sábado, 19 de agosto de 2023

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

20 de agosto de 2023

PRIMERA LECTURA:

“A los extranjeros los traeré a mi monte santo” (Isaías 56, 1.6-7)

SALMO:

“Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben” (Salmo 66)

SEGUNDA LECTURA:

"Los dones y la llamada de Dios son irrevocables para Israel” (Romanos 11, 13-15.29-32)

EVANGELIO:

“Mujer, qué grande es tu fe” (Mateo 15, 21-28)

«En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró a la región de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella se acercó y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame». Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.

RAZONES PARA DUDAR

VER. -

El racismo es una creencia que sostiene la superioridad de un grupo étnico sobre los demás, lo que conduce a la discriminación o persecución social. Aunque en los países del llamado “primer mundo” todo ser humano es igual en derechos y dignidad, sea cual sea su raza, cultura, condición o religión, de vez en cuando aparece la denuncia de comentarios racistas que se han producido en algún evento deportivo, o en redes sociales… pero también en nuestro entorno, en conversaciones cotidianas, en las que se emplean calificativos despectivos contra personas de otra raza o cultura.

JUZGAR. -

El Evangelio de hoy resulta sorprendente, porque la actitud que muestra Jesús rompe con la imagen que normalmente tenemos de Él. Una mujer cananea se puso a gritarle: Ten compasión de mí… Pero Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: “Atiéndela…”. Y Él les contestó: “Sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel”. Jesús parece mostrar una actitud de desprecio y altanería hacia esa mujer, pero aún no ha acabado la cosa: cuando ella se le acercó y se postró ante Él diciendo: “Señor, ayúdame”, cabría esperar que Jesús se ablandase y la atendiese, pero Él le contestó: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”. No es la primera vez que Jesús hace referencia a los perros, ya que anteriormente había dicho: No deis lo santo a los perros… (Mt 7, 6). Para el pueblo judío los perros eran animales despreciados y, además, para los judíos, los gentiles eran “perros”. Con su respuesta a la cananea, hoy en día Jesús sería denunciado por proferir comentarios racistas dirigidos a esta mujer. Sin embargo, lo que hoy nos enseña Jesús es un claro “No al racismo”.

Como hemos dicho en anteriores ocasiones, no debemos quedarnos en una lectura del texto superficial ni descontextualizada. Para comprender el significado de este pasaje, debemos tener presente que Jesús era verdadero Dios y verdadero hombre, y que se encarnó como miembro de un pueblo concreto, asumiendo y participando de las características sociales y culturales propias de ese pueblo. Jesús era judío, con todo lo que eso significa, y ser miembro de este pueblo configuraba su modo de pensar, actuar y hablar, y utilizaba las formas y expresiones propias de su pueblo.

Jesús tenía plena conciencia de su misión, y por eso responde en primer lugar: Sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel. De hecho, Él mismo había indicado a sus discípulos: No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. (Mt 10, 5-6) La misión de Jesús está dirigida primordialmente al pueblo de Israel porque la misión entre los gentiles la tendrán que llevar a cabo sus discípulos, convertidos en apóstoles después de Pentecostés.

Pero Jesús también tiene plena conciencia de lo que hemos escuchado en la 1ª lectura: A los extranjeros que se han unido al Señor… los traeré a mi monte santo. El profeta Isaías ya había anunciado que ser miembro del pueblo de Dios no es algo restringido sólo al pueblo de Israel, sino que el pueblo de Dios está abierto a los “extranjeros” que, por la fe, se unan al Señor.

Por eso Jesús provoca en la mujer cananea una respuesta de fe (también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos), para hacer visible lo anunciado por el profeta. Con su respuesta final (Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas), Jesús aleja cualquier sospecha de racismo por su parte, enseñándonos que ante Dios no cabe el racismo, que ser miembros del Pueblo de Dios es cuestión de fe, y que todo ser humano, de cualquier raza y cultura, puede dar esa respuesta de fe.

ACTUAR. –

¿Tengo actitudes racistas? ¿Miro con desconfianza a quienes son “extranjeros”? ¿En mi conversación cotidiana hago comentarios despectivos hacia personas de otra raza o cultura?

Todos los miembros de la Iglesia debemos dar, de palabra y de obra, un claro “No al racismo”. En la 2ª lectura, san Pablo se llamaba a sí mismo apóstol de los gentiles. Nosotros somos también “apóstoles de los gentiles”, que proponen la Buena Noticia del Evangelio a aquéllos que “oficialmente” no forman parte del Pueblo de Dios. Y, como Jesús, este apostolado lo llevamos a cabo desde nuestra cultura y con nuestro lenguaje, pero sin actitudes “racistas”, sin prejuicios… recordando siempre que el Pueblo de Dios está abierto todo ser humano, de cualquier raza, cultura, condición o religión, que acoja con fe al Señor, lo ame y lo siga.