lunes, 4 de noviembre de 2019

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO


EL EJEMPLO DE ZAQUEO

     Después de celebrar la solemnidad de Todos los santos y de recordar a nuestros difuntos, hoy la liturgia pone ante nosotros el ejemplo de Zaqueo. El pasaje del Evangelio de hoy es un perfecto modelo de arrepentimiento, confesión y conversión, que es lo que tanto necesitamos para llegar a la santidad. Los pasos que sigue Zaqueo en su encuentro con Cristo son los mismos pasos que hemos de dar también nosotros en nuestra vida de fe.

1. Zaqueo quiere ver a Jesús. Nos dice el Evangelio que Zaqueo era jefe de publicanos y rico. A primera vista, parece que Zaqueo no es el mejor ejemplo de seguidor de Jesús. Era un hombre mal visto por la sociedad, pecador, ladrón que se había hecho rico a costa de robar a los de su propio pueblo con el cobro fraudulento de impuestos. Sin embargo, el Evangelio nos dice que Zaqueo deseaba ver a Jesús. Quizá Zaqueo deseaba ver a Jesús por la curiosidad que despertaba entre las multitudes que le escuchaban. Quizá deseaba ver para que nadie le contase. O quizá tenía verdaderos deseos de encontrarse personalmente con Jesús. Pero fuera como fuese, Zaqueo deseaba ver a Jesús. Un primer paso en nuestra vida de fe es tener en nuestro corazón este deseo de ver también nosotros a Jesús. Como en aquella ocasión, en la que Jesús iba por Jericó, también hoy Jesús pasa por nuestro lado. Podemos seguir con la cabeza agachada, pensando sólo en nuestras cosas. O podemos hacer como Zaqueo, desear verle, correr detrás de Él, e incluso subirnos a algún lugar más alto para poder encontrarnos con Él.

2. Jesús quiere hospedarse en casa de Zaqueo. Dice el Evangelio que, cuando Jesús pasó por debajo de aquella higuera en la que estaba subido Zaqueo, Jesús le llamó por su nombre. Y es que mucho antes de que Zaqueo deseara ver a Jesús, Éste ya se había fijado en él, ya le conocía. Por eso, la clave no es que nosotros salgamos corriendo en busca de Dios, sino que Él ya nos conoce mucho antes, ya sabe cómo somos, y desea encontrarse con nosotros. Dios entró en la casa de aquel hombre, se hizo su huésped. También Dios quiere entrar en nuestra casa, en nuestra vida. Dios quiere ser nuestro huésped, compartir mesa y mantel con nosotros, charlar tranquilamente cara a cara, tener un rato de encuentro con nosotros.

3. El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Si Zaqueo era un pecador, un corrupto, un ladrón, ¿cómo iba Dios a entrar en su casa? Por eso la gente comenzó a murmurar. Sin embargo, Zaqueo se puso en pie, confesó públicamente su pecado, mostró un verdadero arrepentimiento y se comprometió a ayudar a los pobres y a devolver aquello que había robado. Sin duda, aquel encuentro con Jesús había cambiado la vida de Zaqueo. No importa lo que hayas hecho hasta ahora, es lo que le responde Jesús, lo que importa es que te has dado cuenta de tu error, te has arrepentido y has decidido cambiar de vida. Si dejamos que Dios entre de verdad en nuestra vida, este encuentro con Él puede llegar a cambiar nuestra vida. Para esto ha venido Cristo y por esto está deseando hospedarse en nosotros.