jueves, 1 de febrero de 2024

DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 4 de enero de 2024

PRIMERA LECTURA:

“Me harto de dar vueltas hasta el alba” (Job 7, 1-4.6-7)

SALMO:

“Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados” (Salmo 146)

SEGUNDA LECTURA:

"Ay de mí si no anuncio el Evangelio” (1 Corintios 9, 16-19.22-23)

EVANGELIO:

“Curó a muchos enfermos de diversos males” (Marcos 1, 29-39)

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.» Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

CANSANCIO

VER. -

Una laica, comprometida en su parroquia, comentó con cierto cansancio: ‘Esta tarde tengo dos reuniones. Me gustaría acudir a todo, pero es imposible. Llego hasta donde llego’. Es una experiencia muy común, porque ser cristiano coherente no consiste en ‘cumplir’ el precepto dominical y vivir la fe de modo intimista y pasivo. Ser cristiano coherente es ser discípulos y misioneros, corresponsables en la misión evangelizadora. Y se es corresponsable no sólo mientras se lleva a cabo algún compromiso evangelizador, sino en todo momento y en todos los ámbitos de la vida. Ser cristiano coherente en la vida cotidiana requiere un esfuerzo añadido al esfuerzo que ya supone la propia vida, y por eso nos acabamos cansando.

JUZGAR. -

Cuando somos cristianos coherentes y nos esforzamos en llevar un estilo de vida lo más acorde posible con el Evangelio, las tareas se multiplican y también los quebraderos de cabeza. Y al principio lo hacemos con ganas y decisión, como respondiendo a un reto. Pero pasa el tiempo y no vemos apenas avances ni cambios; más aún, nos parece que quienes no se plantean su vida desde la fe viven más tranquilos, porque no tienen esa carga de trabajo extra que suponen los compromisos eclesiales, ni sufren los cuestionamientos que nosotros sí nos hacemos. Y, por una parte, experimentamos que no podemos dejar de actuar como actuamos; y, por otra parte, nos acabamos cansando y preguntándonos la razón de seguir este camino, si al final todo parece dar igual.

Como Job en la 1ª lectura, acabamos sintiendo que los días de nuestra vida son “como los de un jornalero… me harto de dar vueltas hasta el alba… mis días se van consumiendo faltos de esperanza…”.

Es lo que dice el Papa Francisco en ‘Evangelii gaudium’ 277: «Todos sabemos por experiencia que a veces una tarea no brinda las satisfacciones que desearíamos, los frutos son reducidos y los cambios son lentos, y uno tiene la tentación de cansarse. Sin embargo, no es lo mismo cuando uno, por cansancio, baja momentáneamente los brazos que cuando los baja definitivamente dominado por un descontento crónico».

Por eso, san Pablo, en la 2ª lectura, nos invita a reflexionar: “Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga?” Si ‘me pesa’ seguir día tras día un estilo de vida coherente con el Evangelio, ¿dónde encontrar la motivación última para continuar? Y san Pablo nos responde: “Precisamente dar a conocer el Evangelio”. El mismo hecho de procurar vivir y anunciar lo que creemos y celebramos ha de ser la fuente y la motivación para ser un cristiano coherente, aunque me suponga un esfuerzo y cansancio añadidos.

Por eso, en el Evangelio hemos escuchado el resumen de una jornada cotidiana de Jesús: al salir de la sinagoga fue a la casa de Simón y curó a su suegra, al anochecer curó a muchos enfermos…

Es un no parar, y podemos imaginar el cansancio y la tensión que sentiría. Pero Jesús “se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar”. Precisamente por la magnitud de su misión, de lo que debe hacer cada día y del trabajo y cansancio que le supone, Jesús necesita y busca un tiempo de oración, a solas con el Padre. Y ahí encuentra su fuerza y la motivación para seguir adelante y afirmar: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido…. Así recorrió toda Galilea…”.

ACTUAR. –

¿Procuro ser un cristiano coherente? ¿Experimento que ‘no llego’ a todo lo que debería llegar? ¿Me siento cansado, me he cuestionado la razón de seguir este camino? ¿Cómo es mi oración?

Es muy humano sentir cansancio y cuestionarse nuestro compromiso cristiano. Pero, como advierte el Papa, «el problema no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho». (82)

Por eso, «siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga». (262). Sigamos el ejemplo del Señor y cuidemos la oración, para anunciar el Evangelio de palabra y de obra, superando el cansancio como Jesús, porque para eso somos cristianos, discípulos y apóstoles suyos.

DOMINGO V DE PASCUA