jueves, 25 de enero de 2024

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 28 de enero de 2024

PRIMERA LECTURA:

“Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca” (Deuteronomio 18, 15-20)

SALMO:

“Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»” (Salmo 94)

SEGUNDA LECTURA:

"La soltera se preocupa de los asuntos del Señor, de ser santa” (1 Corintios 7, 32-35)

EVANGELIO:

“Les enseñaba con autoridad” (Marcos 1, 21b-28)

Entraron en Cafarnaún, y, el sábado, Jesús fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Todos se maravillaban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley. En la sinagoga había un hombre poseído de un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Sé quién eres: ¡El santo de Dios!». Jesús le increpó: «Cállate y sal de él». Y el espíritu inmundo, retorciéndole y gritando, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto?

LO NUEVO

VER. -

Al iniciarse la campaña de rebajas, un experto en ventas dijo que en las tiendas de ropa, aprovechando la gran afluencia de gente, junto a las ofertas se ponían prendas con el rótulo ‘Nuevo’, que no estaban rebajadas, y así las personas se sentían inclinadas a adquirir esos artículos, porque les atraían más que los rebajados. Lo nuevo siempre es acogido con una predisposición favorable, nos atrae más que lo que ya conocemos, que puede resultarnos rutinario y aburrido.

JUZGAR. -

Debemos ser conscientes de que la fe cristiana está considerada por la mayoría de las personas como algo anticuado, propio de épocas pasadas, y que no tiene nada nuevo que aportar a nuestra vida y cultura actuales. Incluso nosotros mismos, que participamos habitualmente en las celebraciones y en la vida y misión de la Iglesia, corremos el peligro de caer en la rutina, en la repetición, en pensar que ‘esto ya lo sabemos’, y así tampoco nuestra fe nos aporta nada nuevo.

El Evangelio de este domingo nos permite intuir que algo así ocurría en tiempos de Jesús: el culto a Dios se había ‘rebajado’ bastante, había caído en la monotonía, en la repetición de una serie de ritos que ya no resultaban significativos para la mayoría de la gente; incluso las palabras de los escribas les sonaban a algo ya escuchado y repetido muchas veces. Por eso se sienten atraídos por Jesús, que es ‘nuevo’ y provoca en ellos asombro y estupefacción.

Hoy se nos invita a revivir la experiencia de los ciudadanos de Cafarnaún. Ellos, el sábado, como era habitual, fueron a la sinagoga. ¿Por qué he venido hoy al templo parroquial, cuál es mi motivación: la costumbre, el cumplimiento del precepto, el deseo de encontrarme con Dios?

“Entró Jesús en la sinagoga a enseñar”: ¿Vengo con actitud de escuchar y aprender? ¿Creo de verdad que es Jesús quien me va a enseñar, a través de su Palabra, de la homilía, de las oraciones…?

“Estaban asombrados de su enseñanza”: ¿Estoy atento durante la celebración de la Eucaristía, o estoy pensando en otras cosas, en lo que haré después…? ¿En alguna ocasión, durante la celebración, he sentido ‘asombro’, ha habido algo que me haya sorprendido o impactado?

“Se preguntaron estupefactos: ¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad”. ¿Cada celebración de la Eucaristía me parece distinta, o pienso que ‘siempre es lo mismo’? ¿En alguna ocasión me ha aportado algo nuevo, o he descubierto algo que antes no conocía?

ACTUAR. –

La experiencia de los ciudadanos de Cafarnaún es una llamada a vivir, o revivir, lo nuevo de la fe cristiana. Para tener esta experiencia, no hemos de ‘rebajar’ la importancia y necesidad de la Eucaristía dominical porque, como dice el Papa Francisco en ‘Christus vivit’ 1: «Vive Cristo, esperanza nuestra. Todo lo que Él toca se hace nuevo», porque Él es ‘lo nuevo’ que se introduce en nuestras rutinas.

Por eso necesitamos tener siempre presente que el protagonista y la razón de nuestro encuentro comunitario es Cristo. No hemos de venir al templo parroquial por costumbre ni para cumplir un precepto: venimos a encontrarnos con Él, porque como afirmó Benedicto XVI en ‘Deus caritas est’ 1: «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida».

Tampoco hemos de venir pensando que ‘siempre es lo mismo’, sino predispuestos a dejarnos ‘tocar’, a dejarnos enseñar por Él porque «Él no sólo vino, sino que viene y seguirá viniendo cada día para invitarte a caminar hacia un horizonte siempre nuevo». (ChV 125)

Hemos de pedir al Espíritu Santo que mantenga viva nuestra capacidad de asombro, ya que Cristo «hace a sus fieles siempre nuevos; aunque sean ancianos. Él es siempre joven y fuente constante de novedad. Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece». (Evangelii gaudium 11)

Si vivimos así la Eucaristía dominical, la fe cristiana no sonará a algo anticuado, porque manifestaremos que «su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto». (EG 276)

DOMINGO V DE PASCUA