Domingo 25 de agosto de 2024
PRIMERA LECTURA:
"Serviremos al Señor, ¡porque Él es nuestro Dios!” (Josué
24, 1-2a.15-17.18b)
Lectura del libro de Josué.
En aquellos días, Josué reunió
todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos de Israel, a los
jefes, a los jueces y a los magistrados. Y se presentaron ante Dios. Josué dijo
a todo el pueblo: «Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién
queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro
lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y
mi casa serviremos al Señor». El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros
abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! Porque el Señor nuestro
Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de Egipto, de la casa
de la esclavitud; y quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios y
nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos por los que
atravesamos. También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro
Dios!».
Palabra de Dios.
SALMO:
"Gustad y ved qué bueno es el Señor” (Salmo 33)
R. Gustad y
ved qué bueno es el Señor.
V.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. /R
V.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su
memoria. /R
V.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el
Señor está cerca de los tribulados, salva a los abatidos. /R
V.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; él cuida
de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará. /R
V.
La maldad da muerte al malvado, los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él. /R
SEGUNDA LECTURA:
"Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a
la Iglesia” (Efesios 5, 21,32)
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.
Hermanos: Sed sumisos unos a
otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como al Señor; porque
el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que
es el salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así también las
mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres
como Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a sí mismo por ella, para
consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela
gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así
deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar
a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne,
sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos
miembros de su cuerpo. «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer y serán los dos una sola carne». Es este un gran misterio: y
yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Palabra de Dios.
ALELUYA
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Tus palabras, Señor,
son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
EVANGELIO:
"¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida
eterna” (Juan 6, 60-69)
+ Lectura del santo
Evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, muchos de los
discípulos de Jesús dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle
caso?». Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os
escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El
Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he
dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no
creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a
entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre
no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y
no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También
vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a
acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú
eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor.
“PROCONEAR” CON DIOS
VER. -
En un capítulo de la serie de
televisión «Caso abierto», uno de los personajes agradecía a su padre que le
hubiera enseñado a ‘proconear’, es decir, a que, antes de tomar una decisión,
hiciera una lista de los ‘pros’ y los ‘contras’ que conllevaba tomar esa
decisión. Nosotros, ante alguna decisión importante, habitualmente solemos
‘proconear’, pensamos los argumentos a favor y las razones contrarias para
tomarla; pero en situaciones más cotidianas no solemos detenernos a reflexionar
y decidimos de un modo más impulsivo, sin pensar en las consecuencias.
JUZGAR. –
Este domingo la Palabra de Dios
nos invita a ‘proconear’, y sobre un tema muy serio: seguir de verdad al Señor,
con todo lo que eso conlleva, o no seguirlo. En la 1ª lectura, “Josué reunió
todas las tribus de Israel y dijo a todo el pueblo: Si os resulta duro servir
al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que
sirvieron vuestros padres… o a los dioses de los amorreos”. Tras la muerte de
Moisés, Josué ha guiado al pueblo de Israel en su llegada a la Tierra
Prometida. Allí hay establecidos otros pueblos con sus propios dioses, cuyo
culto es incompatible con servir al Señor. Los israelitas deben tomar una
decisión, y ‘proconean’: es cierto que el culto a los otros dioses es menos
exigente que la Ley del Señor y, además, adoptar ese culto les permitiría
integrarse en el territorio al que han llegado; pero en su ‘proconear’ se dan
cuenta de que “el Señor nuestro Dios es quien nos sacó de Egipto, de la
esclavitud; y quien hizo aquellos grandes prodigios y nos guardó en todo
nuestro peregrinar y entre todos los pueblos…”. Y acaban tomando su decisión:
“También nosotros serviremos al Señor, ¡porque Él es nuestro Dios!”.
En el Evangelio, Jesús también
invita a sus discípulos a ‘proconear’. Como hemos escuchado estos últimos
domingos, Jesús les ha hablado de sí mismo como el Pan de Vida y “muchos de los
discípulos dijeron: Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”.
Se dan cuenta de que seguir a Jesús conlleva un cambio radical y, por eso,
“desde entonces, muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con
Él”. Dejan la ‘novedad’ de Jesús para volver a la seguridad de la Ley y a sus
antiguas tradiciones.
Los Doce, que han sido llamados
personalmente por Jesús a seguirle, también deben tomar na decisión; por eso
Jesús les invita a ‘proconear’: “¿También vosotros queréis marcharos?”.
Igual que cuando Jesús les llamó,
ahora han de responder también libremente, pero conscientes de todas las
consecuencias. Han descubierto que no es fácil seguir a Jesús, que hay muchas
cosas que no entienden, que hay que estar dispuesto a ‘cargar con la cruz cada
día’ e incluso ‘perder la vida por Él’ (Lc 9, 23-24). Pero en ese ‘proconear’,
Pedro indica la razón fundamental para seguir a Jesús: “Señor, ¿a quién vamos a
acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Es cierto que las palabras de Jesús
son duras y exigentes, pero también son palabras que nos dirige “el Santo de
Dios”, y por eso, ya desde ahora, abren a la eternidad a quienes las acogen con
fe. Por eso, merece la pena decidir seguirle.
ACTUAR. -
Muchos llevamos años ‘siguiendo’
al Señor: oramos, participamos en la Eucaristía, recibimos el Sacramento del
Perdón, quizá participamos en un Equipo de Vida, quizá desempeñamos algún compromiso
evangelizador… pero sin haberlo reflexionado bien. Hoy el Señor nos pide que,
con total libertad, renovemos nuestra decisión de seguirle, y para eso nos
invita a ‘proconear’ con Él.
Quizá nuestro ser cristianos
‘choca’ con nuestro entorno, como ocurrió al pueblo de Israel, y sentimos que
sería más fácil adaptarnos a las corrientes de pensamiento actuales.
Quizá pensamos, como esos
discípulos, que el modo de hablar de Jesús es duro, que es demasiado exigente,
y preferiríamos la ‘seguridad’ de unas prácticas religiosas que tranquilicen
nuestra conciencia pero que no supongan grandes cambios en nuestra vida y
nuestros esquemas.
Pero también hemos de ‘recordar’,
volver a pasar por el corazón, todo lo que el Señor ha obrado en nuestra vida,
en luces y sombras, y que nos ha permitido llegar hasta aquí, hasta el día de
hoy.
Y también hemos de tener presente
la Palabra que el Señor nos dirige, cómo nos ha iluminado y afectado, en qué
momentos nos ha dado ‘vida’ y cómo nos ha abierto el horizonte de Dios.
Ojalá, al ‘proconear’ con el
Señor, también podamos responder, como Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir?
Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo de Dios”.