Domingo 4 de enero de 2024
PRIMERA LECTURA:
“Me harto de dar vueltas hasta el alba” (Job 7, 1-4.6-7)
SALMO:
“Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados” (Salmo
146)
SEGUNDA LECTURA:
"Ay de mí si no anuncio el Evangelio” (1 Corintios 9,
16-19.22-23)
EVANGELIO:
“Curó a muchos enfermos de diversos males” (Marcos 1, 29-39)
En aquel tiempo, al salir Jesús y
sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y
Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se
acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a
servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos
y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos
enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo
conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al
descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al
encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.» Él les respondió: «Vámonos a
otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he
salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando
los demonios.
CANSANCIO
VER. -
Una laica, comprometida en su
parroquia, comentó con cierto cansancio: ‘Esta tarde tengo dos reuniones. Me
gustaría acudir a todo, pero es imposible. Llego hasta donde llego’. Es una
experiencia muy común, porque ser cristiano coherente no consiste en ‘cumplir’
el precepto dominical y vivir la fe de modo intimista y pasivo. Ser cristiano
coherente es ser discípulos y misioneros, corresponsables en la misión
evangelizadora. Y se es corresponsable no sólo mientras se lleva a cabo algún
compromiso evangelizador, sino en todo momento y en todos los ámbitos de la
vida. Ser cristiano coherente en la vida cotidiana requiere un esfuerzo añadido
al esfuerzo que ya supone la propia vida, y por eso nos acabamos cansando.
JUZGAR. -
Cuando somos cristianos
coherentes y nos esforzamos en llevar un estilo de vida lo más acorde posible
con el Evangelio, las tareas se multiplican y también los quebraderos de
cabeza. Y al principio lo hacemos con ganas y decisión, como respondiendo a un
reto. Pero pasa el tiempo y no vemos apenas avances ni cambios; más aún, nos
parece que quienes no se plantean su vida desde la fe viven más tranquilos,
porque no tienen esa carga de trabajo extra que suponen los compromisos
eclesiales, ni sufren los cuestionamientos que nosotros sí nos hacemos. Y, por
una parte, experimentamos que no podemos dejar de actuar como actuamos; y, por
otra parte, nos acabamos cansando y preguntándonos la razón de seguir este
camino, si al final todo parece dar igual.
Como Job en la 1ª lectura,
acabamos sintiendo que los días de nuestra vida son “como los de un jornalero…
me harto de dar vueltas hasta el alba… mis días se van consumiendo faltos de
esperanza…”.
Es lo que dice el Papa Francisco
en ‘Evangelii gaudium’ 277: «Todos sabemos por experiencia que a veces una
tarea no brinda las satisfacciones que desearíamos, los frutos son reducidos y
los cambios son lentos, y uno tiene la tentación de cansarse. Sin embargo, no
es lo mismo cuando uno, por cansancio, baja momentáneamente los brazos que
cuando los baja definitivamente dominado por un descontento crónico».
Por eso, san Pablo, en la 2ª
lectura, nos invita a reflexionar: “Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso
mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este
oficio. Entonces, ¿cuál es la paga?” Si ‘me pesa’ seguir día tras día un estilo
de vida coherente con el Evangelio, ¿dónde encontrar la motivación última para
continuar? Y san Pablo nos responde: “Precisamente dar a conocer el Evangelio”.
El mismo hecho de procurar vivir y anunciar lo que creemos y celebramos ha de
ser la fuente y la motivación para ser un cristiano coherente, aunque me
suponga un esfuerzo y cansancio añadidos.
Por eso, en el Evangelio hemos
escuchado el resumen de una jornada cotidiana de Jesús: al salir de la sinagoga
fue a la casa de Simón y curó a su suegra, al anochecer curó a muchos enfermos…
Es un no parar, y podemos
imaginar el cansancio y la tensión que sentiría. Pero Jesús “se levantó de
madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y
allí se puso a orar”. Precisamente por la magnitud de su misión, de lo que debe
hacer cada día y del trabajo y cansancio que le supone, Jesús necesita y busca
un tiempo de oración, a solas con el Padre. Y ahí encuentra su fuerza y la
motivación para seguir adelante y afirmar: “Vámonos a otra parte, a las aldeas
cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido…. Así recorrió
toda Galilea…”.
ACTUAR. –
¿Procuro ser un cristiano
coherente? ¿Experimento que ‘no llego’ a todo lo que debería llegar? ¿Me siento
cansado, me he cuestionado la razón de seguir este camino? ¿Cómo es mi oración?
Es muy humano sentir cansancio y
cuestionarse nuestro compromiso cristiano. Pero, como advierte el Papa, «el
problema no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las
actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad
que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de
lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino
tenso, pesado, insatisfecho». (82)
Por eso, «siempre hace falta
cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la
actividad. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la
Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de
sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se
apaga». (262). Sigamos el ejemplo del Señor y cuidemos la oración, para
anunciar el Evangelio de palabra y de obra, superando el cansancio como Jesús,
porque para eso somos cristianos, discípulos y apóstoles suyos.