sábado, 30 de agosto de 2025

XXII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C

31 de agosto de 2025


PRIMERA LECTURA:

"Humíllate, y así alcanzarás el favor del Señor” (Eclesiástico 3, 17-20.28-29)

Lectura del libro del Eclesiástico.

Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y así alcanzarás el favor del Señor. «Muchos son los altivos e ilustres, pero él revela sus secretos a los mansos». Porque grande es el poder del Señor y es glorificado por los humildes. La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces. Un corazón prudente medita los proverbios, un oído atento es el deseo del sabio.

Palabra de Dios.


SALMO:

"Tu bondad, oh, Dios, preparó una casa para los pobres” (Salmo 67)

R.  Tu bondad, oh, Dios, preparó una casa para los pobres.

V.  Los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría. Cantad a Dios, tocad a su nombre; su nombre es el Señor. /R. 

V.  Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada. Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece. /R. 

V.  Derramaste en tu heredad, oh, Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh, Dios, preparó para los pobres. /R. 


SEGUNDA LECTURA:

"Vosotros os habéis acercado al monte Sion, ciudad del Dios vivo” (Hebreos 12, 18-19.22-24a)

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos: No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando. Vosotros os habéis acercado al monte Sion, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las miríadas de ángeles, a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la perfección, y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.

Palabra de Dios.

ALELUYA

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Tomad mi yugo sobre vosotros —dice el Señor—,  y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

 

EVANGELIO:

"El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 14, 1.7-14)

Un sábado, entró él en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: "Cédele el puesto a este". Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba". Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido». Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

 

ORGULLO Y PREJUICIO

VER.-

El Viernes Santo decíamos que Jesús en la Cruz nos invita a permanecer ante las cruces y los crucificados, no sintiéndonos defraudados en nuestras esperanzas sino con paciencia, confiando en que Dios cumple en Jesucristo su promesa: la salvación para cada uno, para la Iglesia, para toda la humanidad. Ésa es la esperanza cristiana que brota de Jesús en la Cruz. Y hoy estamos celebrando que, como indica el título de la Bula de convocatoria del Jubileo 2025, esa esperanza no defrauda.

 

JUZGAR.-

Son múltiples los ejemplos de “orgullo y prejuicio” que encontramos a nuestro alrededor: en persona, en medios de comunicación, en redes sociales… Vemos el orgullo en personas que se creen superiores por su atractivo físico, por sus bienes materiales, por sus profesiones, por su posición social o política… personas a las que incluso se considera triunfadoras, modelos a seguir.

Vemos el prejuicio en personas que rechazan de plano a determinados grupos sociales, razas, culturas, a quienes tienen diferentes opiniones políticas, a quienes desempeñan una profesión o actividad determinada… Este orgullo y prejuicio dificulta mucho la convivencia social e incluso produce enfrentamientos, a veces muy graves.

También en la vida de fe caemos en el orgullo y el prejuicio. En el orgullo, cuando creemos que nosotros somos “los buenos”, mejores que los no creyentes o los fieles de otras religiones; o creemos que nuestra parroquia, comunidad, movimiento o asociación es superior a otros grupos o miembros de la Iglesia; o pensamos que ocupamos una determinada responsabilidad o hemos recibido un nombramiento porque “lo merecemos”. Y en el prejuicio caemos cuando nos consideramos poseedores de “la verdad” y rechazamos de entrada a otras personas y grupos sociales que no comparten nuestra visión de la realidad o nuestro modo de vivir la fe. Este orgullo y prejuicio también dificulta no sólo la comunión eclesial, sino nuestra misma relación con Dios, porque, como en el caso de los protagonistas de la novela, nuestra relación con Dios debe ser (y sólo puede ser) una relación de amor, y el verdadero amor está reñido con el orgullo y el prejuicio.

La Palabra de Dios nos invita a luchar contra ellos potenciando una actitud hacia la que también hay mucho prejuicio, tanto en la sociedad como también, como hemos visto, entre quienes somos y formamos la Iglesia: la humildad. Porque humildad no es sinónimo de ser despreciable o poca cosa. Al contrario, la humildad es el reconocimiento de que nuestras capacidades, talentos, posición social, bienes… son dones de Dios, y obramos desde esa conciencia, sin orgullo ni prejuicio.

Por eso la 1ª lectura hemos escuchado: “Actúa con humildad en tus quehaceres…” Y en el Evangelio, “Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos para comer y notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal… vete a sentarte en el último puesto”. A cada uno de nosotros nos corresponde revisar desde esta Palabra de Dios nuestro grado de humildad: en mis quehaceres cotidianos, ya sea en casa, en mi lugar de trabajo o estudios, con mis amigos, en actividades de ocio… ¿actúo con humildad, o con orgullo y prejuicio?

¿Busco “los primeros puestos”? ¿Me hago de notar, aunque sea de modo indirecto? ¿Quiero ser tenido en cuenta, que mi trabajo sea reconocido y valorado? ¿Utilizo las redes sociales con este fin?

 

ACTUAR.-

Como en la novela, el orgullo y el prejuicio dificultan cualquier relación, y más aún una relación de amor. Y Dios se nos ha revelado como una comunión de amor, y estamos invitados a participar de esa comunión. Para ello, nuestra relación con Dios ha de ser una relación de amor, un amor humilde porque reconocemos que no somos merecedores de este gran don. Y Jesús, el Hijo de Dios, nos mostró cómo hemos de practicar este amor: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…” (Mt 11, 29); “Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. (Jn 13, 14) Eliminemos pues todo orgullo y prejuicio en todas las dimensiones de nuestra vida, y aprendamos de Jesús a ser verdaderamente humildes, para que, como en la novela, también “acabe bien” la historia de amor entre nosotros y el Misterio de comunión de amor que es Dios.



jueves, 14 de agosto de 2025

XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Domingo 17 de agosto de 2025

 

PRIMERA LECTURA:

"Me has engendrado para pleitear por todo el país” (Jeremías 38, 4-6.8-10)

En aquellos días, los príncipes dijeron al rey: —«Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con semejantes discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia». Respondió el rey Sedecías: —«Ahí lo tenéis, en vuestro poder: el rey no puede nada contra vosotros». Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo. Ebedmelek salió del palacio y habló al rey: —«Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre, porque no queda pan en la ciudad». Entonces el rey ordenó a Ebedmelek, el cusita: —«Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera».

Palabra de Dios.

SALMO:

"Señor, date prisa en socorrerme” (Salmo 39)

R. Señor, date prisa en socorrerme.

V.- Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. /R.

V.- Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos. /R.

V.- Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor. /R.

V.- Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes. /R.

 

SEGUNDA LECTURA:

"Corramos, con constancia, en la carrera que me toca” (Hebreos 12, 1-4)

Hermanos: Una nube ingente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.

Palabra de Dios.

 

Aleluya, Aleluya, Aleluya

Mis ovejas escuchan mi voz —dice el Señor—, y Yo las conozco, y ellas me siguen.

Aleluya, Aleluya, Aleluya

 

EVANGELIO:

"No he venido a traer paz, sino división” (Lucas 12, 49-53)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —«He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

 

UNA SUCESIÓN DE ACTOS DE FE

VER.-

Pensemos en lo que tenemos previsto hacer la próxima semana: ir a algún lugar, encontrarme con alguien, trabajo, estudios, deporte… Si nos detenemos a pensar, nos daremos cuenta que la mayor parte de esos planes o proyectos constituyen ‘actos de fe’, pero no en un sentido religioso: planeamos hacer las cosas confiando en que saldrán como tenemos pensado aunque, desde una mentalidad puramente materialista, esos planes son ‘irracionales’ porque no tenemos pruebas evidentes y seguras de que vaya a ser así. Pueden pasar muchas cosas que trunquen nuestros planes, pero aun así hacemos ‘actos de fe’ confiando en que se cumplirán. .

 

JUZGAR.-

Estos ‘actos de fe’ no religiosos los realizan todas las personas, creyentes y no creyentes, y los hacemos como algo normal, incluso necesario, porque de lo contrario, no podríamos llevar adelante nuestra vida. Pero cuando hablamos de hacer actos de fe en el sentido religioso, es decir, como confianza en Dios, no nos faltan las críticas y burlas de muchos que, también desde una mentalidad puramente materialista, consideran la fe en Dios como algo irracional.

Hoy la Palabra de Dios nos invita a vivir todas las dimensiones de nuestra vida como una sucesión de actos de fe, de confianza en Dios, que dan sentido a esos otros actos de fe no religiosos que realizamos cotidianamente, para darnos cuenta de que no es ‘irracional’ vivir desde la fe en este Dios que se nos ha ido revelando y nos ha mostrado su rostro en Jesús, su Hijo hecho hombre.

En la 1ª lectura hemos escuchado: “La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo”. Y Jesús nos ha dicho en el Evangelio: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Para vivir nuestra vida como una sucesión de actos de fe, debemos recordar que Dios es quien nos hace las promesas y nos ofrece razones para confiar en que las cumple. Por eso, podemos afrontar desde la fe nuestra vida cada día, tanto en lo más rutinario como en los grandes acontecimientos y decisiones.

En la 2ª lectura: “La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve”. Dios es quien garantiza ‘lo que no vemos’, tanto el futuro inmediato como el gran futuro al que nos llama. Por esta certeza podemos hacer actos de fe en Él cada día, aunque no tengamos ‘pruebas’ seguras de que van a cumplirse nuestros planes: “Por la fe Abrahán… salió sin saber adónde iba… vivió como extranjero. Por la fe también Sara obtuvo vigor para concebir, porque consideró fiel al que se lo prometía...”.

Estos actos de fe en Dios se concretan y manifiestan en nuestra vida cotidiana, pero no hacemos nuestros planes limitándonos a lo inmediato, como nos recordó el Papa Francisco en la Bula de convocación del Jubileo: «Nosotros, mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros se orientan al encuentro con el Señor de la gloria». (19) Por eso nos ha pedido Jesús: “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Lo mismo vosotros, estad preparados”. Para vivir nuestra vida como una sucesión de actos de fe, todo lo que proyectamos y realizamos, desde lo más insignificante hasta lo más importante, ha de estar orientado hacia la promesa de Dios: el encuentro con Él en la gloria. Vivir esa esperanza nos hará estar preparados, porque algo en lo que la fe en Dios coincide con una mentalidad puramente materialista es que en cualquier momento nuestros planes pueden truncarse; pero no lo vivimos como un punto y final, sino “porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre” para dar cumplimiento a nuestra esperanza en la promesa de Dios.

 

ACTUAR.-

¿Me doy cuenta de los ‘actos de fe’ no religiosos que hago cada día? ¿Me han dicho alguna vez que la fe en Dios es ‘irracional’? ¿Por qué confío en las promesas de Dios? ¿Lo que hago cada día está orientado hacia el encuentro definitivo con el Señor? ¿Estoy preparado para encontrarme con Él?

Nosotros creemos que Jesús muerto y resucitado es el fundamento de lo que esperamos y la garantía de lo que no vemos. Y, aunque no tenemos pruebas evidentes e indiscutibles de lo que la fe nos dice, si vivimos nuestra vida como una sucesión de actos de fe en Dios, descubriremos razones para creer en su Palabra y estaremos preparados cuando Él venga a nuestro encuentro.







 


sábado, 9 de agosto de 2025

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Domingo 10 de agosto de 2025

PRIMERA LECTURA:

La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo. Tu pueblo esperaba la salvación de los justos y la perdición de los enemigos, pues con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti. Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina: que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.

Palabra del Señor

SALMO:

"Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad” (Salmo 32)

"Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad”

V.- Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. R/.

V.- Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

V.- Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R/.

 

SEGUNDA LECTURA:

"Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios” (Hebreos 11, 1-2.8-19)

Hermanos: La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los antiguos. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Estad en vela y preparados, porque a las hora que menos pensáis bien el Hijo del hombre.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

 

EVANGELIO:

"Lo mismo vosotros, estad preparados” (Lucas 12, 32-48)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.» Pedro le preguntó: - «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El Señor le respondió: - « ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fi eles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

UNA SUCESIÓN DE ACTOS DE FE

VER.-

Pensemos en lo que tenemos previsto hacer la próxima semana: ir a algún lugar, encontrarme con alguien, trabajo, estudios, deporte… Si nos detenemos a pensar, nos daremos cuenta que la mayor parte de esos planes o proyectos constituyen ‘actos de fe’, pero no en un sentido religioso: planeamos hacer las cosas confiando en que saldrán como tenemos pensado aunque, desde una mentalidad puramente materialista, esos planes son ‘irracionales’ porque no tenemos pruebas evidentes y seguras de que vaya a ser así. Pueden pasar muchas cosas que trunquen nuestros planes, pero aun así hacemos ‘actos de fe’ confiando en que se cumplirán.

 

JUZGAR.-

Estos ‘actos de fe’ no religiosos los realizan todas las personas, creyentes y no creyentes, y los hacemos como algo normal, incluso necesario, porque de lo contrario, no podríamos llevar adelante nuestra vida. Pero cuando hablamos de hacer actos de fe en el sentido religioso, es decir, como confianza en Dios, no nos faltan las críticas y burlas de muchos que, también desde una mentalidad puramente materialista, consideran la fe en Dios como algo irracional.

Hoy la Palabra de Dios nos invita a vivir todas las dimensiones de nuestra vida como una sucesión de actos de fe, de confianza en Dios, que dan sentido a esos otros actos de fe no religiosos que realizamos cotidianamente, para darnos cuenta de que no es ‘irracional’ vivir desde la fe en este Dios que se nos ha ido revelando y nos ha mostrado su rostro en Jesús, su Hijo hecho hombre.

En la 1ª lectura hemos escuchado: “La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo”. Y Jesús nos ha dicho en el Evangelio: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Para vivir nuestra vida como una sucesión de actos de fe, debemos recordar que Dios es quien nos hace las promesas y nos ofrece razones para confiar en que las cumple. Por eso, podemos afrontar desde la fe nuestra vida cada día, tanto en lo más rutinario como en los grandes acontecimientos y decisiones.

En la 2ª lectura: “La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve”. Dios es quien garantiza ‘lo que no vemos’, tanto el futuro inmediato como el gran futuro al que nos llama. Por esta certeza podemos hacer actos de fe en Él cada día, aunque no tengamos ‘pruebas’ seguras de que van a cumplirse nuestros planes: “Por la fe Abrahán… salió sin saber adónde iba… vivió como extranjero. Por la fe también Sara obtuvo vigor para concebir, porque consideró fiel al que se lo prometía...”.

Estos actos de fe en Dios se concretan y manifiestan en nuestra vida cotidiana, pero no hacemos nuestros planes limitándonos a lo inmediato, como nos recordó el Papa Francisco en la Bula de convocación del Jubileo: «Nosotros, mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros se orientan al encuentro con el Señor de la gloria». (19) Por eso nos ha pedido Jesús: “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Lo mismo vosotros, estad preparados”. Para vivir nuestra vida como una sucesión de actos de fe, todo lo que proyectamos y realizamos, desde lo más insignificante hasta lo más importante, ha de estar orientado hacia la promesa de Dios: el encuentro con Él en la gloria. Vivir esa esperanza nos hará estar preparados, porque algo en lo que la fe en Dios coincide con una mentalidad puramente materialista es que en cualquier momento nuestros planes pueden truncarse; pero no lo vivimos como un punto y final, sino “porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre” para dar cumplimiento a nuestra esperanza en la promesa de Dios.

 

ACTUAR.-

¿Me doy cuenta de los ‘actos de fe’ no religiosos que hago cada día? ¿Me han dicho alguna vez que la fe en Dios es ‘irracional’? ¿Por qué confío en las promesas de Dios? ¿Lo que hago cada día está orientado hacia el encuentro definitivo con el Señor? ¿Estoy preparado para encontrarme con Él?

Nosotros creemos que Jesús muerto y resucitado es el fundamento de lo que esperamos y la garantía de lo que no vemos. Y, aunque no tenemos pruebas evidentes e indiscutibles de lo que la fe nos dice, si vivimos nuestra vida como una sucesión de actos de fe en Dios, descubriremos razones para creer en su Palabra y estaremos preparados cuando Él venga a nuestro encuentro.



 

sábado, 2 de agosto de 2025

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Domingo 3 de agosto de 2025

PRIMERA LECTURA:

"¿Qué saca el hombre de todos los trabajos?” (Eclesiastés 1, 2;2,21-23)

Lectura del libro del Eclesiastés.

Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.

Palabra de Dios.

SALMO:

"Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación” (Salmo 89)

R.  Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

V.  Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna. /R.

V.  Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. /R.

V.  Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. /R.

V.  Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. /R.

 

SEGUNDA LECTURA:

"Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo” (Colosenses 3, 1-5.9-11)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. ¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos.

 

R.  Aleluya, aleluya, aleluya

V.  Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

 

EVANGELIO:

"¿De quién será lo que has preparado?” (Lucas 12, 13-21)

Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «Hombre, ¿quién me ha hecho juez y repartidor entre vosotros?». Y prosiguió: «Guardaos bien de toda avaricia; que, aunque uno esté en la abundancia, no tiene asegurada la vida con sus riquezas». Y les dijo una parábola: «Las fincas de un hombre rico dieron una gran cosecha. Y él pensó: ¿Qué haré, pues no tengo donde almacenar mis cosechas? Y se dijo: Destruiré mis graneros, los ampliaré y meteré en ellos todas mis cosechas y mis bienes. Luego me diré: Tienes muchos bienes almacenados para largos años; descansa, come, bebe y pásalo bien. Pero Dios le dijo: ¡Insensato, esta misma noche morirás!; ¿para quién será lo que has acaparado? Así sucederá al que amontona riquezas para sí y no es rico a los ojos de Dios».

 

UN BAÑO DE REALIDAD

VER.-

En tiempo de verano es muy común que en revistas, televisión, páginas web… aparezca información sobre lugares de veraneo, o cómo lo están pasando los personajes famosos de la vida social: cantantes, actores y actrices, deportistas… También las redes sociales se llenan de fotografías de viajes, fiestas… Todo muy idílico. Pero cuando surge alguna noticia dramática, o simplemente terminan las vacaciones, se rompe esa burbuja de felicidad y nos damos un baño de realidad: la mayor parte de nuestra vida tiene muy poco que ver con todo eso, más bien al contrario. Y, para muchas personas, las circunstancias en las que viven son un verdadero y durísimo ‘valle de lágrimas’.

JUZGAR.-

La semana pasada, citando al Papa León, decíamos que necesitamos pedir en la oración que el Espíritu Santo nos haga descubrir un nuevo modo de ver y vivir la vida, lo que de verdad necesitamos. Y la Palabra de Dios de este domingo incide en esta línea.

En la 1ª lectura, del libro del Eclesiastés, hemos escuchado unas palabras con las que fácilmente podemos identificarnos: “¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente”. El autor manifiesta que las cosas que nos parecen más deseables en la vida (riqueza, poder, placer…) son incapaces de darnos una satisfacción completa y duradera: pueden darnos algún momento de felicidad, pero son como una burbuja y después llega el baño de realidad: “también eso es vanidad”. Además, la certeza de la muerte es un muro contra el que se estrellan todos los proyectos, esperanzas y alegrías. Aunque el autor cree en Dios, para él es ‘Algo’ lejano, indiferente, que no logra dar un verdadero sentido ni esperanza a su vida, llevándole a un completo pesimismo y resignación en el sentido más negativo.

Esta experiencia del autor del Eclesiastés, que hoy es compartida por la mayoría de personas, es recogida por Jesús en el Evangelio que hemos escuchado, con esa parábola del hombre rico que se dice a sí mismo: “Tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”. Si somos sinceros, todos desearíamos poder hacer esta afirmación, pero Jesús rompe esa burbuja de felicidad con un baño de realidad: “Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?»” Jesús, como el autor del Eclesiastés, nos recuerda la certeza de la muerte pero Jesús introduce a Dios no como algo lejano e indiferente sino como Alguien que se preocupa por sus criaturas, que nos cuestiona porque no quiere que desaprovechemos nuestra vida, sino que busquemos lo que de verdad necesitamos.

Al decirnos al final de la parábola: “Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios”, Jesús nos enseña que el baño de realidad que constituye la mayor parte de nuestra vida no es para llevarnos a los extremos del ‘comamos y bebamos que mañana moriremos’ o del pesimismo desesperanzado, sino la oportunidad que tenemos para ser ‘ricos ante Dios’. Es la llamada que también hemos escuchado en la 2ª lectura: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra”. Jesús, con su muerte y resurrección, ha roto los límites que suponen la conciencia de la caducidad de los bienes de la tierra y nuestra propia muerte, para abrirnos a la eternidad: “Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con Él”. Gracias a Cristo Resucitado sabemos que el baño de realidad que constituye nuestra vida incluye también desde ahora la vida eterna junto a Él.

ACTUAR.-

Los cristianos no vivimos en una burbuja de felicidad; Jesús nos da continuamente un baño de realidad, pero una realidad que nos hace vivir como “Peregrinos de Esperanza” para ser “ricos ante Dios” y aspirar “a los bienes de arriba”, como estamos celebrando en este Jubileo: «Nosotros, mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria. ¿Qué será de nosotros después de la muerte? Más allá de este umbral está la vida eterna con Jesús, que consiste en la plena comunión con Dios, en la contemplación y participación de su amor infinito. Lo que ahora vivimos en la esperanza, después lo veremos en la realidad. Vivamos por tanto en la espera de su venida y en la esperanza de vivir para siempre en Él». (Bula Jubileo 19.21)




sábado, 26 de julio de 2025

XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Domingo 27 de julio de 2025

 

PRIMERA LECTURA:

"No se enfade mi Señor si sigo hablando” (Génesis 18, 20-32)

Lectura del libro del Génesis.

En aquellos días, el Señor dijo: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré». Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor. Abrahán se acercó y le dijo: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?». El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos». Abrahán respondió: «¡Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?». Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco». Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta». Él dijo: «En atención a los cuarenta, no lo haré». Abrahán siguió hablando: «Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?». Él contestó: «No lo haré, si encuentro allí treinta». Insistió Abrahán: «Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran allí veinte?». Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré». Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más: ¿Y si se encuentran diez?». Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré».

Palabra de Dios.

SALMO:

"Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor” (Salmo 137)

R.  Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.

V.  Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para ti; me postraré hacia tu santuario. /R.

V.  Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama. Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. /R.

V.  El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo. /R.

V.  Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo.

Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. /R.

 

SEGUNDA LECTURA:

"Os vivificó con Él, perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2, 12-14)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

Hermanos: Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos. Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él. Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándola en la cruz.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡“Abba”, Padre!».

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

 

EVANGELIO:

"Pedid y se os dará” (Lucas 11, 1-13)

+  Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”». Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

Palabra del Señor.

 

LO QUE DE VERDAD NECESITAMOS

VER. -

Una persona tenía mucha ilusión en comprarse un robot aspirador; cada vez que limpiaba su casa le parecía más necesario y fortalecía sus razones para comprárselo, y lo tenía prácticamente decidido. Hasta que un día se dio cuenta de que lo que de verdad necesitaba era hacer una serie de reparaciones en su hogar, y a eso debía destinar el dinero. Aunque siguió acordándose del robot cada vez que tenía que limpiar el suelo, agradeció no haberlo hecho para atender lo importante.

 

JUZGAR. -

Esta anécdota nos sirve también para profundizar en nuestra oración. En el Evangelio hemos escuchado a Jesús diciéndonos: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá…” Y es muy común que el primer pensamiento que nos venga sea: ‘Pues yo he pedido y no me lo ha dado’. A veces pedimos a Dios cosas que nos parecen muy justas y necesarias, que nos facilitarían la vida a nosotros o a otros, lo esperamos con ilusión… pero, cuando Dios no nos concede eso que hemos pedido, reaccionamos con enfado, tristeza, frustración e incluso rechazo hacia Dios.

El apóstol Santiago recogió esta experiencia en su carta: “Pedís y no recibís, porque pedís mal” (4, 3). Por eso, en lugar de lamentarnos por lo que no recibimos, la Palabra de Dios de este domingo nos invita a hacer nuestras las palabras de uno de los discípulos: “Señor, enséñanos a orar”, para descubrir lo que de verdad necesitamos en nuestra vida y que sea eso lo que pidamos.

Y Jesús les enseñó y nos enseñó: “Cuando oréis, decid: «Padre»”. Lo primero en la oración es recordar que Dios es Padre. Y, desde esa conciencia de estar dirigiéndome a ‘mi Padre’, lo segundo es orar con confianza y exponiéndole lo que creo que necesito, como el amigo de la parábola del Evangelio, que acude a pedir “durante la medianoche”, insistiendo aun a sabiendas de que está siendo importuno, pero confiando en que el otro “le dará cuanto necesite”.

Una confianza que nos lleva, en tercer lugar, a ser insistentes, a no darnos por vencidos a las primeras de cambio como como Abrahán en la 1ª lectura: “Me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si…?”

Pero todo esto me debe llevar, en cuarto lugar, a ‘dejar a Dios ser Dios’, a confiar en que Él, como Padre, sabe mejor que yo lo que de verdad necesito en cada momento de mi vida. Por eso el Señor nos ha dicho: “¿Cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?”.

Pedir el Espíritu Santo debería ser lo fundamental de nuestra oración. Por supuesto que debemos exponer al Señor nuestras necesidades o las de otros, lo que pensamos o esperamos… pero siempre dejando espacio al Espíritu Santo, que será quien nos hará descubrir la respuesta que Dios, nuestro Padre, da a nuestra oración. Una respuesta que, aunque no sea la que esperamos o queremos, siempre será lo mejor para nosotros, porque será lo que de verdad necesitamos.

Como dijo el Papa León XIV en su homilía de Pentecostés: «El Espíritu abre las fronteras, ante todo, dentro de nosotros. Es el Don que abre nuestra vida al amor. Y esta presencia del Señor disuelve nuestras durezas, nuestras cerrazones, los egoísmos, los miedos que nos paralizan, los narcisismos que nos hacen girar sólo en torno a nosotros mismos. El Espíritu Santo viene a desafiar, en nuestro interior, el riesgo de una vida que se atrofia, absorbida por el individualismo. El Espíritu de Dios, en cambio, nos hace descubrir un nuevo modo de ver y de vivir la vida. Nos abre al encuentro con nosotros mismos, más allá de las máscaras que llevamos puestas; nos conduce al encuentro con el Señor enseñándonos a experimentar su alegría; nos convence de que sólo si permanecemos en el amor recibimos también la fuerza de observar su Palabra y, por tanto, de ser transformados por ella. Jesús dice que este Don es el amor entre Él y el Padre que viene a habitar en nosotros. Y cuando el amor de Dios mora en nosotros, somos capaces de abrirnos a los hermanos, de vencer nuestras rigideces». (8 de junio de 2025)

ACTUAR. -

¿He aprendido a descubrir lo que de verdad necesito en mi vida? ¿Cómo reacciono cuando pido algo a Dios y no lo obtengo? ¿Mi oración es insistente, incluso atrevida, como Abraham? ¿Confío en que Dios es Padre? ¿Pido que el Espíritu Santo me haga descubrir un nuevo modo de ver y vivir la vida?

El Espíritu Santo es lo que de verdad necesitamos en nuestra vida, porque Él es el que da contenido a las palabras de Jesús: “Pedid… buscad… llamad, porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre”. Más allá de las necesidades inmediatas, Él es quien nos hace ‘elegir la parte mejor’, como decíamos el domingo pasado hablando de Marta y María, y así poder afirmar convencidos lo que hemos repetido en el Salmo: “Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor”.