Domingo 17 de noviembre de 2024
PRIMERA LECTURA:
"Entonces se salvará tu pueblo” (Daniel 12, 1-3)
Lectura de la profecía de Daniel.
Por aquel tiempo se levantará
Miguel, el gran príncipe que se ocupa de los hijos de tu pueblo; serán tiempos
difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces
se salvará tu pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro. Muchos
de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna,
otros para vergüenza e ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor
del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas,
por toda la eternidad.
Palabra de Dios.
SALMO:
"Protégeme, Dios mío, que me
refugio en Ti” (Salmo 15)
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
V. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi
suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no
vacilaré. /R.
V. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis
entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la
región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. /R.
V. Me enseñarás el sendero de la vida, me
saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. /R.
SEGUNDA LECTURA:
"Con una sola ofrenda ha
perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados” (Hebreos 10,
11-14.18)
Lectura de la carta a los
Hebreos.
Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados. Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.
Palabra de Dios.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V.
Estad despiertos en todo tiempo, pidiendo manteneros en pie ante el Hijo
del hombre.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
EVANGELIO:
"’Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos” (Marcos
13, 24-32)
+ Lectura del santo
Evangelio según san Marcos.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: «En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se
oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los
astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes
con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los
cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Aprended
de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las
yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto
sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará
esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los
ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».
Palabra del Señor.
¿FUTURO
DISTÓPICO?
VER. -
En el argumento de muchas
películas, novelas y videojuegos se nos habla de un ‘futuro distópico’. Una
distopía es la representación de una sociedad futura de características muy
negativas, en la que el panorama que presentan es desolador: una guerra, o una
epidemia o catástrofe natural, o la contaminación, ha aniquilado a la mayor
parte de la humanidad, que malvive en condiciones precarias y en medio de peligros
que amenazan su supervivencia. En bastantes ocasiones, el argumento parte de
nuestra sociedad actual para mostrar las consecuencias destructivas que puede
tener nuestro estilo de vida si no podemos remedio cuando todavía estamos a
tiempo.
JUZGAR. -
Hoy la Palabra de Dios parece que
también nos está hablando de un ‘futuro distópico’. En la 1ª lectura hemos
escuchado: “Serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo
naciones hasta ahora”. Y en el Evangelio, Jesús ha dicho: “En aquellos días,
después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su
resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán…”.
Pero la Palabra de Dios nos habla
de lo contrario a un futuro distópico. Lo primero que debemos tener presente es
que nos encontramos ante un género literario llamado ‘apocalíptico’, que es
usado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Está formado por relatos
de visiones o revelaciones, expresadas de forma enigmática y simbólica. Aunque
su temática suele ser en torno al fin del mundo (señales precursoras,
acontecimientos últimos, resurrección de los muertos, aparición de una tierra
renovada, tormentos del infierno, etc.), no hay que buscar en estos relatos una
predicción de cómo y cuándo acontecerá el fin del mundo: “En cuanto al día y la
hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre”.
En realidad, el género
apocalíptico quiere transmitir un mensaje de esperanza: el bien triunfará sobre
el mal, como también lo hemos escuchado: “Entonces se salvará tu pueblo…”. (1ª
lectura)
Una esperanza que no es algo
difuso, sino que tiene un nombre y un rostro: “Entonces verán venir al Hijo del
hombre con gran poder y gloria… Cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed
que Él está cerca”. (Evangelio). Jesús es el Hijo del hombre, la figura de la
visión del profeta Daniel (7, 13) que Jesús refiere a sí mismo y que, como
hemos escuchado en la 2ª lectura, “después de haber ofrecido por los pecados un
único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios”. Y
vendrá “sobre las nubes con gran poder y gloria”, con el poder y la gloria del
mismo Dios
ACTUAR. –
¿Veo el futuro como una distopía?
¿Temo que llegue ‘el fin del mundo’ en un sentido catastrofista? ¿Descubro
signos de esperanza en la realidad presente? ¿Qué hago para favorecerlos?
Como creyentes en Cristo, debemos
interpretar los signos de los tiempos no como la predicción de un futuro
distópico, sino desde una mirada de fe.
Esta mirada de fe tiene como
horizonte último la segunda venida de Jesús, el Hijo del hombre, pero como “el
día y la hora nadie lo conoce”, ese horizonte también nos hace una exhortación
a la conversión y a la vigilancia en nuestro presente, en nuestra vida
cotidiana.
Decía Jesús que “no pasará esta
generación sin que todo esto suceda”. No debemos esperar más: en nosotros y, en
la medida de lo posible, en nuestros ambientes, debemos ir llevando a cabo esa
transformación radical que supone ‘destruir’ todo lo que nos lleva hacia un
futuro distópico para que vaya surgiendo cada vez con mayor fuerza ese otro
futuro que Jesús quiere: el Reino de Dios.