viernes, 27 de diciembre de 2024

Domingo 29 de diciembre de 2024

SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ    

PRIMERA LECTURA:

"Samuel queda cedido al Señor de por vida” (1 Samuel 1, 20-22.24-28)

Lectura del primer libro de Samuel. 

Al cabo de los días Ana concibió y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Samuel, diciendo: «Se lo pedí al Señor». El esposo Elcaná y toda su casa subieron a ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto. Ana, en cambio, no subió, manifestando a su esposo: «Esperemos hasta que el niño sea destetado. Entonces lo llevaré, lo ofreceré al Señor y se quedará allí para siempre». Una vez destetado, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo. Inmolaron el novillo y presentaron el niño a Elí. Ella le dijo: «Perdón, por tu vida, mi señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida». Y se postraron allí ante el Señor.

Palabra de Dios.

 SALMO:

"¡Dichosos los que viven en tu casa, Señor!” (Salmo 83)

R.  ¡Dichosos los que viven en tu casa, Señor!

V.  ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

V.  Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichoso el que encuentra en ti su fuerza y tiene tus caminos en su corazón.

V.  Señor del universo, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob. Fíjate, oh Dios, escudo nuestro, mira el rostro de tu Ungido.

 SEGUNDA LECTURA: 

"Somos llamamos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (1 Juan 3, 1-2.21-24)

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Abre, Señor, nuestro corazón, para que aceptemos las palabras de tu Hijo.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los maestros” (Lucas 2, 41-52)

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contesto: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.  

Palabra del Señor.

¿PARA QUIÉN SOY?

VER. -

Del 7 al 9 de febrero de 2025 se celebrará en Madrid un Congreso de Vocaciones, con el lema: “¿Para quién soy?” El objetivo de este Congreso es mostrar la Iglesia como una ‘asamblea de llamados para la misión’, para impulsar la vida como vocación, como respuesta a la llamada que el Señor nos hace a cada uno. Y, para esto, hace falta iniciar procesos que ayuden a entender y vivir la vida como vocación, como respuesta al Plan que el Señor tiene para cada uno de nosotros.  

JUZGAR. -

No hay que entender la vocación como restringida al ministerio sacerdotal o a la especial consagración en órdenes religiosas o institutos seculares, «porque la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno, que se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse». (Christus vivit 252) Por tanto, hemos de incluir también la vocación laical, en sus múltiples formas, como respuesta a la llamada de Dios.

Y como «para cumplir la propia vocación es necesario desarrollarse, hacer brotar y crecer todo lo que uno es» (ChV 257), la familia cristiana es un elemento fundamental para ayudar a descubrir y vivir la propia vocación. Y, para ello, la familia cristiana no debe estar cerrada en sí misma, sino abierta a los demás y a Dios.

Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Y la Palabra de Dios nos ha mostrado algunos elementos para que la familia cristiana pueda ser ese ámbito de discernimiento de la vocación y de apertura a Dios. El punto de partida lo encontramos en la 2ª lectura: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”. En la familia cristiana se vive la conciencia de que todos sus miembros son hijos de Dios y, por tanto, la vida de la familia, en todas sus dimensiones, se desarrolla en referencia y apertura a Él, y desde esa centralidad de Dios se entiende lo demás.

Así, en la 1ª lectura hemos escuchado que Ana, que había rogado a Dios que le concediera un hijo, no vive su maternidad en un sentido posesivo sino como un don de Dios, y por eso cede a su hijo con generosidad al Señor, para su servicio: “…lo llevaré, lo ofreceré al Señor y se quedará allí para siempre”.

Y en el Evangelio hemos escuchado otro ejemplo de esa apertura a Dios y esa generosidad que debe tener la familia cristiana. Como nos recuerda el Papa Francisco en “Amoris laetitia” 182, José, María y Jesús eran «una familia sencilla, cercana a todos, integrada con normalidad en el pueblo. Jesús tampoco creció en una relación cerrada y absorbente con María y con José, sino que se movía gustosamente en la familia ampliada, que incluía a los parientes y amigos. Eso explica que, cuando volvían de Jerusalén, sus padres aceptaban que el niño de doce años se perdiera en la caravana un día entero, escuchando las narraciones y compartiendo las preocupaciones de todos: “Creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día”».

La reacción de José y María es muy lógica: “Al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo”. Pero ante la pregunta de María: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados”, Jesús responde: “¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” Este pasaje «nos recuerda que los hijos no son una propiedad de la familia, sino que tienen por delante su propio camino de vida, que la elección de vida del hijo y su misma vocación cristiana pueden exigir una separación para cumplir con su propia entrega al Reino de Dios» (AL 18).

Y es cierto que “ellos no comprendieron lo que les dijo”. Ayudar a descubrir la vocación y aceptarla no es fácil ni se logra en poco tiempo; de ahí la necesidad de la centralidad de Dios en la familia cristiana y, como María, conservar “todo esto en su corazón, permaneciendo abiertos a lo que Dios vaya mostrando mientras los hijos, como Jesús, vayan “creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia”.

ACTUAR. -

La familia cristiana está llamada a ser un elemento clave para entender y vivir la vida como vocación porque «bajo el impulso del Espíritu, el núcleo familiar no sólo acoge la vida generándola en su propio seno, sino que se abre, sale de sí para derramar su bien en otros, para cuidarlos y buscar su felicidad». (AL 324) Para ello, ha de ayudar a plantearse a sus miembros la pregunta del lema del Congreso de Vocaciones: “¿Para quién soy yo?” «Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros». (ChV 286) Para que esto sea realidad, es necesario que los padres estén dispuestos a ‘perder al niño’, para que éste pueda descubrir a qué le llama Dios, su propia vocación, y pueda responderle animado y acompañado por su familia.


 

Domingo 29 de diciembre de 2024