sábado, 4 de enero de 2025

II DOMINGO DE NAVIDAD

Domingo 5 de enero de 2025

PRIMERA LECTURA:

"La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido” (Eclesiástico 24, 1-2.8-12)

Lectura del libro del Eclesiástico.

La sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo. En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el Poderoso. «El Creador del universo me dio una orden, el que me había creado estableció mi morada y me dijo: “Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel”. Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca jamás dejaré de existir. Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él, y así me establecí en Sion. En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad».

Palabra de Dios.

SALMO:

"El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Salmo 147)

Salmo responsorial

R.  El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

V.  Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sion. Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. /R.

V.  Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. /R.

V.  Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel;

con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. /R.

SEGUNDA LECTURA:

"Él nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos” (Efesios 1, 3-6.15-18)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Gloria a ti, Cristo, proclamado en las naciones; gloria a ti, Cristo, creído en el mundo.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros” (Juan 1, 1-18)

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

+  Comienzo del santo Evangelio según san Juan.

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor.



SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

lunes 6 de enero.

 PRIMERA LECTURA:

Is 60, 1-6

La gloria del Señor amanece sobre ti

Lectura del libro de Isaías.

¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor y su gloria se verá sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos esos se han reunido, vienen hacia ti; llegan tus hijos desde lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás y estarás radiante; tu corazón se asombrará, se ensanchará, porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti, y a ti llegan las riquezas de los pueblos. Te cubrirá una multitud de camellos, dromedarios de Madián y de Efá. Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso, y proclaman las alabanzas del Señor.

Palabra de Dios.

 SALMO:

Sal 71, 1bc-2. 7-8. 10-11. 12-13 (R.: cf. 11)

R.  Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

V.  Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. /R.

V.  En sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. /R.

V.  Los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo. Los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; póstrense ante él todos los reyes, y sírvanle todos los pueblos. /R.

V.  Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. /R.

SEGUNDA LECTURA

Ef 3, 2-3a. 5-6

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Hemos visto salir su estrella y venimos a adorar al Señor.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO

Mt 2, 1-12 Venimos a adorar al Rey

+  Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor.



¿LO VAMOS A RECIBIR?

VER. -

Como dijimos en la Nochebuena, para la mayoría de personas la Navidad significa poco o nada, y menos aún en este tramo final. El día de Navidad ya ha pasado, también los festejos de la Nochevieja, y toda la atención está puesta en el día de Reyes, pero no por lo que significa la fiesta de la Epifanía, sino por los regalos o en las próximas rebajas. Sin embargo, nosotros debemos tener claro que seguimos en tiempo de Navidad, y este domingo nos ofrece la oportunidad de profundizar en el Misterio que estamos celebrando. 

JUZGAR. –

Hemos escuchado el prólogo del Evangelio según san Juan, que es un himno en el que están presentes los temas que luego se irán desarrollando a lo largo del Evangelio, y que podemos resumir en la afirmación: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria”. Es lo que estamos celebrando en Navidad: Jesús es el rostro visible de Dios, es el Dios-con-nosotros, que se ha hecho uno de nosotros para darnos su misma vida, que vence incluso a la muerte.

Como indica el tema 1 del Itinerario de Formación Cristiana para Adultos (IFCA) “Ser cristianos en el corazón del mundo”, «el hecho que está en la base del cristianismo es que Dios se revela, nos muestra quién es. El cristianismo, más que una búsqueda de Dios, consiste en que Dios es quien nos busca amorosamente. Ese misterio de Dios se nos muestra como gracia, don, amor y si hace falta perdón. El Misterio es Vida, plenitud de vida, vida eterna».

Pero hemos escuchado: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió…” Este Dios-con-nosotros que nos trae su misma vida no se impone, sino que se propone; por tanto, podemos acogerlo o rechazarlo. Por eso, nosotros debemos seguir celebrando la Navidad para ‘recibirla’, sin despistarnos ni dejarnos arrastrar por el ambiente que nos rodea, para que no caigamos en lo que decía san Juan: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron”.

Recibir a alguien es admitirlo en nuestra compañía, acogerlo en nuestra casa, integrarlo en nuestra vida; pero ‘recibir’ al Verbo encarnado es algo que va mucho más allá, porque también decía san Juan: “A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre”. La grandeza de la Navidad es que el Hijo de Dios, la Palabra o Verbo de Dios, por amor “se hizo carne” para que nosotros, si lo recibimos, podamos ser hijos de Dios y vivir ya desde ahora como tales, como decía san Pablo en la 2ª lectura: “Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, a ser sus hijos”.

La Navidad también es celebrar que, por Jesucristo, el Verbo de Dios hecho carne, «somos familia de Dios, Él nos asume como hijos. Cada una de sus criaturas humanas está llamada a pertenecer a la gran familia de los hijos de Dios. En el origen y destino de cada ser humano está el deseo de Dios de hacerle partícipe de su vida y amor. Todo ser humano de cualquier sexo, raza o condición es destinatario del don de Dios» (IFCA).

En este domingo segundo después de Navidad se nos recuerda que Dios nos ofrece «la plenitud para el ser humano que tiene un centro Jesucristo, el Verbo encarnado. Él es cabeza de la creación, de la historia y de la salvación. Él es el que nos desvela el misterio de nuestra propia vida y la grandeza de nuestra vocación humana».

ACTUAR. -

Seguimos en Navidad, seguimos celebrando el Misterio del Dios-con-nosotros y su amor, «un Dios que no sólo nos da dones, sino que se nos da en sus dones, de tal manera que entramos a participar de la naturaleza del mismo Dios», como verdaderos hijos suyos. Preguntémonos: ¿Vamos a seguir viviendo la Navidad, o la ‘guardaremos’ hasta el año que viene, como hacemos con los adornos y las figuritas del Belén? ¿Cuál va a ser nuestra respuesta personal ante este don que Dios ha hecho de Sí mismo en su Hijo hecho carne: lo vamos a recibir en nuestra vida, con todo lo que eso significa, ¿o no?

Esta noche ‘vienen los Reyes Magos’, y mañana celebraremos la fiesta de la Epifanía del Señor. Muchos, mayores y pequeños han escrito su carta a los Reyes pidiendo diferentes regalos que esperan recibir. Pero el mejor regalo que podemos pedir ya lo escribió san Pablo en la carta a los Efesios y lo hemos escuchado en la 2ª lectura. Para recibir el mayor Regalo, que es el Verbo hecho carne, pedimos para todos “que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos”.






II DOMINGO DE NAVIDAD