viernes, 15 de diciembre de 2023

DOMINGO III DE ADVIENTO

Domingo 17 de diciembre de 2023

PRIMERA LECTURA:

“Desbordo de gozo en el Señor” (Isaías 61, 1-2a.10-11)

SALMO:

“Me alegro con mi Dios” (Lc 1, 46-50.53-54)

SEGUNDA LECTURA:

"Que vuestro espíritu, alma y cuerpo s mantenga hasta la venida del Señor” (1 Tesalonicenses 5, 16-24)

EVANGELIO:

“En medio de vosotros hay uno que no conocéis” (Juan 1, 6-8.19-28)

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

¿QUÉ CELEBRAMOS?

VER. -

Como dijimos al comenzar el Adviento, este año se han anticipado mucho los elementos externos de la Navidad. En octubre ya se podían comprar turrones y otros dulces; y a mediados de noviembre, tiendas y centros comerciales ya tenían la decoración navideña y sonaban los villancicos, y las cadenas de televisión ya programaban películas de supuesta temática navideña. Pero no se sabe, ni se quiere saber, cuál es la razón profunda que debería dar sentido a todo eso. Como escribió el filósofo español Javier Sádaba, en su libro ‘Saber vivir’, «lo normal y extendido en nuestros días es que un hombre adulto y razonablemente instruido no es un creyente o un incrédulo, sino que se despreocupa de tales cuestiones». Para la gran mayoría, ‘la navidad’ es sólo eso: una época del año, en la que se ponen lucecitas y se comen turrones, se reúne la familia, se hacen regalos y, ‘por obligación’, hay que estar alegres, ir de fiesta y tener buenos sentimientos. El sentido religioso de la Navidad no les importa y se deja de lado como algo infantil o propio de épocas pasadas y personas poco instruidas, y que nada tiene que aportar a nuestro mundo y nuestra vida actual. Por eso, no es de extrañar que, para muchos, ‘la navidad’, tal como se nos presenta, resulte poco atractiva.

JUZGAR. -

El tercer domingo de Adviento nos hace una llamada a preguntarnos qué celebramos en Navidad, cuál es su sentido, para vivirla como algo significativo y transcendente en nuestra vida.

El Evangelio nos ha mostrado hoy a “un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan”. Y Juan proclama: “En medio de vosotros hay uno que no conocéis…”. Unas palabras que van dirigidas, en primer lugar, a nosotros: ¿Conocemos a Jesús, para ser capaces de reconocerlo y dar testimonio y señalar a los demás su presencia en medio de nosotros, como hizo Juan? ¿Sabríamos explicar quién es Jesús, por qué celebramos su nacimiento y cuáles son las consecuencias para nosotros? ¿O sólo repetimos unos contenidos aprendidos de memoria pero que no hemos reflexionado personalmente? ¿Nos quedamos en un cumplimiento externo de unos ritos de los que no sabemos su significado, o procuramos vivir las celebraciones litúrgicas como cauces para nuestro encuentro con Dios?

Juan “venía como testigo, para dar testimonio de la luz. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz”. Si conozco a Jesús, ¿cómo doy testimonio de Él? ¿Se me nota en palabras y obras la fe que afirmo tener, o soy católico de un modo oculto y casi vergonzante? ¿Transmito sus palabras, o las mías?

Y Juan también decía: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Allanad el camino del Señor’”. En este desierto de la indiferencia generalizada e incluso desprecio hacia lo religioso, ¿cómo ‘grito’? ¿Mi estilo de vida, como el de Juan, cuestiona a otros, sé mantenerme firme en el camino del Evangelio, o me dejo llevar por los esquemas y valores comúnmente aceptados pero contrapuestos al mismo?

La respuesta a estas preguntas nos ayudará a ir descubriendo qué celebramos en Navidad y, entonces, más allá de los elementos externos o de la indiferencia hacia lo religioso, viviremos la verdadera alegría, como expresaba el profeta Isaías en la 1ª lectura: “Desbordo de gozo en el Señor y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto un traje de salvación”. Los elementos externos navideños podrán estar o no estar, pero la alegría de estos días no consiste ni se basa en ellos; ‘la Navidad’ auténtica es alegría porque sabemos que ‘en medio de nosotros hay uno a quien conocemos’, Jesús, que, siendo Dios, nació como uno de nosotros, para traernos la Buena Noticia de la salvación.

ACTUAR. –

En la 2ª lectura, san Pablo nos ha ofrecido unas indicaciones para poder estar “siempre alegres”:

“Sed constantes en orar”. La oración debería ser para nosotros como la respiración, algo habitual y sin la cual ‘morimos’ espiritualmente. ¿Soy constante en la oración? ¿Cuáles son mis tiempos para ello?

“Dad gracias a Dios en toda ocasión”. Ser agradecidos nos ayuda a ser más conscientes de que en medio de nosotros está Jesús. ¿La acción de gracias forma parte de mi oración, o sólo me quedo en la petición? Y la gran ‘acción de gracias’ es la Eucaristía: ¿Cómo participo en ella? ¿Le doy prioridad?

“Examinadlo todo; quedaos con lo bueno”. No se trata de ir ‘contra’ los elementos externos navideños, sino de discernir cuáles me ayudan a vivir la verdadera Navidad y aprovecharlos. Que el Adviento nos ayude a saber mejor qué celebramos en Navidad, para que, como hemos dicho al principio, «podamos celebrarla con alegría desbordante».

DOMINGO V DE PASCUA