sábado, 26 de agosto de 2023

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 27 de agosto de 2023

PRIMERA LECTURA:

“Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David” (Isaías 22, 19-23)

SALMO:

“Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos” (Salmo 137)

SEGUNDA LECTURA:

"De Él, por Él y para Él existe todo” (Romanos 11, 33-36)

EVANGELIO:

“Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos” (Mateo 16, 13-20)

Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón tomó la palabra y dijo: «Tú eres el mesías, el hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de Dios; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces ordenó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el mesías.

CASI UN DESCONOCIDO

VER. -

Cuando llegamos a la edad adulta, en ocasiones nos damos cuenta de que hemos pasado mucho tiempo, años, al lado de una persona, pero en realidad, no la conocemos. Y esto ocurre con un familiar, amigo, compañero de trabajo y, lamentablemente, también en las relaciones de pareja. “Sabemos” cosas de esa persona, hablamos de muchos temas generales, compartimos tareas o aficiones, incluso vivimos bajo el mismo techo… Pero descubrimos que nuestra relación es muy superficial y que ése que tenemos tan cercano es, en realidad, casi un desconocido.

JUZGAR. –

Esto también nos puede ocurrir con el Señor, de ahí que, como hemos escuchado en el Evangelio, debemos sentirnos directamente interpelados por Él: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Hoy el Señor nos pregunta a cada uno: “Y tú, ¿quién dices que soy?”

La pregunta es muy importante. La mayoría de nosotros llevamos años, quizá “toda la vida”, a su lado. Recibimos los Sacramentos, leemos y escuchamos su Palabra, participamos en la Eucaristía, incluso hemos asumido algún compromiso evangelizador… Pero, ¿lo conocemos de verdad, o en realidad es casi un desconocido? ¿Quién es Él para nosotros? ¿Quién decimos que es Él?

Y al pretender responder a esta pregunta, quizá lo primero que nos salga sea una respuesta “aprendida”, como “de Catecismo”. Podríamos decir, como Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Pero, aunque la respuesta sea formalmente correcta, todavía no es suficiente, del mismo modo que no es suficiente decir de alguien: “Es mi marido, es mi esposa, es mi amigo…” Hay que ir más allá, mostrar que realmente conozco a esta persona que tengo a mi lado: ¿Qué significa para mí que tú seas mi marido, mi esposa, mi amigo...? ¿Por qué estoy contigo, en qué está basada nuestra relación, qué nos aportamos mutuamente? ¿Cómo influyes en toda mi vida?

La respuesta a la pregunta que Jesús nos plantea ha de ir en esta línea, para mostrar que realmente lo conocemos: ¿Qué significa para mí, Señor, que Tú seas el Hijo de Dios vivo? ¿Por qué estoy contigo, en qué está basada nuestra relación, qué me aportas y qué aporto yo? ¿Cómo influyes en toda mi vida, en mis sentimientos, en mis valores, en mis decisiones, en mis actos…?

La respuesta a estas preguntas es la que mostrará si conocemos de verdad a Jesús. Pero, como Jesús ha dicho a Pedro, eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre. Nuestra respuesta no la podemos aprender, ni la vamos a encontrar escrita, ni nos sirve lo que otros nos digan sobre su experiencia de fe, del mismo modo que no nos sirve lo que otros puedan decirnos de su marido o su esposa para nuestra relación de pareja. Para que nuestra respuesta sea válida, ha de salirnos del corazón, y esa respuesta la hace brotar mi Padre que está en los cielos.

Para conocer a Jesús no es suficiente “estar” junto a Él, o pasar algún tiempo con Él, aunque sea el tiempo de la Eucaristía, o sólo cumplir los mandamientos y preceptos, o sólo saber datos sobre Él. Para conocer a Jesús hemos de seguirle, y el seguimiento es una relación de tú a Tú, una relación personal, hecha diálogo en la oración, hecha encuentro en la Eucaristía y los demás Sacramentos y en la formación, hecha vida en las cosas del día a día, guiados por el Evangelio. Sólo entonces podremos decir de Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, no como algo aprendido, sino como algo vivido, algo que sale de nuestro ser.

ACTUAR. –

Si me paro a pensar, ¿qué personas de mi entorno cotidiano son en realidad casi unos desconocidos para mí? ¿Quién digo yo que es Jesús? ¿Me he planteado en serio esta pregunta, o doy la respuesta aprendida del Catecismo? ¿Se me nota en palabras y obras quién es Jesús para mí?

Jesús es casi un desconocido para muchas personas. El Documento de Trabajo del próximo Sínodo Universal, “Por una Iglesia sinodal: comunión-participación-misión”, señala “la necesidad de renovar el lenguaje utilizado por la Iglesia: en la liturgia, en la predicación, en la catequesis… Sin degradar la profundidad del Misterio que la Iglesia anuncia ni la riqueza de su Tradición, la renovación del lenguaje debe orientarse a hacerlos accesibles y atractivos a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sin representar un obstáculo que los mantenga alejados”. Y esa renovación del lenguaje no la deben hacer sólo los teólogos; empieza por que cada uno respondamos, desde el corazón y con nuestras palabras, quién digo “yo” que es Jesús para mí.