Domingo 27 de agosto de 2023
PRIMERA LECTURA:
“Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David”
(Isaías 22, 19-23)
SALMO:
“Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de
tus manos” (Salmo 137)
SEGUNDA LECTURA:
"De Él, por Él y para Él existe todo” (Romanos 11,
33-36)
EVANGELIO:
“Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los
cielos” (Mateo 16, 13-20)
Al llegar Jesús a la región de
Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el
hijo del hombre?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que
Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Vosotros,
¿quién decís que soy yo?». Simón tomó la palabra y dijo: «Tú eres el mesías, el
hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «Dichoso tú, Simón, hijo de Juan,
porque eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está
en los cielos. Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las
llaves del reino de Dios; y lo que ates en la tierra quedará atado en los
cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces
ordenó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el mesías.
CASI UN
DESCONOCIDO
VER. -
Cuando llegamos a la edad adulta,
en ocasiones nos damos cuenta de que hemos pasado mucho tiempo, años, al lado
de una persona, pero en realidad, no la conocemos. Y esto ocurre con un
familiar, amigo, compañero de trabajo y, lamentablemente, también en las
relaciones de pareja. “Sabemos” cosas de esa persona, hablamos de muchos temas
generales, compartimos tareas o aficiones, incluso vivimos bajo el mismo techo…
Pero descubrimos que nuestra relación es muy superficial y que ése que tenemos
tan cercano es, en realidad, casi un desconocido.
JUZGAR. –
Esto también nos puede ocurrir
con el Señor, de ahí que, como hemos escuchado en el Evangelio, debemos
sentirnos directamente interpelados por Él: Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?
Hoy el Señor nos pregunta a cada
uno: “Y tú, ¿quién dices que soy?”
La pregunta es muy importante. La
mayoría de nosotros llevamos años, quizá “toda la vida”, a su lado. Recibimos
los Sacramentos, leemos y escuchamos su Palabra, participamos en la Eucaristía,
incluso hemos asumido algún compromiso evangelizador… Pero, ¿lo conocemos de
verdad, o en realidad es casi un desconocido? ¿Quién es Él para nosotros?
¿Quién decimos que es Él?
Y al pretender responder a esta
pregunta, quizá lo primero que nos salga sea una respuesta “aprendida”, como
“de Catecismo”. Podríamos decir, como Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo. Pero, aunque la respuesta sea formalmente correcta, todavía no es
suficiente, del mismo modo que no es suficiente decir de alguien: “Es mi
marido, es mi esposa, es mi amigo…” Hay que ir más allá, mostrar que realmente
conozco a esta persona que tengo a mi lado: ¿Qué significa para mí que tú seas
mi marido, mi esposa, mi amigo...? ¿Por qué estoy contigo, en qué está basada
nuestra relación, qué nos aportamos mutuamente? ¿Cómo influyes en toda mi vida?
La respuesta a la pregunta que
Jesús nos plantea ha de ir en esta línea, para mostrar que realmente lo
conocemos: ¿Qué significa para mí, Señor, que Tú seas el Hijo de Dios vivo?
¿Por qué estoy contigo, en qué está basada nuestra relación, qué me aportas y
qué aporto yo? ¿Cómo influyes en toda mi vida, en mis sentimientos, en mis
valores, en mis decisiones, en mis actos…?
La respuesta a estas preguntas es
la que mostrará si conocemos de verdad a Jesús. Pero, como Jesús ha dicho a
Pedro, eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre. Nuestra respuesta no
la podemos aprender, ni la vamos a encontrar escrita, ni nos sirve lo que otros
nos digan sobre su experiencia de fe, del mismo modo que no nos sirve lo que
otros puedan decirnos de su marido o su esposa para nuestra relación de pareja.
Para que nuestra respuesta sea válida, ha de salirnos del corazón, y esa
respuesta la hace brotar mi Padre que está en los cielos.
Para conocer a Jesús no es
suficiente “estar” junto a Él, o pasar algún tiempo con Él, aunque sea el
tiempo de la Eucaristía, o sólo cumplir los mandamientos y preceptos, o sólo
saber datos sobre Él. Para conocer a Jesús hemos de seguirle, y el seguimiento
es una relación de tú a Tú, una relación personal, hecha diálogo en la oración,
hecha encuentro en la Eucaristía y los demás Sacramentos y en la formación,
hecha vida en las cosas del día a día, guiados por el Evangelio. Sólo entonces
podremos decir de Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, no como algo
aprendido, sino como algo vivido, algo que sale de nuestro ser.
ACTUAR. –
Si me paro a pensar, ¿qué
personas de mi entorno cotidiano son en realidad casi unos desconocidos para
mí? ¿Quién digo yo que es Jesús? ¿Me he planteado en serio esta pregunta, o doy
la respuesta aprendida del Catecismo? ¿Se me nota en palabras y obras quién es
Jesús para mí?
Jesús es casi un desconocido para
muchas personas. El Documento de Trabajo del próximo Sínodo Universal, “Por una
Iglesia sinodal: comunión-participación-misión”, señala “la necesidad de
renovar el lenguaje utilizado por la Iglesia: en la liturgia, en la
predicación, en la catequesis… Sin degradar la profundidad del Misterio que la
Iglesia anuncia ni la riqueza de su Tradición, la renovación del lenguaje debe
orientarse a hacerlos accesibles y atractivos a los hombres y mujeres de
nuestro tiempo, sin representar un obstáculo que los mantenga alejados”. Y esa
renovación del lenguaje no la deben hacer sólo los teólogos; empieza por que cada
uno respondamos, desde el corazón y con nuestras palabras, quién digo “yo” que
es Jesús para mí.