Domingo 10 de septiembre de 2023
PRIMERA LECTURA:
“Si no hablas al malvado, te pedirá cuentas de su sangre”
(Ezequiel 33, 7-9)
SALMO:
“Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis
vuestro corazón»” (Salmo 94)
SEGUNDA LECTURA:
"La plenitud de la ley es el amor” (Romanos 13, 8-10)
EVANGELIO:
“Si te hace caso, has salvado a tu hermano” (Mateo 18,
15-20)
Si tu hermano peca contra ti,
repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si
no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede
confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la
comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considérelo como un
pagano o un publicano. En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra
quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará
desatado en los cielos. Os digo, además, que, si dos de vosotros se ponen de
acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los
cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos».
YO NO ME METO
VER. -
A una persona le comentaron que
la pareja de un familiar suyo estaba llevando una conducta inapropiada. No era
un simple rumor, había razones para creerlo, pero esta persona no se decidió a
decir nada a su familiar. Cuando se hizo público el problema, esta persona tuvo
remordimientos pensando que, si hubiese dicho algo a su familiar, quizá podría
haber solucionado el problema. Esta situación se repite en muchas circunstancias:
vemos situaciones, comportamientos… que sabemos que no son correctos, pero,
salvo que nos afecten directamente, pensamos: “Yo no me meto”.
JUZGAR. -
Es lógico sentir ese reparo. Nos
da miedo vernos envueltos en un conflicto ya que, en ocasiones, personas que
han hablado o actuado en defensa de otras se han visto gravemente perjudicadas
y, además, su gesto, muchas veces, no ha servido para nada.
No se trata de ser unos
metomentodo, pero el peligro es que ese miedo a actuar cuando sabemos que algo
no es correcto acabe convirtiéndose en indiferencia y pasotismo, una actitud
que favorece que el mal se extienda impunemente en lo afectivo, familiar,
social, económico, político…
Por eso la Palabra de Dios de
este domingo nos da unas indicaciones para evitar esa actitud del “yo no me
meto”. En la 1ª lectura Dios nos ha dicho: Cuando escuches una palabra de mi
boca, les advertirás de mi parte. Y, para que no respondamos “yo no me meto”,
Dios apela a un cierto “egoísmo”: si tú no hablas para advertir al malvado que
cambie de conducta, él morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su
sangre. Pero si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace,
él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida. Un primer paso para no
dejarnos llevar por el “yo no me meto”, cuando hay cosas que sabemos que no son
conforme Dios quiere, es nuestro propio interés: no hablo o actúo “por el bien
del otro”, sino para que Dios no me pida cuentas de mi inacción, de mi
pasotismo.
Y como Jesús “ha venido a dar
plenitud a la ley” (cfr. Mt 5, 17), una vez hemos roto la barrera del “yo no me
meto”, nos invita a seguir dando pasos, ahora teniendo también en cuenta el
bien del otro: Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a
solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Jesús nos invita a “meternos”
pero con delicadeza, pensando en el otro y en su bien. No debemos erigirnos en
jueces ni emitir sentencia condenatoria; debemos asumir una actitud de diálogo
cercano: estando los dos a solas. Y junto con la delicadeza, la paciencia: Si
no te hace caso, llama a otro o a otros dos… Si no les hace caso, díselo a la
comunidad… A todos nos cuesta cambiar y puede que necesitamos tiempo para
darnos cuenta de nuestros errores, asumirlos y tratar de enmendarlos.
Pero, además de enseñarnos a
“meternos” en esas situaciones con delicadeza y respeto, Jesús también nos
enseña a “salirnos” de ellas, del mismo modo: si no hace caso ni siquiera a la
comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Hay que aprender a
respetar la libertad del otro y aceptar que no haga caso a lo que le decimos,
aunque nos duela, sin convertirnos en unos pesados insistentes. Y este “dejar
al otro” en su libertad nos llevará de nuevo a lo que hemos escuchado en la 1ª
lectura: si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él
morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida. Viviremos esta experiencia,
pero no pensando primero en nuestro propio interés, sino desde la conciencia
tranquila por haber seguido todos los pasos que Jesús nos ha indicado, buscando
el bien del otro, aunque al final no haya hecho caso.
ACTUAR. –
¿En qué ocasiones he dicho: “Yo
no me meto”? ¿He sufrido algún problema por hablar o actuar conforme a lo que
Dios nos pide? ¿Qué me sugiere la frase: si tú no hablas para advertir al
malvado que cambie de conducta, él morirá por su culpa, ¿pero a ti te pediré
cuenta? ¿He llevado a la práctica el proceso que Jesús indica? ¿Sé respetar la
libertad del otro, aunque me duela que no cambie de actitud?
No es fácil evitar el “yo no me
meto”, tanto con los más cercanos como en otros ámbitos. Por eso, necesitamos
tener en cuenta lo indicado por san Pablo en la 2ª lectura: A nadie le debáis
nada, más que el amor mutuo. El amor no hace mal a su prójimo; por eso la
plenitud de la ley es el amor. Por eso, el paso previo y necesario, antes de
hablar y actuar, es la oración para “ver” al otro desde el mismo amor de Dios y
tener la certeza de que lo que hagamos o digamos será por el verdadero bien del
otro.