Domingo 17 de abril de 2024
PRIMERA LECTURA:
“No hay salvación en ningún otro” (Hechos 4, 8-12)
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.
En aquellos días, lleno de
Espíritu Santo, Pedro dijo: «jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho
un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a
ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el
Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien
Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante
vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se
ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el
cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».
Palabra de Dios.
SALMO:
Salmo 117
R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
V. Dad
gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es
refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el
Señor que fiarse de los jefes.
R. La piedra
que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
V. Te
doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente.
R. La piedra
que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
V. Bendito el que viene en nombre del Señor, os
bendecimos desde la casa del Señor. Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío,
yo te ensalzo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia.
R. La piedra
que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
SEGUNDA LECTURA:
“Veremos a Dios tal cual es” (1 Juan 3, 1-2) Veremos a Dios
tal cual es
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.
Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos
de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos.
Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo
veremos tal cual es.
Palabra de Dios.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Yo
soy el Buen Pastor —dice el Señor—, que conozco a mis ovejas, y las mías me
conocen.
R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
EVANGELIO:
"El buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10,
11-18)
Yo soy el Buen Pastor. El buen
pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de
las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y
las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el
Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre
me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además,
otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y
escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el
Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita,
sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder
para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».
Palabra del Señor.
EL NOMBRE.
VER. -
Todo y todos tenemos un nombre.
Hay nombres comunes, que se aplican a un grupo o colectividad (árbol, casa,
médico…) y hay nombres propios, que nos identifican (José, María, Juan…). A
veces los utilizamos juntos para poder distinguir a una persona de otra
(Vicente, el taxista; Carmen, la peluquera…) También decimos que alguien o algo
“tiene un nombre” para referirnos a su fama, a su reputación o su prestigio
(una marca comercial, una determinada familia…) Y en ocasiones hablamos o
actuamos “en nombre de” alguien, es decir, representamos a otra persona y
decimos o hacemos lo que esa persona haría o diría si estuviera presente.
JUZGAR. -
Las religiones utilizan el nombre
común “dios” para referirse a una divinidad o ser supremo. En la antigüedad,
los dioses también tenían nombres propios: Zeus, Apolo, Neptuno, Ra, Osiris…
Nosotros creemos en un solo Dios, que se nos ha ido revelando a lo largo de la
historia. Y en esa revelación, al principio, sólo se le llamaba “Dios”. En la
cultura judía, el nombre tiene un significado mucho más profundo que
simplemente identificar alguien o algo: el nombre indica la naturaleza, el ser,
lo característico de ese algo o alguien. Por eso, Dios poco a poco fue dando a
conocer su nombre. Moisés se lo preguntó: «Mira, yo iré a los hijos de Israel y
les diré: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”. Si ellos me
preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?». Dios dijo a Moisés: «“Yo
soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros».
(Ex 3, 13-14)
En la Biblia encontramos
diferentes nombres que se han utilizado para referirse a Dios: Yahvé (Yo soy),
Adonai (Señor), Enmanuel (Dios con nosotros) … que, de acuerdo con la cultura
judía, más que nombres son descripciones de su ser. Hasta que en esa revelación
que Dios hace de sí mismo a lo largo de la historia, cuando llegó la plenitud
del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Gal 4, 4), y a partir de ese
momento Dios adquiere un nombre propio: Jesús, como el Ángel dijo a la Virgen
María: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús. (Lc 1, 33)
Jesús, como Hijo de Dios y para
que podamos conocerle mejor, también se denomina a sí mismo con diferentes
nombres, a partir del Nombre que Dios reveló a Moisés. En el Evangelio según
san Juan, Jesús dice: Yo soy el Pan de Vida; Yo soy la Luz del mundo; Yo soy la
Puerta de las ovejas; Yo soy la Resurrección y la Vida; Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida; Yo soy la verdadera Vid. Cada uno de estos nombres tiene un
significado profundo para sus discípulos, de entonces y de ahora.
Y, en este cuarto domingo de
Pascua, Jesús nos ha dicho: Yo soy el Buen Pastor. En aquella sociedad la
figura del pastor estaba muy presente y era muy familiar, pero Jesús añade unas
características propias para distinguirse de los “asalariados”: Conozco a mis
ovejas… Yo doy mi vida por las ovejas.
Hoy se nos invita a profundizar
en lo que significa para nosotros que Jesús lleve el nombre de Buen Pastor: nos
conoce en profundidad, nos ama y, como hemos celebrado en Semana Santa, da su
vida por nosotros para que encontremos y sigamos el camino de la verdadera
Vida.
ACTUAR. –
Pero hagámoslo en primera persona
del singular: Jesús es “mi” Buen Pastor, que “me” conoce completamente; a Jesús
“le” importo, Él “me” ama y dio su vida por “mí”, para que yo encuentre el
camino de la verdadera Vida. ¿Qué significa para mí que Jesús sea mi Buen
Pastor? ¿Cómo repercute eso en mi vida cotidiana? ¿Qué tipo de “oveja” soy? ¿Le
conozco y quiero conocerle cada vez mejor? ¿Me siento unido al resto de su
rebaño, a la Iglesia, a la comunidad parroquial?
Necesitamos conocer y “vivir” lo
que significa que Jesús sea el Buen Pastor, no sólo por nosotros, sino por los
demás, por la misión evangelizadora, por el Primer Anuncio que debemos llevar a
cabo. En la 1ª lectura hemos escuchado que Pedro, tras curar a un paralítico,
afirma claramente: Quede bien claro a todos vosotros que ha sido el nombre de
Jesucristo… No se ha dado otro nombre por el que debamos salvarnos. Jesús
cuenta con nosotros para que, en medio de tantos “nombres comunes” y de tantos
“asalariados” que proponen estilos de vida o ideologías que no tienen en cuenta
el verdadero bien de las personas, nosotros demos a conocer claramente, de
palabra y de obra, el Nombre de Jesús, el Buen Pastor que murió y resucitó para
que todos podamos tener su misma Vida.