Domingo 11 de mayo de 2025
"Sabed que nos dedicamos a los gentiles” (Hechos 13,
14.43-52)
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.
En aquellos días, Pablo y Bernabé
continuaron desde Perge y llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron
en la sinagoga y tomaron asiento. Muchos judíos y prosélitos adoradores de Dios
siguieron a Pablo y Bernabé, que hablaban con ellos exhortándolos a perseverar
fieles a la gracia de Dios. El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a
oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos se llenaron de envidia y
respondían con blasfemias a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé
dijeron con toda valentía: «Teníamos que anunciaros primero a vosotros la
palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida
eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor:
“Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta
el confín de la tierra”». Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y
alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida
eterna. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los
judíos incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los
principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y
los expulsaron de su territorio. Estos sacudieron el polvo de los pies contra
ellos y se fueron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaban llenos de
alegría y de Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
SALMO:
"Nosotros somos su pueblo y
ovejas de su rebaño” ( Salmo 99)
R. Nosotros somos su pueblo y ovejas de su
rebaño.
V. Aclama al Señor, tierra entera, servid al
Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. /R.
V. Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y
somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. /R.
V. El Señor es bueno, su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. /R.
SEGUNDA LECTURA:
"El Cordero los apacentará y
los conducirá hacia fuentes de agua viva” (Apocalipsis 7, 9.14b-17)
Lectura del libro del
Apocalipsis.
Yo, Juan, vi una muchedumbre
inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y
lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con
vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y uno de los ancianos me dijo: «Estos
son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus
vestiduras en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios,
dándole culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará
entre ellos. Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el
bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono los apacentará y los
conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará toda lágrima de sus
ojos».
Palabra de Dios.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V.
Yo soy el Buen Pastor —dice el Señor—, que conozco a mis ovejas, y las
mías me conocen.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
"Yo doy la vida eterna a mis ovejas” (Juan 10, 27-30)
+ Lectura del santo
Evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo
las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre,
y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas
las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre
somos uno».
Palabra del Señor.
UN PAPA
PASTOR BUENO.
VER. -
Cuando falleció el Papa
Francisco, los medios de comunicación recogieron muchos comentarios elogiosos
sobre su compromiso con los pobres y descartados, su cercanía y sencillez, su
alegría y buen humor… También se habló mucho de las características que debería
tener el nuevo Papa: que continuara el camino abierto por su antecesor, que
fuera dialogante, abierto… Y todo eso es cierto y necesario, pero se refiere a
cualidades humanas, de la persona; fueron pocos los que, tanto en el caso del
Papa Francisco como en el del futuro Papa, hablaron específicamente de lo
principal: de cómo el Papa, sea quien sea, debe anunciar a Jesucristo y su
Evangelio.
JUZGAR. -
Este cuarto domingo de Pascua es
conocido como el domingo del Buen Pastor, porque en los tres ciclos litúrgicos
se lee el capítulo 10 del Evangelio según san Juan, el discurso del Buen
Pastor, donde encontramos un resumen de lo que hemos de pedir para el nuevo
Papa. El domingo pasado escuchábamos el mandato que Jesús hizo a Simón Pedro:
“Apacienta mis corderos… Pastorea mis ovejas… Apacienta mis ovejas…” Es decir,
Jesús pide a Pedro que sea ‘pastor’ y, por tanto, el sucesor de Pedro, el Papa,
también debe ser ante todo ‘pastor’, un pastor bueno. Y el Evangelio de hoy nos
ofrece varias pistas sobre cómo debe ser la relación del pastor, el Papa, con
las ovejas.
El primer detalle es que Jesús
habla siempre de “mis ovejas”. Las personas a quienes se dirige el ‘pastoreo’,
el anuncio de Jesucristo y su Evangelio, son ‘del Buen Pastor’, como hemos
repetido en el Salmo: “Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño”. Por lo
tanto, el pastor bueno ha de tratarlas, a imagen del Buen Pastor, con el máximo
respeto y cuidado, buscando siempre su mayor bien tanto humano como espiritual.
El Papa ha de conocer «los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de
comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar a las
ovejas que se nos confían» (EG 171).
De este modo, «los
evangelizadores tienen ‘olor a oveja’ y éstas escuchan su voz» (EG 24), que es
lo segundo que indica hoy el Señor: las ovejas “escuchan mi voz”. Las ovejas, a
través de las palabras del pastor bueno, necesitan poder escuchar la voz del
Buen Pastor. El Papa ha de ser un ‘hombre de la Palabra’, que la conozca y haga
vida, porque las «lecturas resonarán con todo su esplendor en el corazón del
pueblo si primero resonaron así en el corazón del pastor» (EG 149).
“Y yo las conozco, y ellas me
siguen”: el ‘pastoreo’ del Papa, la misión evangelizadora de toda la Iglesia,
no consiste en la mera transmisión de una serie de doctrinas y preceptos, sino
en favorecer el ‘conocimiento’, el encuentro personal de las ovejas con el
Señor Resucitado, un encuentro personal que mueva a seguirle, a hacer nuestras
sus palabras, valores, actitudes, estilo de vida. Y esto «debe favorecerse y
cultivarse mediante la cercanía cordial del predicador, la calidez de su tono
de voz, la mansedumbre del estilo de sus frases, la alegría de sus gestos»
(140), a imagen del Buen Pastor.
“No perecerán para siempre, y
nadie las arrebatará de mi mano”. El ‘pastoreo’ del Papa no consiste sólo en
tareas de acción y promoción social de las personas, siendo éstas totalmente
necesarias. «La Buena Noticia es la alegría de un Padre que no quiere que se
pierda ninguno de sus pequeñitos» (EG 237). El Papa, como pastor bueno, ha de
ser el primer ‘peregrino de esperanza’, como estamos celebrando este año de
Jubileo, que anuncie que Jesucristo muerto y resucitado es ‘la esperanza que no
defrauda’ y «nosotros, en virtud de la esperanza en la que hemos sido salvados,
mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la
humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen hacia un punto ciego o un
abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria». (Bula
convocatoria Jubileo, n. 19)
¿Qué espero del nuevo Papa? ¿Me
centro sobre todo en cualidades ‘humanas’, o pido que sea un pastor bueno? ¿Me
siento ‘oveja de su rebaño’? ¿Sigo las indicaciones del pastor bueno?
En una entrevista, el cardenal Carlos
Osoro, expresó lo que podría resumir nuestra oración para que el nuevo Papa sea
un pastor bueno a imagen del Buen Pastor: «lo que necesitamos es un Papa que
sea un testigo verdadero de nuestro Señor. En la Iglesia no necesitamos
teóricos, sino hombres y mujeres capaces de dar la vida anunciando el
Evangelio. Cada momento de la historia tiene sus particularidades, y en éste,
lo prioritario es anunciar a Jesucristo en las circunstancias concretas, dando
una respuesta a las necesidades fundamentales de las personas. Y hacerlo sin
buscar agradar al mundo o seguir la agenda del mundo, sino buscando sólo
agradar a Dios, cumplir su voluntad y anunciar a Jesucristo sin dejarnos a
nadie por el camino».