobrar la vista de la fe necesitamos escuchar de nuevo el ‘primer anuncio’ que nos iluminó en el pasado: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte» (Evangelii gaudium, 164). Quizá hemos ‘perdido la vista’ de la fe porque necesitamos interiorizarlo de nuevo, «ya que cuando a este primer anuncio se le llama ‘primero’, eso no significa que está al comienzo y después se olvida… Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ése que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras». (Íd.) Y, «si Él vive, entonces sí podrá estar presente en tu vida, en cada momento, para llenarlo de luz. Porque Él no sólo vino, sino que viene y seguirá viniendo cada día para invitarte a caminar hacia un horizonte siempre nuevo». (Christus vivit 125)

ACTUAR. -

Si sentimos que hemos ‘perdido la vista’ de la fe y queremos recobrarla, es el momento de ‘dar un salto y acercarnos a Jesús’, aprovechando las oportunidades que nos ofrece la comunidad parroquial para ‘cuidar la vista’ mediante la formación y la celebración de nuestra fe. Bartimeo “recobró la vista y lo seguía por el camino”. Que también en esto nos identifiquemos con él, y que por el camino de nuestra vida, sigamos a Jesús haciendo nuestros sus pensamientos, criterios y actitudes para ‘ver’ la vida, en todas sus dimensiones, con la Luz que es Cristo Resucitado.




jueves, 17 de octubre de 2024

XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 20 de octubre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Al entregar su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años” (Isaías 53, 10-11)

Lectura del libro de Isaías.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.

Palabra de Dios.

SALMO:

"Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti” (Salmo 32)

R.  Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

V.  La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. /R.

V.  Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan su misericordia,

para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. /R.

V.  Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. /R.

SEGUNDA LECTURA:

"Comparezcamos confiados ante el trono de la gracia” (Hebreos 4, 14-16)

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos: Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  El Hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida en rescate por muchos.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"El Hijo del hombre ha venido a dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10, 35-45)

+  Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir». Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?». Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?». Contestaron: «Podemos». Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».

Palabra del Señor.

ID E INVITAD A TODOS AL BANQUETE.

VER. -

A veces da la impresión de que seguir a Jesucristo es como un castigo o una exigencia que pesa sobre los hombros de los cristianos». Con estas palabras comienza D. José Mª Calderón, director de las Obras Misionales Pontificias en España, la presentación de la Jornada del DOMUND que hoy celebramos. Y hemos de confesar que para muchos es así: por ser cristiano hay que cumplir unos mandamientos y seguir un comportamiento moral que nos obliga a muchas renuncias; la Eucaristía se convierte en un precepto que procuro quitarme de encima cuanto antes el sábado por la tarde para tener el domingo ‘libre’; y hasta los compromisos evangelizadores en la parroquia o en otros ámbitos eclesiales se viven como una carga que conlleva demasiado trabajo y pocas satisfacciones. 

JUZGAR. –

Desde esta perspectiva, quienes viven así su seguimiento de Jesucristo se verán reflejados (erróneamente) en las palabras con que ha comenzado la 1ª lectura: “El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento”. Forma parte de una sección del libro del profeta Isaías conocida como ‘El Cántico del Siervo Sufriente’, que indica que el Plan de salvación de Dios pasa a través del sufrimiento voluntario del Siervo. La reflexión cristiana ve en estas palabras una prefiguración de la Pasión de Jesucristo, como hoy nos ha dicho en el Evangelio: “Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”.

Santiago y Juan están viviendo el seguimiento de Jesús como una exigencia que les pesa y por eso piden a Jesús: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”, pero Jesús les responde: “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. Parece que así Jesús refuerza su idea de la carga y exigencia que supone seguirle, y que obliga a ser ‘servidor’ y ‘esclavo’; pero Jesús conoce la continuación del pasaje de Isaías que también hemos escuchado: “Por los trabajos de su alma verá la luz…”. Jesús quiere que sus discípulos de entonces y de ahora comprendamos que es verdad que seguirle es exigente, pero esa exigencia no debemos vivirla como una carga o un castigo, sino que, cuando la aceptamos como respuesta a la llamada de Dios, puede tener un poder transformador, precisamente por la entrega y el sacrificio.

Las palabras de Jesús van dirigidas a todos nosotros, pero hoy nos sirven para valorar y agradecer el trabajo de algunos miembros de la Iglesia que están anunciando el Evangelio en territorios lejanos: los misioneros. Ellos son un reflejo de lo que la 2ª lectura ha dicho de Jesús: “No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades…”. Los misioneros ‘padecen con’ quienes viven en situaciones de pobreza, tanto material como la mayor pobreza, que es desconocer a Cristo. Por eso, no buscan puestos de honor allí donde son enviados, sino que se hacen servidores y trabajan y sufren para que otros puedan conocer, amar y seguir a Cristo.

Los misioneros hacen vida el lema de este año: “ID E INVITAD A TODOS AL BANQUETE”. Como dice José M.ª Calderón: «Jesús ha venido a este nuestro mundo para que la persona, de cualquier condición, raza, color, situación social… pueda descubrir el verdadero motivo de la esperanza capaz de hacer superar las dificultades y las cruces. Por eso, el Señor nos envía: “Id”, salid, buscad a quien todavía no ha encontrado el verdadero sentido de su vida. “E invitad a todos al banquete”, para que los hombres y mujeres de hoy tengan la oportunidad de descubrir que el Señor les llama, les invita, les ama. Y el banquete al que Jesús nos está invitando se hace presente ya en nuestro mundo actual. El Señor quiere invitar a todos a participar del banquete de la Eucaristía, en que Él mismo se nos da como alimento, como viático para la vida eterna».

ACTUAR. -

El lema de este año rompe con la impresión de que seguir a Jesucristo es un castigo o una exigencia que pesa sobre los hombros de los cristianos. Es verdad que lleva trabajo y a veces sufrimiento, y que requiere una actitud de servicio sin esperar recompensa; pero el DOMUND nos hace recordar lo afortunados que somos por conocer a Jesús y su Evangelio. Y también nos recuerda que Él cuenta con nosotros para ser sus discípulos misioneros, para invitar a otros a que se unan a su gran banquete, ya ahora en la Eucaristía y un día en su Reino. Sintámonos enviados a esta misión de la Iglesia y apoyemos con nuestra oración y nuestro donativo a los misioneros, para que muchos hombres y mujeres puedan entrar en el banquete de Dios.




sábado, 12 de octubre de 2024

XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 13 de octubre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Al lado de la sabiduría en nada tuve la riqueza” (Sabiduría 7, 7-11)

Lectura del libro de la Sabiduría.


Supliqué y me fue dada la prudencia,

invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.

La preferí a cetros y tronos

y a su lado en nada tuve la riqueza.

 

No la equiparé a la piedra más preciosa,

porque todo el oro ante ella es un poco de arena y junto a ella la plata es como el barro.

La quise más que a la salud y la belleza

y la preferí a la misma luz,

porque su resplandor no tiene ocaso.

 

Con ella me vinieron todos los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables.

Palabra de Dios.

SALMO:

"Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres” (Salmo 89)

R.  Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.

ü  V.  Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. /R

ü  V.  Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas. /R

ü  V.  Que tus siervos vean tu acción y sus hijos tu gloria. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. /R

SEGUNDA LECTURA:

"La Palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón” (Hebreos 4, 12-13)

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos: La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"Vende lo que tienes y sígueme” (Marcos 10, 17-30)

+  Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!». Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo». Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna».

Palabra del Señor

¿ACEPTAMOS LA HERENCIA?

VER. -

Una herencia es el conjunto de bienes, derechos y obligaciones que los herederos reciben al morir alguien. En principio, heredar es algo bueno, pero en estos años ha crecido el número de herencias que se rechazan. La principal causa tiene que ver con los gastos y obligaciones que conlleva aceptar una herencia: en algunos casos pueden resultar cuantiosos, por lo que hay que tomar una decisión. Y así, cuando los herederos se ven incapaces de asumir el coste o ven que éste no compensa el valor de lo que van a recibir, acaban renunciando a dicha herencia. 

 

JUZGAR. -

Hoy en el Evangelio hemos escuchado que, “cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodillo ante Él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»” El concepto de ‘herencia’ forma parte de la vida del Pueblo de Israel. Dios había hecho una alianza con Abrahán, prometiéndole descendencia y tierra, y los descendientes de Abrahán son los herederos de esa promesa de Dios. En los últimos tiempos, aunque el Pueblo de Dios haya quedado reducido a un resto, recibirá la tierra en herencia para siempre.

Con el paso del tiempo, el contenido de esta herencia se ampliará al plano espiritual, a una vida tras la muerte, prometida por Dios a los justos. De ahí la inquietud del que se dirige a Jesús: como miembro del Pueblo de Dios, él se sabe heredero de esa promesa; además, su riqueza le da seguridad porque en la sociedad judía de la época, la riqueza era vista como una bendición de Dios y un signo de su favor. Pero también sabe que sólo los justos serán los beneficiarios de la herencia de Dios y, aunque es un buen cumplidor de los mandamientos (“todo eso lo he cumplido desde mi juventud”), prefiere asegurarse preguntando al Maestro.

En un primer momento, Jesús le responde que, si sólo quiere heredar eso que espera, sólo tiene que seguir cumpliendo los mandamientos. Pero a continuación Jesús le hace ver que está llamado a recibir una herencia mucho mayor que la esperada por el Pueblo de Israel: Jesús ofrece el Reino de Dios, una herencia que desborda con creces todo lo que podemos pensar. Pero recibir esta herencia mayor tiene un coste: “vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme”. Y él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Para este hombre, no le compensa asumir esos gastos y obligaciones que conlleva heredar lo que Jesús ofrece.

Nosotros, como escribió san Pablo, “somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rom 8, 16-17). Y este Evangelio de hoy nos invita a preguntarnos, en primer lugar, qué esperamos heredar. Podríamos responder, como el personaje del Evangelio: “la vida eterna”. Y, como él, también creemos que para eso sólo hace falta cumplir los mandamientos y no aspiramos a más ni nos planteamos nada más. Esto tiene un coste, pero es asumible, y nos conformamos con cumplir unos mínimos (‘ni robo ni mato’, decimos) para ganarnos el cielo.

Pero Jesús también nos dice que estamos llamados a una herencia mayor. Él también hoy se nos queda mirando y, con amor, nos dice: “Una cosa te falta…”. Jesús nos propone un estilo de vida que nos hace ir disfrutando ya desde ahora, anticipadamente, de esa herencia que recibiremos en plenitud: el Reino de Dios, que supera todo lo imaginable. Pero heredar el Reino de Dios tiene un coste y unas obligaciones: vivir desde la entrega, el servicio, la austeridad… y todo con amor.

Por eso, este Evangelio también nos hace preguntarnos: ¿Estoy dispuesto a aceptar esta herencia? ¿Me compensa lo que voy a recibir con los ‘gastos’ que conlleva este estilo de vida de Jesús?

ACTUAR. -

¿Conozco a alguien que haya tenido que renunciar a una herencia? ¿Cómo se sintió? ¿Estoy dispuesto a aceptar la herencia del Reino? ¿Cómo me sentiría si la rechazase, por los ‘costes’? Según san Marcos (1, 15), la predicación inaugural de Jesús fue: “está cerca el Reino de Dios”. Por Él, somos también hijos de Dios, y estamos llamados a heredar ese Reino (“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el Reino preparado para vosotros…”. Mt 25, 34). Aceptemos con amor y agradecimiento esta herencia y, si los ‘costes’ nos parecen inasumibles, pongámonos en sus manos con confianza porque, como Él también ha dicho: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”.






XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO