Domingo 10 de diciembre de 2023
PRIMERA LECTURA:
“Preparadle un camino al Señor” (Isaías 40, 1-5.9-11)
SALMO:
“Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”
(Salmo 84)
SEGUNDA LECTURA:
"Esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva” (2
Pedro 3,8-14)
EVANGELIO:
“Enderezad los senderos del Señor” (Marcos 1, 1-8)
Comienzo del Evangelio de Jesucristo,
Hijo de Dios. Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero
delante de ti, el cual preparará tu camino; una voz grita en el desierto:
"Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos"»; se presentó
Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el
perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de
Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados. Juan iba
vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se
alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene
el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de
sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu
Santo».
TRES REGALOS
VER. -
Estos días encontramos
informaciones sobre los regalos más buscados en Navidad, aunque muchas veces no
se sabe a qué se debe que tanta gente desee esos regalos en concreto. Son
artículos, sobre todo, de electrónica, informática, juguetes y videojuegos,
electrodomésticos… Si tenemos pensado regalar uno de estos productos a alguien
de nuestro entorno, quizá nos pueda resultar muy difícil adquirirlos, a veces
imposible, porque ya se han agotado. Si es así, seguramente sustituiremos el
regalo por otro, pero sabemos que no es lo que la otra persona desea o
necesita.
JUZGAR. -
Mediado el tiempo de Adviento, la
Palabra de Dios nos propone tres ‘regalos’ para vivir la Navidad: consuelo,
paciencia y esperanza.
Quizá no sean de los más buscados
conscientemente por las personas, pero sí son los que más necesitamos y no
pueden ser sustituidos por otros. Tampoco podemos adquirirlos, porque son un
‘regalo’ en el sentido propio de la palabra, son algo que nos es dado. Y,
aunque a veces nos pueda parecer que se han agotado, podremos recibirlos si
sabemos a Quién pedírselos.
La 1ª lectura nos ofrece el
primero de estos regalos: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”.
Consolar es aliviar la pena y la aflicción de alguien. Es muy larga la lista de
penas y aflicciones que nos azotan, tanto en lo personal como en lo familiar,
social, político, laboral, económico, eclesial… Es tan larga la lista, y tan
dramáticas las situaciones que encontramos y las que surgen cada día, que
llegamos a pensar que no hay consuelo posible, que se ha agotado nuestra
capacidad de consolar.
Pero Dios sí puede ‘regalarnos’
el verdadero consuelo, porque va unido a los otros dos regalos.
La 2ª lectura nos ofrece el
segundo regalo: la paciencia. Es saber esperar cuando algo se desea mucho. Y,
si deseamos mucho el consuelo que sólo Dios puede regalarnos, debemos aprender
a esperar, porque como decía san Pedro: “No olvidéis una cosa, que para el
Señor un día es como mil años y mil años como un día”. No podemos olvidar que
Dios mide el tiempo de un modo diferente a como lo medimos nosotros. Y, para
que esto no nos provoque frustración y desesperación, continuaba: “El Señor no
retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con
vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la
conversión”. Uno de los principales atributos de Dios es ser paciente con
nosotros (el otro es ser misericordioso). Cuando notamos que se nos ha agotado
la paciencia, es a Él a quien debemos pedírsela porque sólo Él nos la puede
regalar.
Pero la paciencia necesita del
tercer regalo: la esperanza, porque, como escribió Benedicto XVI en ‘Spe
salvi’” 1: «el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y
aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si
esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino». Por eso ya
apuntaba el final de la 2ª lectura: “Nosotros, según su promesa, esperamos unos
cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia”. Y así el
Evangelio nos ha mostrado que nuestra esperanza tiene nombre propio: “Comienza
el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. Evangelio significa ‘buena noticia’,
y la Buena Noticia que celebramos en Navidad es que el Hijo de Dios se ha hecho
hombre por nosotros. Jesucristo es el gran Regalo de Dios a la humanidad, Él es
la esperanza que nos salva porque, como decía Juan el Bautista, “Él os
bautizará con Espíritu Santo”, y el Espíritu Santo es la fuente de la esperanza
verdadera, de la paciencia perseverante y del consuelo que llega al corazón.
¿En alguna ocasión no he podido
regalar algo porque se ha agotado? ¿Qué deseo verdaderamente para Navidad?
¿Necesito ser consolado? ¿Con qué o con quién necesito tener paciencia? ¿Qué o
quién me da esperanza? ¿Cómo estoy preparando el camino del Señor?
Cuando por cualquier motivo
sentimos que no hay consuelo posible, que la paciencia se nos ha terminado, y
no encontramos razones para la esperanza, no pensemos que estos ‘productos’ se
han agotado y ya no los vamos a encontrar. Preparemos el camino del Señor para
vivir la Navidad invocando al Espíritu Santo, porque es el mismo Espíritu que
hizo posible que el Hijo de Dios se encarnase en la Virgen María para ser el
Evangelio, la Buena Noticia, el Gran Regalo que contiene de forma inagotable el
consuelo, la paciencia y la esperanza que tanto necesitamos.